El sector empresarial del país llamó a construir una sociedad más humana y justa que promueva el respeto a la legalidad, frente a los hechos de violencia, marginación, pobreza y desigualdad que afecta a la nación.
Durante la Reunión Nacional de Empresarios de la Confederación USEM, el presidente nacional de la Unión Social de Empresarios de México, José Lázaro Tamez Guerra, sostuvo que la sociedad no puede esperar más y los empresarios no pueden hacer caso omiso al llamado de contribuir al desarrollo humano.
En una sociedad donde sus empresas sean honestas, responsables, respetuosas de las personas, es muy probable que se conduzca de esa manera, y en una sociedad donde las empresas sean corruptas, engañen al fisco, a sus trabajadores y proveedores, seguramente padecerá estos problemas, dijo en su oportunidad Roberto Servitje.
El fundador de Grupo Bimbo consideró que es imposible construir una sociedad sana y armónica si no existen los principios de respeto a la dignidad de la persona, la justicia y el bien común; es decir, los valores humanos fundamentales.
En tanto, Agustín Irurita, miembro del Grupo Financiero Scotiabank Inverlat, reflexionó sobre el difícil papel del empresario, sobre todo para el pequeño y mediano, de sobrevivir ante la escasez de recursos, la feroz competencia, los incontables trámites que fomentan la corrupción y la tarea de operación y desarrollo de su empresa.
A su vez, el arquitecto José Ignacio Mariscal puntualizó que el complejo escenario exige fomentar la responsabilidad y la trascendencia de los valores, no sólo entre los empresarios, sino entre políticos, maestros y todos los sectores de la sociedad.
Durante la reunión se presentó el documento “La vocación del líder empresarial” del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, por parte del nuncio apostólico en México, Christophe Pierre.
Al respecto, el representante de El Vaticano en México subrayó que el texto ofrece valiosas propuestas en donde los líderes empresariales están llamados a participar en el mundo económico, a la luz de principios que reconocen la dignidad humana y el bien común.
Tales como son satisfacer las necesidades del mundo, sin olvidar la solidaridad con los pobres; la organización en el trabajo que respete la dignidad humana, y la creación sostenible de riqueza y su distribución justa.
Se trata, dijo, de un espíritu de servicio, pues “sin principios rectores ni líderes virtuosos, las empresas pueden convertirse en sitios donde la conveniencia se antepone a la justicia, el poder corrompe la sabiduría, los instrumentos técnicos están distanciados de la dignidad humana y el egoísmo margina el bien común”.