París.- Pese a una serie de obstáculos, la tenista estadunidense Serena Williams se disfrazó de Houdini y escapó con vida de su partido frente a la suiza Timea Bacsinszky por parciales de 4-6, 6-3 y 6-0, por lo que se instaló en la final de Roland Garros.
Agobiada por una tos que la acompañó a lo largo de una hora y 54 minutos, la número uno del mundo sacó adelante un desafío en el que estaba set y quiebre abajo, en lo que significó su cuarta remontada en este torneo.
La experiencia de la vigente campeona olímpica es tal, que se ha dado el lujo de desgastarse en tres mangas en casi todos sus compromisos, todo para irrumpir por vigésima cuarta ocasión en una final de Grand Slam y seguir en vías de proclamarse la más ganadora en la Era Abierta.
Enfrente se topó con una inspirada helvética que le faltó al respeto y llegó a comandar el tanteador 6-4, 3-2 y saque, apoyada en la satisfacción de jugar su primera semifinal de un “Major”.
La preclasificada 24 llegó con un primer trimestre de ensueño, en el que se robó los reflectores durante su estancia en México, pues en cuestión de días se coronó en Acapulco y en Monterrey.
Pero el escenario de tener a la mejor del orbe rendida a sus pies la sorprendió de tal manera que, en forma involuntaria, la invitó a recobrar fuerzas y la menor de las Williams es experta en hacer demoler un edificio en cuanto ve una grieta.
Una decena de “games” consecutivos adornaron la formidable reacción de la norteamericana, que pretende mejorar su registro a 20-4 en instancias definitivas de los cuatro “grandes” y así poner a tambalear en la cima a la alemana Steffi Graf, quien posee 22 y es la mandamás de la lista que integra resultados a partir de 1968.
El ritmo demoledor de la estadunidense hizo estallar a la cancha Philippe-Chatrier, que presenció el fin del encuentro con un error de revés de su adversaria, entonces Serena respiró aliviada y desde las gradas recibió la aprobación de su madre y las felicitaciones de su entrenador, el francés Patrick Mouratoglou.
Pero antes de hacerse de su tercera Copa Suzanne-Lenglen, que ya se adjudicó en 2002 y 2013, la mandamás del circuito femenil deberá cumplir con una última tarea: acabar con el sueño de la checa Lucie Safarova, 13 en la siembra.