» La mente y el corazón

Esta nota fue creada el lunes, 13 mayo, 2013 a las 3:00 hrs
Sección: La corazonada

A los 34 años, Carlos no esperaba tener un dolor en el pecho. Llevaba una vida muy activa, salía mucho con amigos y su novia, trabajaba todo el día tras una computadora, por lo que había abandonado todo tipo de actividad física.

La presión en su oficina era mucha, pero por fortuna no habían hecho obligatorio dejar de fumar, así que mucha de su ansiedad la disminuía con unos 10 cigarrillos todos los días.

Después de conducir una hora en un tráfico terrible, notó un piquete muy doloroso en el pecho, estaba un poco mareado, sufría de palpitaciones y sintió que le faltaba el aire.  Se presentó en el servicio de urgencias, donde lo examiné y revisé los estudios que ya se le habían efectuado.

Para su fortuna, había presentado sólo un ataque de pánico, ya que el interrogatorio de sus molestias, demostraba que estaba sano del corazón a pesar de sus factores de riesgo y tanto su electrocardiograma como sus exámenes de laboratorio, eran normales.

El caso que les describo es real y se repite casi todos los días en diversos hospitales, pues el estado emocional de las personas se ha deteriorado por el ritmo de vida actual, además de que la información sobre las enfermedades cardiovasculares, sobre todo el infarto, está muy difundida y las personas acuden a buscar ayuda porque creen estar gravemente enfermos y con frecuencia es un ataque de pánico, como le pasó a Carlos.

Por supuesto que existe un gran componente emocional en todas las enfermedades y particularmente las cardiovasculares, conllevan ansiedad y depresión por lo discapacitante de los síntomas. He participado en varios congresos sobre ansiedad e infarto y organicé un simposio sobre este tema hace varios años, debido a la alta frecuencia del problema.

Los médicos debemos ser muy cautos al dar malas noticias a los pacientes, sobre su salud. Las personas pueden llegar a tener intentos suicidas y a veces logran su objetivo. Hay un estudio clínico realizado en Suecia que demostró que al menos el 5% de quienes sufren un infarto, intentan suicidarse.

La depresión que sigue a toda enfermedad, es modulada por la personalidad del paciente, pero también depende de la información que le demos los médicos y  de que les ofrezcamos alternativas de tratamiento.

La depresión es un grave problema de salud por su alta frecuencia, ya que se considera que cuatro a cinco personas de cada 10 tienen algún grado de depresión, secundario a una pobre producción de sustancias transmisoras del impulso nervioso en el cerebro. Específicamente la zona llamada hipocampo es la que no produce transmisores. Es como cuando un coche nuevo no tiene gasolina, simplemente no corre.

El cerebro de la inmensa mayoría de quienes sufren depresión está completamente sano, pero no produce el combustible (los neurotransmisores) por lo que no trabaja bien. Esto a su vez eleva una sustancia en la sangre que eleva la presión arterial, por lo que muchos deprimidos padecen de hipertensión arterial.

Este aumento de la presión se debe a que hay un eje directo del cerebro a las glándula suprarrenales (las que están arriba de los riñones) que son las que producen noradrenalina y adrenalina, sustancias que circulan en la sangre y elevan la presión pues cierran los vasos sanguíneos.

En relación a la ansiedad, conviene saber que más de la mitad de quienes padecen arritmias tienen grados variables de ansiedad.  A veces se trata de extrasístoles que pueden ser serias pero nunca mortales en pacientes que no tienen cardiopatía, pero puede llegar a ser una arritmia como la fibrilación auricular, de la que ya me he ocupado en otras Corazonadas y que requiere siempre manejo médico, a veces un choque eléctrico y cuando es repetitivo, nos obliga a emplear anticoagulantes.

La ansiedad es propiamente un estado de miedo a algo desconocido, que provoca respuestas en el organismo que lo preparan para defenderse, como si fuera a entrar a una lucha por su vida. Hay grados de ansiedad y generalmente lo que para los médicos es leve para los pacientes es algo severo, por lo que yo le propongo que usen medicamentos ansiolíticos (que eliminan la ansiedad) a los pacientes que sufren de síntomas cardiovasculares por ansiedad, al igual que a los que padecen alguna enfermedad cardiovascular que les  produce ansiedad y depresión.

Muchos pacientes que reciben la noticia de que están hipertensos y más aún si se les avisa que están en riesgo de un infarto, se deprimen y se ponen muy ansiosos.

Muchos medicamentos que usamos para tratar la ansiedad, producen bloqueos en las hormonas que estimulan el eje ya mencionado, como el alprazolam que no es un medicamento cardiovascular, sino que trabaja en el cerebro y se ha demostrado que su empleo puede suspenderse sin que se pierda el efecto por muchos meses.

Usarlo en el día resulta útil para disminuir las arritmias y la elevación emocional de la presión y si el paciente tiene insomnio le conviene usar un sedante como el clonazepam. Ambos medicamentos requieren control médico periódico, pero son sumamente seguros.

El eje hipotálamo, hipófisis y suprarrenales que les acabo de mencionar que es el responsable de la elevación de la presión, es el que se encuentra activado en el estrés crónico, por ello, se le ha relacionado con la enfermedad cardiovascular y muerte derivada de ella.

Un ejemplo típico, es el paciente que en su casa tiene la presión bien, pero al acudir con un médico sufre de ansiedad y se le sube la tensión arterial. Esto  es conocido como síndrome de las batas blancas y requiere tratamiento específico.

Así pues, los ataques de pánico, la ansiedad, depresión, síndrome de las batas blancas, suicidio, insomnio, sensación inminente de muerte, etc., son ejemplos de alteraciones psicológicas que pueden ser el origen de enfermedades cardiovasculares y a su vez pueden presentarse como problemas secundarios a la enfermedad del corazón y de los que espero haberles proporcionado suficiente información.

 Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com

Hasta la próxima.





           



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