La oscuridad ha cubierto la ciudad venezolana de Ureña, capital del municipio de Pedro María Ureña, en el estado de Tachira en Venezuela.
Los ataques terroristas que comete diariamente La Línea, grupo armado que surgió para presuntamente combatir a las guerrillas que operan en la frontera de Venezuela y Colombia; además de la persecución política del régimen autoritario, obligó a que Adelis López, junto con su esposa y su pequeña hija de 3 años de edad, se unieran a un grupo de veintiséis ureñenses que decidieron escapar para salvar su vida.
“Todo lo que hago, lo hago por mi hija, porque si en realidad yo pudiera aguantar la situación en Venezuela, la aguantaría, pero mire a esta niña, va creciendo ¿Qué puedo yo ofrecerle en mi país, si no hay nada más que violencia?”, relata el hombre que se encuentra a bordo de una unidad de la Secretaría de Seguridad del Estado de México.
Desde la batea de otra patrulla, Richard Silva con su mano me hace una seña para que me acerque, clama misericordia al hablar de las amenazas que la delincuencia lanzó contra él y su descendencia: “No puedo volver a mi país, me matan.
“Tengo a mi familia escondida porque me la van a matar. Yo sufrí una vaina muy dura”, plática el venezolano que no puede parar de llorar.
A unos metros permanece sentado Luis Maldonado, quien también quiere ser escuchado y contarme que el gobierno de Nicolás Maduro lo señaló de ser un delincuente sin presentar prueba alguna y después La Línea acudió a lanzar un explosivo a su negocio familiar.
“Nos tocó, a nosotros nos tiraron una granada en el país en donde nosotros vivimos, a mí y a mi esposa, casi nos matan a nuestros hijos, nos tocó salir amenazados”, señala.
El éxodo de Venezuela
¿Pero cómo es que este grupo integrado por catorce hombres, diez mujeres y cinco menores llegó a la entidad mexiquense?
Desde hace meses y en secreto, comenzaron a planear la huida a la “tierra prometida”, los Estados Unidos de América.
No podían contárselo a nadie, ya que existen “orejas” por todo el poblado, mismas que informan a los líderes criminales sobre los movimientos de los ciudadanos.
Hace 32 días acordaron encontrarse por la noche en una casa. Ahí sus familiares y líderes religiosos los bendijeron en su salida que se dio tras un descuido de los delincuentes.
El dinero con el que partió la mayoría no alcanzaba para un viaje largo y tuvieron que priorizar; así que la entrada a su “desierto”comenzó con una larga caminata.
Vinieron los “raites” en cajas de trailers, vehículos de ciudadanos que se compadecieron de ellos y la travesía de cruzar andando la selva.
En todo el recorrido, el crimen organizado que opera en cada región, desde Sudamérica hasta el centro de México, los robó y sometió e incluso trataron de abusar de ellos “Nos robaron, nos secuestraron prácticamente, nos hicieron muchas atrocidades en el camino”, señala Adelis.
El destino los llevó a Tecámac
Su fe los llevó hasta un parque de la sección Jardines en el fraccionamiento Los Héroes Tecámac, en el municipio de Tecámac, sitio donde pasaron un par de noches y ahí una mujer se acercó para ofrecerles posada temporal en su casa ubicada en la calle de Jardines de las Azucenas.
“La señora nos vio durmiendo en el parque, en el piso y nos trajo acá, nos dio comida, nos dio estadía, la gente de los vecinos”, relató una de las venezolanas que prefirió no brindar su nombre y mantenerse en el anonimato.
Los vecinos de la zona comenzaron a notar un movimiento inusual y el C-5 del Estado de México atendió una llamada de emergencia que ingresó al número 911.
En esta conversación, un denunciante señaló que los migrantes estaban siendo víctimas del delito de tráfico de personas y se encontraban hacinados.
Con esta información, los elementos en tierra de la Secretaría de Seguridad (SS) se trasladaron al domicilio y observaron que varias personas permanecían sobre la banqueta y otras más comían en mesas instaladas en el patio.
Al realizarles entrevistas, los policías fueron informados que se mantenían ahí bajo su voluntad y descartaron que fuera una casa de los llamados “polleros”.
“Aquí en México la señora nos dio la mano, la familia de la señora, muy agradecidos con ellos. A nosotros no nos han cobrado nada, la señora, mucha hospitalidad”, aseguró Luis Maldonado.
Las autoridades resguardaron al grupo y dos ambulancias de Protección Civil y Bomberos municipales acudieron para efectuar revisiones médicas a cada uno de ellos.
La vida de los venezolanos, en manos del INM
Mientras esto ocurría, apareció Matías, un pequeño de tan solo 5 años, quien comenzó a entregarles comida e hidratación a las niñas y los niños que viajaban con sus padres.
“He visto en video que debes de compartir tus cosas a la gente que no tiene de comer”, al finalizar sus palabras, los oficiales replicaron la acción.
Un camión de la corporación policiaca arribó para trasladar a los migrantes a las instalaciones de la Fiscalía General de la República (FGR) con sede en Ecatepec, donde un médico legista constató su estado de salud y elaboró la papelería correspondiente. Yair Jovanni “N”, de 35 años, quien se mantenía dentro del domicilio al cuidado de ellos, quedó a disposición del Ministerio Público, para deslindar su responsabilidad y conocer si es responsable de la comisión de algún delito.
Finalmente, el convoy fue trasladado a un albergue temporal del Instituto Nacional de Migración (INM) localizado en la alcaldía Iztapalapa y será esa autoridad quien decidirá el estatus migratorio de los veintinueve venezolanos que se refugiaron en Tecámac.
(milenio.com)