» Tiene rostro africano la explotación sexual en Italia

Esta nota fue creada el jueves, 19 marzo, 2015 a las 10:35 hrs
Sección: El mundo

Roma.- Como la mayor parte de sus compatriotas, Isoke Aik Pitani, llegó muy joven a Italia con la esperanza de encontrar una vida mejor y terminó esclavizada vendiendo su cuerpo en las calles.

Nigeriana originaria de Benin City, Isoke, sin embargo, se rebeló a su destino y ahora, a 15 años de distancia de su arribo al país europeo, dirige al lado de su esposo y excliente Claudio Magnabosco una asociación que ayuda a legiones de mujeres obligadas a ejercer la prostitución.

Alta, joven y escultural Isoke atrajo inmediatamente la atención de su ahora marido, que confesó que la primera vez que la vio por las calles de Turín quedó “fulgurado” por su belleza, sin imaginar la tragedia que la chica cargaba a sus espaldas.

Mucho mayor que ella, como gran parte de los clientes de las prostitutas extranjeras que se venden en Italia, Magnabosco contrató los servicios de Isoke en un momento de crisis personal.

Fue el inicio de una relación que culminó en boda después de que la muchacha se rebelara a sus esclavizadores (que estuvieron a punto de matarla en venganza por dejar el oficio) y buscara la ayuda de Magnabosco.

“Seguramente yo era la persona menos mala que Isoke conocía en un país que no era el suyo y en el que estaba en situación ilegal cuando, con gran valentía y poniendo a riesgo su vida, decidió cortar con la red de explotadores que la habían esclavizado”, dijo.

Conocer la historia de la muchacha hizo entrar en crisis a Magnabosco, que desde entonces inició una labor de concientización entre clientes de las prostitutas, para hacerles comprender que no contratan los servicios de mujeres libres, sino de esclavas.

Isoke llegó a los 20 años a Italia. Le habían prometido –como a muchas otras- un trabajo de empleada en un supermercado y terminó, como las demás, obligada a ejercer la prostitución.

Su caso es el de miles de extranjeras, en un alto porcentaje nigerianas, que con engaños dejan sus aldeas y pueblos convencidas que en Italia la felicidad está al alcance de la mano con un trabajo honesto.

Según la UNOD, la agencia de la ONU de combate al crimen organizado, más de seis mil mujeres nigerianas son llevadas anualmente a Europa con el objetivo de explotación sexual por un giro de negocios de que supera los 228 millones de dólares.

La organización de ese tráfico de personas es, a su manera, perfecta, explicó Magnabosco.

Los reclutadores conocen a las chicas y a sus familias, visitan sus aldeas y las convencen a realizar el viaje de la esperanza, que -más rápido de lo que se imaginan- se transforma en pesadilla.

En Italia las muchachas quedan a merced de sus explotadores y, sobre todo, son custodiadas por las “mamam”, nigerianas mayores que las someten no sólo con violencia y amenazas, sino también psicológicamente a través de ritos vudú.

Las chicas, jóvenes e inexpertas, son sometidas a un juramento de obediencia durante un ritual en el que donan cabellos, sangre e indumentos, que son colocados dentro de una bolsa de tela y con el que crean, al menos psicológicamente, un vínculo con sus explotadores.

El castigo para las que incumplen el juramento de fidelidad y obediencia es la muerte.

Además, las muchachas quedan atrapadas en un endeudamiento que actualmente llega a ser de hasta unos 80 mil euros, que deben pagar para recobrar su libertad.

Según Magnabosco, es muy difícil romper ese círculo de sometimiento psicológico y material, aunque Isoke lo logró, pues nunca creyó en el vudú y decidió jugarse el todo por el todo.

La red de explotadores, sin embargo, no se dio por vencida y la buscó hasta encontrarla, golpearla y dejarla casi muerta.

Isoke sobrevivió y aunque intentó buscar ayuda en organizaciones oficiales dedicadas a socorrer a mujeres en su situación, el caso no prosperó pues le pedían denunciar a sus verdugos, lo que ella no estaba en grado de hacer, tanto por miedo, como por no saber exactamente quienes eran.

La tragedia de Isoke resume la de miles de mujeres explotadas sexualmente en un mercado que resiste pese a la crisis. Según datos de la Fundación Papa Juan XXII y de la agencia europea de estadísticas (Eurostat) en Italia hay unas 120 mil prostitutas.

De ellas el 26 por ciento es originaria de Nigeria, el 22 por ciento de Rumania y el 10.5 por ciento de Albania, aunque también hay latinoamericanas, chinas, de otros países del Este de Europa y, obviamente, italianas. Del total el 37 por ciento tiene entre 13 y 18 años de edad.

Ahora Isoke, al lado de su marido, ha consagrado su vida a ayudar a mujeres en su situación a través de la organización “Le ragazze di Benin City” (Las muchachas de Benin City) con sede en Génova, ha escrito dos libros sobre el problema e inspirado una película.





           



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