Río de Janeiro.- Ante la epidemia de dengue que enfrenta Brasil, donde el número de infectados por el virus registró cifras históricas en el primer cuatrimestre del año, el país busca soluciones científicas como mosquitos genéticamente modificados para frenar el avance de la enfermedad, a la espera de que laboratorios internacionales desarrollen una vacuna.
Las cifras presentadas por el Ministerio de Salud reflejan la epidemia que azota sobre todo el estado de Sao Paulo.
Los datos señalan que cada cinco minutos un brasileño contrae dengue y, hasta el 18 de abril pasado, los más de 745 mil casos registrados suponen un aumento del 234 por ciento respecto al mismo período del año pasado.
El sudeste brasileño –donde una media de 575 personas por cada 100 mil habitantes contrajeron el virus- es el más impactado, en especial el estado de Sao Paulo, donde se produjeron 169 del total de 229 fallecidos registrados en todo el país.
Varios jugadores de futbol de clubes del estado de Sao Paulo –Corinthians, Palmeiras, Santos y Sao Paulo- fueron infectados este año con el virus por medio del mosquito transmisor.
El delantero Paolo Guerrero (Corinthians), el portero “Aranha” (Palmeiras), el mediocentro Leo Cittadini (Santos) y el mediocentro Michel Bastos (Sao Paulo) fueron algunas de las víctimas célebres por el virus, que en algunos casos puede llegar a ser mortal.
Ante el avance de la enfermedad, que se transmite por la picadura del mosquito “Aedes aegypti”, y a la espera de que un laboratorio internacional concluya sus investigaciones para comercializar una vacuna en los próximos años, el país sudamericano recurrió a soluciones científicas e ingeniosas.
La Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), que en Brasil se encarga de las investigaciones epidemiológicas, inició el año pasado un programa para producir mosquitos genéticamente modificados que contienen una bacteria llamada Wolbachia que anula la capacidad de los insectos de transmitir la enfermedad a los humanos.
Los mosquitos, que se producen en los laboratorios de la Fundación en Río de Janeiro, son liberados posteriormente por miles, con el objetivo de que, al reproducirse con otros que sí son transmisores, anulen la capacidad de las nuevas larvas de infectar a las personas.
En otras regiones, como en el Amazonas, los científicos brasileños experimentan desde 2009 con otras iniciativas, como la de crear criaderos de mosquitos transmisores con insecticidas que impiden que las larvas lleguen a la vida adulta.
La sustancia empleada (pyriproxyfen) es colocada en los depósitos de agua controlados por los científicos y, al posarse el mosquito para depositar sus huevos, se impide la proliferación de la especie en ese balde de agua.
Asimismo, el mosquito reproductor es impregnado en sus patas con la sustancia, que esparce el insecticida a otros depósitos de agua no controlados por los científicos, aumentando la eficacia de la técnica.
“La gran ventaja de esta técnica, además de ser bien simple, es que el insecticida llega a locales inaccesibles o desconocidos por los habitantes y los agentes sanitarios”, señala Sergio Luz, director de Fiocruz Amazonas, que explica que esta técnica está ideada para zonas remotas.