El diputado local del PRD, Alejandro Ojeda, afirmó que las recientes leyes aprobadas que prohíben el uso de animales en espectáculos circenses, dejaron en el desamparo a más de cuatro mil animales que se venden a particulares porque son rechazados en los zoológicos públicos.
Frente a esa problemática, hizo un llamado a las autoridades federales para establecer una mesa de diálogo con los cirqueros y determinar de manera conjunta y consensuada una salida digna para definir el mejor destino para esos animales.
De no ser así, advirtió “se estaría cometiendo una violencia institucional contra esos animales, pues por un lado se prohíbe que se mantengan en los circos, pero por otro no se precisa qué se va a hacer con ellos”.
Recordó que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), dedicado a sacar ventaja política de este asunto, habló de llevarlos a reservas para que vivieran en ellas, pero no señaló las zonas ni los costos que tendría, no sólo su traslado, sino también su manutención.
Alejandro Ojeda refirió que los más de cuatro mil animales de circo no tienen un futuro cierto, pues las recientes leyes que se aprobaron en los ámbitos local y federal no dejan claro el destino que deben tener esas especies.
En un comunicado, el asambleísta denunció que de acuerdo con la Unión Nacional de Empresarios y Artistas de Circo, los animales no se reciben en los zoológicos del país, debido a que el presupuesto es insuficiente para atender a las especies que ya tienen y carecen de recursos para recibir a otros.
Explicó que hay quienes tratan de venderlos a zoológicos particulares o a personas pudientes, de tal manera que esos animales ahora estarán en exhibición para un círculo muy cerrado y exclusivo.
Aunado a todo lo anterior, en el supuesto caso de que fueran admitidos por los zoológicos, existe el riesgo de que sean rechazados por los animales que habitan esos lugares de recreación, lo que podría generar peleas entre ellos que pondrían en riesgo sus vidas.
El asambleísta declaró que “dígase lo que se diga, los animales tienen un trato muy diferente en un circo que en un zoológico o, peor aún, en un rancho o residencia particular, pues mientras los primeros se mantienen en constante actividad y ejercicio, los segundos sólo se exhiben sin que tengan actividad física”.
Resaltó que debido a que los cirqueros ya no los pueden utilizar en sus espectáculos, los tienen confinados en jaulas, lo que ha ocasionado que ante la falta de contacto con los entrenadores y el público sus ánimos decaigan, incluso ya no quieren comer.