Santa Magdalena Jicotlán, Oax.- Algunas personas afirman que se trata de un “pueblo fantasma”, pues no se ve deambular a sus pobladores durante largas horas del día, pero en un recorrido por sus calles sin pavimento se les puede observar en diversas actividades.
La agricultura, la panadería y otras bucólicas actividades son parte del devenir de Santa María Jicotlán, un pueblo alejado de la tecnología, pero cuyos habitantes afirman que lo más importante para ellos es la tranquilidad.
El presidente municipal Roberto López Hernández lo resume: “Aquí la gente trabaja en el campo, otros son panaderos u albañiles. Cuidan a sus animales y siembran; es a lo que nos dedicamos aquí, pero mucha gente se fue por falta de fuente de trabajo, la mayoría está en la Ciudad de México, Oaxaca y Puebla”.
Jicotlán se localiza en el estado de Oaxaca, un estado que según datos oficiales cuenta con la mayor diversidad étnica y lingüística del país, representa 4.8 por ciento de la superficie total nacional y se ubica en el quinto lugar del país con 570 municipios.
Las señoras realizan labores del hogar o ayudan a sus esposos a elaborar pan, como es el caso de Inés López, quien junto con los ocho integrantes de su familia elabora diferentes tipos de este alimento.
“Inecita”, como le dicen todos en el pueblo, comenta que siempre ha vivido aquí, que aquí se casó y que solo dos de sus hijos viven con ella. Uno más se fue a Puebla y el cuarto, a la capital del país.
Los hombres se dedican a labores del campo o a cuidar sus rebaños, por lo que su presencia solo puede ser apreciada muy temprano en la mañana o por la tarde.
Una de las cualidades de Jicotlán son sus calles limpias y bien cuidadas, como la parte central donde se encuentra el jardín, la Iglesia y el palacio municipal, única zona que cuenta con pavimento y una calle de adoquín, donde todos sus habitantes realizan trabajo comunitario o tequio, para mantener el orden.
En Jicotlán existe un templo católico dedicado a Santa María Magdalena, construcción de mediados del siglo XVIII con influencia barroca, que en su interior alberga piezas de plata y oro.
El quiosco, las dos fuentes, el reloj y el adoquín fueron donados por pobladores que decidieron emigrar en busca de otros horizontes. Una constante que, según el antropólogo Moisés Cruz, originario del pueblo, es la razón principal de su poca población.
Moisés explica que el pueblo está dividido en cuatro cuadrantes con el mismo número de barrios que llevan nombres de arcángeles: Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel, en una evidente muestra de religiosidad.
Jicotlán es un poblado donde todos se conocen y no existe la inseguridad, el único sonido que se puede escuchar a lo largo del día es el generado por la naturaleza: el trinar de los pájaros y desde cualquier punto del pueblo, las campanadas del reloj cada 15 minutos y cada hora el “Ave María”.
Leticia Márquez, es “policía auxiliar”, atiende junto a su madre y un hijo una de las tres tiendas con las que cuenta el pueblo, pues no existe mercado o algo parecido.
Su labor consiste, aunque puede sorprender, en avisar al presidente municipal cuando se presenta algún extraño por el lugar, no porta armas ni uniforme. Otras cinco personas realizan la misma actividad.
Los usos y costumbres forman parte importante de esta zona del país, ya que en una asamblea popular, sus habitantes eligen al presidente municipal, al síndico, al regidor primero de Obras y Educación, al regidor segundo de Hacienda, y al regidor de Policía y Aseo del Municipio.
Antonio Ávila Soriano, otro de los pobladores de Jicotlán, se desempeña como fiscal de la iglesia dedicada a Santa Magdalena, su labor consiste en llevar los asuntos administrativos, como el control de las misas, recoger y contar las limosnas, además de pagarle al cura.
Con estudios de preparatoria que realizó en Texcoco, Estado de México, el joven de 21 años afirma que vive con sus padres y que además de esa actividad, se dedica a cuidar ganado.
Para Antonio, la tranquilidad de Jicotlán es lo que más le gusta. “Jicotlán no tiene comparación con las ciudades que conozco; allá hay mucha inseguridad y aquí se vive tranquilo y en paz”.
Aunque por el momento no tiene pensado continuar sus estudios, cuando tiene oportunidad se va, junto con sus amigos, a los poblados cercanos a divertirse en las fiestas. En otras ocasiones se juntan para jugar futbol y platicar.
Félix Santiago, quien ha tenido la oportunidad de salir de su Jicotlán a otras ciudades como Guadalajara, Puebla o la capital del estado, coincide con Antonio: “Vivir sin presiones, es lo que más me gusta de aquí (…) la tranquilidad y nuestras tradiciones”.