La presidenta consejera del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Sylvia Schmelkes del Valle, señaló que existe el reto de demostrar que la evaluación docente lejos de ser una amenaza, es un beneficio para el propio desarrollo, pues sirve para crecer personal y profesionalmente.
Al inaugurar el Segundo Congreso Latinoamericano de Medición y Evaluación Educacional, dijo que otro desafío es el de probar que la evaluación de la práctica docente, al servir para mejorarla, mejora también los aprendizajes de los alumnos, que son el objetivo de todos los que laboran en la educación.
Indicó que no son pocos los que siguen viendo a la evaluación como una intromisión con escasa relación con la realidad de su trabajo cotidiano y que, además, esconde pretensiones punitivas.
“Esta percepción nos obliga a desplegar, desde las propias instancias de evaluación, un intenso trabajo en favor de una nueva cultura de la evaluación. Sólo generando nuevas percepciones acerca del valor y la utilidad de la evaluación se allanará el camino para que los agentes educativos usen los resultados para la mejora y rendición de cuentas”, manifestó.
Sostuvo que el tema es absolutamente estratégico en el debate sobre la calidad de la educación; existe un consenso cada vez más amplio en el sentido de que las prácticas pedagógicas de los docentes son un factor clave de condición educativa.
“Cualquier tentativa seria de mejora pasa necesariamente por la transformación de las prácticas docentes. Y lo propio habría que decir de los modelos y estilos de gestión escolar a cargo de los directivos”.
La evaluación del desempeño de docentes y directivos se propone comprender los factores que intervienen en los procesos de enseñanza y aprendizaje, y en particular aquellos que determinan la producción de aprendizajes de calidad.
Ello implica valorar diversos aspectos de su desempeño. En lo que toca al maestro, por ejemplo, cuánto sabe en torno a los fines y propósitos de la educación, el grado de dominio de su disciplina y el conocimiento pedagógico general que posee, resaltó.
“Además, el dominio de las didácticas correspondientes a su campo disciplinario, el conocimiento acerca de sus alumnos y del contexto en el que trabaja, y la naturaleza de su actuación en el salón de clase”.
El reto, estableció, consiste en cómo evaluar este conjunto de factores de manera adecuada, con arreglo a principios de pertinencia, equidad, justicia, participación y atención a la diversidad.
“Desde el INEE hemos establecido que en la medida en que se logren consensos sociales entre las instancias evaluadoras y los sujetos evaluados respecto de lo que debe ser evaluado, cómo hacerlo y qué uso dar a los resultados, se logrará que la evaluación no sólo sea aceptada, sino entendida por todos como una posibilidad para crecer y mejorar”.
Sin esa conexión que permite a los evaluadores identificar intereses, expectativas, necesidades y condiciones de trabajo de los agentes educativos, difícilmente las evaluaciones serán recibidas, comprendidas y usadas en forma constructiva y no tendrán ningún impacto tangible en la mejora educativa.
En el acto se cuenta con la presencia de 59 especialistas de once países y 450 participantes nacionales.