El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reportó que el ingreso laboral real mostró una disminución de 2.5 por ciento entre el cuarto trimestre de 2019 y el cuarto trimestre de 2020, por lo que aumentó la pobreza laboral hasta en un 40.7 por ciento como consecuencia de la pandemia.
Se consideró dicha medición midiendo el porcentaje de la población con un ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria y, entre los factores que explican el incremento anual de la pobreza laboral se encuentran la disminución de 2.5 por ciento en el ingreso laboral real.
Así como, el aumento de las Líneas de Pobreza Extrema por Ingresos (valor de la canasta alimentaria) 6.1 por ciento en zonas urbanas y 7.6 por ciento en zonas rurales, ambas variaciones mayores a la inflación anual de 3.5 por ciento.
“Entre el cuarto trimestre 2019 y el cuarto trimestre 2020, se observan disminuciones en la población ocupada con acceso a los servicios de salud por prestación laboral, según sector económico, por ejemplo; en restaurantes y servicios de alojamiento se presenta una reducción anual del 22.9 por ciento, mientras que en servicios diversos de 9.9 por ciento y en el sector de construcción de 8.8 por ciento”.
El aumento en el porcentaje de población que no puede adquirir la canasta alimentaria con su ingreso laboral entre el cuarto trimestre de 2019 y el cuarto trimestre de 2020 a nivel nacional fue de 3.4 puntos porcentuales, lo cual se vio reflejado en un incremento de la pobreza laboral en 24 de las 32 entidades federativas. Destacan Quintana Roo con un incremento de 14.7; Tabasco y Ciudad de México con 10.4; así como Baja California Sur con 9.1 puntos porcentuales.
La brecha entre los ingresos laborales entre mujeres y hombres ocupados en el cuarto trimestre de 2020 es de 856.52, la cual es 162.17 mayor que la del tercer trimestre de 2020.
La brecha del ingreso en los ocupados indígenas y no indígenas en el cuarto trimestre de 2020 presenta una disminución de 140.33 con respecto a la observada en el tercer trimestre de 2020.
Asimismo, y para aportar información ante el contexto de la pandemia generada por el virus SARS-CoV-2, se incluyen algunos de los impactos que esta pandemia ha generado en el trabajo doméstico o cuidados no remunerados.
En el Día Internacional de la Mujer, el promedio a nivel nacional de este trabajo de cuidados se ubicó en 27.8 horas semanales para las mujeres y 15.2 para los hombres. En cuanto a los quehaceres domésticos las mujeres dedicaron entre 2.2 y 3.2 veces más, presentándose las brechas más amplias en situación de pobreza. A nivel nacional, ellas destinaron en promedio 22.0 horas semanales, mientras que ellos dedicaron 8.2 horas.
Entre 2008 y 2018, las horas destinadas a las tareas de cuidados no remunerados aumentaron más en las mujeres en situación de pobreza (4.4 horas) respecto de las mujeres que no se encontraban en situación de pobreza (3.7 horas).
En cuanto a los quehaceres domésticos, las mujeres en situación de pobreza presentaron un incremento de 2.3 horas, mientras que para las mujeres que no estuvieron en situación de pobreza fue de una hora, y para los hombres de 0.4 horas indistintamente de su situación de pobreza.
Esta desigualdad en la distribución del trabajo doméstico y de cuidados ha limitado en las mujeres su participación en el trabajo remunerado y en los diversos espacios del ámbito público, de manera que no les permite emplearse, u optan por trabajos de menor jornada, calidad y remuneración que les posibilita conciliar el trabajo doméstico y el extradoméstico, de acuerdo con el Informe sobre Pobreza y Género 2008-2018.
El aumento del trabajo del hogar a causa de la pandemia es originado por el incremento de las horas dedicadas a la educación y a la recreación de la población infantil ante la suspensión de la educación presencial, el tiempo destinado al cuidado de las personas enfermas por la covid-19, las horas adicionales que se requieren para la limpieza ante el mayor tiempo que se convive en el hogar y por las medidas de contención del contagio, entre otras. En la mayoría de los hogares han sido asumidas estas actividades por las mujeres, ante los roles de género que las sitúa como las principales responsables del trabajo doméstico o de cuidados no remunerados.
Entre el tercer trimestre de 2019 y 2020 la población femenina que no contaba con empleo y que reportó los quehaceres domésticos como su ocupación, aumentó en 1.6 millones (para un total de 21.4 millones al final del periodo), mientras que, en los hombres, el incremento fue menor, de 0.7 millones (1.8 millones al final del periodo). También entre el cuarto trimestre de 2019 y 2020, la Población No Económicamente Activa de mujeres que reportó las labores domésticas como su ocupación aumentó más que en los hombres, en ellas fue de 1.3 millones (21.0 millones al final del periodo), y en ellos de 0.5 millones (1.7 millones al final del periodo).
(milenio.com)