Buenos Aires.- El escándalo de corrupción descubierto en la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) reforzó la crisis que enfrenta el futbol en Argentina con clubes endeudados, violencia, descrédito de dirigentes y sospechosas transferencias de jugadores.
La liga argentina es una de las más prestigiosas del mundo por la calidad de sus planteles, pero en los últimos años múltiples problemas han ensombrecido un deporte que millones de aficionados siguen aquí con un fervor religioso.
El principal responsable de esta crisis es Julio Grondona, el presidente de la Asociación del Futbol Argentino (AFA) que falleció en julio de 2014, después de comandar durante 35 años los designios del futbol en este país sudamericano.
Grondona, a quien el expediente de la justicia de Estados Unidos acusó de haber recibido sobornos por la organización de cuatro Copas América, fue nombrado al frente de la AFA en 1979 y luego sumó aún más poder como vicepresidente de la FIFA.
Cuando murió, los equipos de Primera División tenían una deuda colectiva de casi 300 millones de dólares por malos manejos financieros en la compra de futbolistas, gastos administrativos y mantenimiento de instalaciones.
Otro fantasma que quedó ligado a la larga era “grondonista” es la permanente violencia que hay en las canchas, casi 300 muertos por enfrentamientos entre las llamadas “barras bravas”, que son facciones de golpeadores que operan al amparo de las escuadras.
Las barras bravas son una especie de “Frankestein” del futbol argentino, ya que en principio las franquicias las organizaron como un grupo parapolicial, infiltrándolas en las zonas populares a fin de vigilar a los fanáticos y evitar robos.
Con el tiempo, estos conjuntos fueron adquiriendo mayor poder porque las dirigencias les otorgaron la concesión para la venta de comida en los estadios o en sus alrededores, el cuidado del estacionamiento y la venta de banderas, gorras y camisetas.
Cuando las barras comenzaron a presionar a los mandatarios de los equipos, con amenazas de por medio, consiguieron también un margen de entradas para los partidos que vendían por su cuenta, con lo que obtenían jugosas ganancias.
La cereza del pastel son los viajes internacionales que realizan como parte de las delegaciones oficiales de los clubes que disputan torneos en el extranjero, e incluso en los cotejos de la selección “albiceleste” en los mundiales.
Hoy las bandas de violentos son incontrolables, ya que forman parte del poder que adquieren los dirigentes dentro de las escuadras, además de que es usual que también sean respaldados por los jugadores, ya que se considera que forman parte del “folclore” del balompié argentino.
El descrédito de los dirigentes se acentuó hace dos años, cuando la justicia argentina desarticuló una red de lavado de dinero que operaba a través de irregulares transferencias de elementos argentinos a cuadros europeos.
Las autoridades descubrieron que las negociaciones se triangulaban con bancos de Uruguay y Chile para evadir impuestos, y que algunos cambios eran meras pantallas, porque había quienes jamás vestían la camiseta de su supuesto nuevo equipo, o lo hacían por un periodo muy breve.
Sin Grondona al frente y ahora acusado de corrupción, la AFA enfrenta una encrucijada para sanear la operación del futbol en un país que defiende el honor de haber sido dos veces campeón del mundo.