La Tierra es capaz de regularse periódicamente, por lo que el cambio climático deja de ser exclusivo de nuestros tiempos, precisó Juan Francisco Sánchez Beristáin, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Es cierto que la humanidad ayuda a este proceso, pero en una parte mínima. El hombre es egocentrista al sentirse único responsable, en realidad el planeta es capaz de destruirse sin ayuda alguna”, advirtió, al tiempo de aclarar que el mundo experimenta mutaciones de temperatura cada 400 mil años.
“Este lapso no es exacto y depende de variables, como las estaciones registradas cada 25 mil, 40 mil o hasta 100 mil años, que al conjuntarse generan ciclos bruscos y extremadamente cálidos o fríos.
“Sin embargo, no debemos preocuparnos por el siguiente, pues será dentro de cuatro o cinco mil años y para entonces no estaremos aquí”, expuso en su conferencia “Uso de fósiles y sedimentos carbonatados para el estudio de variaciones climáticas”, en el auditorio del Instituto de Biología de la UNAM.
Entre las incidencias que se avecinan, dijo que en los próximos meses habrá un episodio solar relacionado con manchas en su superficie y “esto se da cada ocho o 13 años”.
El planeta no necesita la polución humana para un cambio climático, pues posee su propia fábrica natural de dióxido de carbono (CO2): los volcanes.
“Los gases producidos por un cráter aumentan la temperatura en el orbe, de hecho, hubo una época de alto vulcanismo que generó la mayor extinción antes del periodo Triásico y convirtió en desierto más de la mitad de la superficie expuesta de la Tierra, recordó.
Dijo que para combatir el calentamiento global, la Organización de Naciones Unidas (ONU) creó el Protocolo de Kioto, que muchos países suscribieron; además “podemos aportar a esta lucha” al no utilizar aerosoles con clorofluorocarburos, contaminar menos y privilegiar al transporte público o la bicicleta sobre el automóvil.
Con el objetivo de entender alteraciones acontecidas hace miles de años, Sánchez Beristáin se ha especializado en el estudio de fósiles y sedimentos carbonatados.
Entre los primeros, las esclerosponjas resultan útiles por ser organismos que al morir formaron carbonatos biogenéticos, depósitos en los que es posible analizar las condiciones de salinidad y la conservación de ciertos gases, elementos y trazas indicadoras de eventos de vulcanismo explosivo, producto del choque entre placas tectónicas.
Mientras, los segundos revelan, mediante agentes acuáticos, si fueron lavados por la lluvia o por el correr de los ríos desde el pico de los volcanes hasta desembocar en el océano.