Brasilia.- Las últimas tribus aisladas del continente americano salen de las florestas amazónicas para entrar en contacto con poblaciones pertenecientes a lo que los blancos llaman “civilización”, exponiéndose a su extinción definitiva, según una investigación financiada por el Centro Pulitzer para la Cobertura Informativa de Crisis.
El estudio fue publicado por la revista estadounidense Science, y refiere que las apariciones de pobladores originarios se multiplican en los bosques tropicales que emergen en las fronteras entre Brasil y Perú.
La Fundación Nacional del Indio (Funai), agencia del gobierno brasileño que establece las políticas relacionadas con los pueblos indígenas, entró en contacto con cinco tribus aisladas entre 1987 y 2013; pero sólo en tiempos recientes tres grupos se han aproximado a sitios habitados.
Son, por ejemplo, los xinane, los korubo y los awá guajá de la frontera con Perú, y ha sido el periodista Andrew Lawler quien confirmó en la revista Science que existen otros contactos.
Algunos gobiernos que comparten con Brasil el territorio amazónico –que para ese país significa el 57 por ciento de su territorio, superior a los ocho y medio millones de kilómetros cuadrados-, ya no niegan la existencia de tribus aisladas; pero se trata de crear reservas para mantener a estos grupos al margen del resto del mundo.
Hay antropólogos sociales que han señalado las causas que pueden estar empujando a esas tribus fuera de la selva: los taladores ilegales, los cazadores furtivos, la minería, las prospecciones petroleras, los conflictos con otros grupos aislados, la falta de alimento y el tráfico de drogas de Perú a Brasil.
Otra amenaza es la transmisión de enfermedades contra las que no tienen defensas, males infecciosos que los contagian madereros, mineros, misioneros, narcotraficantes, delincuentes e investigadores, en su mayoría blancos que hacen recordar los tiempos de la conquista, colonización y evangelización de América Latina en el siglo XVI.
Según la investigación revelada por Science, casi cuatrocientos integrantes de una tribu perdida en el fondo de las selvas brasileñas murieron en la década de 1980 por enfermedades después de entrar en contacto con “garimpeiros”, gambusinos dedicados a la extracción de oro en los más de mil afluentes del río Amazonas.
“Estamos en el umbral de la extinción de las antiguas culturas del pasado”, sostiene una pesquisa de Pro Purús, organización científica dedicada a preservar la biodiversidad de las comunidades indígenas amazónicas.
La investigación difundida por Science destapa la falta de preparación de los gobiernos de Brasil y Perú para enfrentarse a esta oleada de contactos, para cuyos responsables en la materia resulta imposible cubrir esta cantidad de territorio poco presupuesto.
Las enfermedades adquiridas en un primer contacto pueden exterminar hasta al 90 por ciento de una tribu, y en Brasil no acaban esos problemas, sino que preocupan a exploradores del prestigio de Sydney Possuelo, quien fundó en 1987 el Departamento de Tribus Desconocidas, para quien la Funai “está muerta”.
En 2014, el gobierno brasileño de aprobó un presupuesto de 1,15 millones de dólares para localizar y proteger a los pueblos aislados, un 20 por ciento de lo que pedía la Funai; pero en 2015 se ha concedido la misma cantidad, esta vez un 15 por ciento de lo solicitado.
Los expertos acusan al Poder Ejecutivo de anteponer el crecimiento económico a los derechos de los pueblos indígenas, y hay datos que así lo sugieren: sin dinero, la Funai no puede recoger las estadísticas datos necesarias para demarcar legalmente las selvas reservadas a los grupos aislados.
Entre 1995 y 2002, el gobierno de Fernando Henrique Cardoso ratificó 118 solicitudes de tierras por parte de los grupos indígenas; entre 2003 y 2010, la administración de Luiz Inácio Lula da Silva firmó otras 81 y, de 2011 a 2015, Dilma Rousseff ha ratificado once.
“Desde Brasilia, el gobierno ve a los indios como obstáculos para agronegocios como el cultivo de soya, la ganadería extensiva, la expansión de la minería y la extracción de otros recursos naturales”, opinan otros investigadores de la Funai.
Ni ésta ni el Ministerio de Salud tienen planes de contingencia para actuar con rapidez cuando se produce un contacto de los indígenas con la “civilización”, y se recuerda que, en junio de 2014, un grupo aislado de indios amazónicos se acercó al pequeño poblado, cuyos habitantes veían por televisión un juego del Campeonato Mundial de Futbol.
Muchos cayeron enfermos, en tanto el Ministerio de Salud tardaba una semana en enviar a un médico, y cuando éste llegó, los indígenas ya habían regresado a sus florestas vírgenes, con bacterias desconocidas capaces de exterminar hasta al último de ellos.