*Tras el atentado en el aeropuerto de Kabul este 26 de agosto, la mayor preocupación de seguridad en este momento no son los talibanes, sino una facción del EI. Incluso los talibanes son demasiado moderados para ellos.
Lo que muchos temían se ha hecho realidad: según los talibanes radicales islámicos, que recientemente retomaron el poder en Afganistán, más de una decena de personas murieron en varias explosiones en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul. Parece probable que la rama afgana de la organización terrorista “Estado Islámico”, Isis-K o EI-K (K significa Khorasan, una región histórica de Asia Central que incluye a Afganistán), esté detrás de los ataques.
Funcionarios estadounidenses ya lo habían dicho al New York Times: los agentes advirtieron que sería un golpe estratégico del EI tanto contra Estados Unidos como contra los talibanes, cuyos dirigentes estaban intentando demostrar que podían controlar el país.
Ya el martes, cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que terminaría la operación de evacuación del aeropuerto de Kabul el 31 de agosto, a pesar de la insistencia de sus aliados, no citó a los talibanes, sino al EI como la amenaza: “Sabemos que el EI-K quiere atacar el aeropuerto y atentar contra estadounidenses, así como contra aliados y civiles inocentes”, dijo Biden en la Casa Blanca. Y añadió que la milicia terrorista era un “enemigo declarado” de los militantes islamistas talibanes.
Lucha entre yihadistas: salafistas versus deobandi
De hecho, ambos grupos llevan mucho tiempo enfrentándose en sangrientas batallas. E incluso este 26 de agosto, agencias informaron que los talibanes habrían interceptado y matado a varios terroristas del EI en sus puestos de control alrededor del aeropuerto. Por otro lado, también se dice que varios guardias talibanes han muerto en el bombardeo.
Las divisiones ideológicas separan a los dos grupos. El EI sigue la escuela salafista del islam; los talibanes, la escuela conservadora deobandi. El Isis-K aspira a un califato que se extienda desde el sur de Asia hasta Asia Central; los talibanes, en cambio, se conforman -al menos por ahora- con un supuesto emirato en Afganistán.
Y como la interpretación de los talibanes de la sharía no le parece lo suficientemente estricta al Isis-K, los trata de “apóstatas”. Más aún cuando los talibanes negociaron un acuerdo de paz con Estados Unidos. Al hacerlo, los talibanes traicionaron los objetivos de la yihad, dicen los terroristas del EI. También es sintomático que, tras la entrada de los talibanes en Kabul, diversos grupos yihadistas felicitaran a los islamistas. El EI (Isis) no lo hizo. En cambio, anunciaron que continuarían la lucha.
Se calcula que el EI en Afganistán, Isis-K, tiene entre 500 y 1500 combatientes, según un informe de la ONU del 15 de julio. El grupo ha reforzado sus posiciones en Kabul y sus alrededores, donde también lleva a cabo la mayoría de sus ataques. El grupo espera reclutar a miembros de los talibanes, que rechazan el acuerdo con Estados Unidos.
El Estado Islámico también espera reclutar combatientes de Siria, Irak y otras zonas de conflicto. Según otro informe de la ONU de principios de junio, hay entre 8.000 y 10.000 combatientes extranjeros en Afganistán.
Un largo rastro de ataques sangrientos
En 2021, el Isis-K ha dejado un sangriento rastro de ataques terroristas: la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) ha contabilizado 77 atentados del EI solo en los cuatro primeros meses de este año, el triple que en el mismo periodo del año 2020. En un atentado con coche bomba atribuido al EI por Estados Unidos, por ejemplo, murieron 85 personas y casi 300 resultaron heridas en una escuela de Kabul a la que asistían principalmente niñas chiíes, a principios de mayo. Un mes después, combatientes del EI atacaron al personal de una ONG internacional de desminado, HALO Trust, en la provincia septentrional de Baghlan. Diez personas fueron asesinadas a tiros. Los talibanes locales estaban apoyando a los desactivadores de minas y habían alejado a los atacantes, declaró a la BBC el director general de Halo Trust, lo que reforzó la imagen de enemistad entre ambos grupos.
El Isis-K empezó a apuntar con sus armas contra los talibanes a más tardar en 2017. En ese momento, los combatientes del EI habían expulsado a los talibanes de la fortaleza montañosa de Tora-Bora. El jefe de Al Qaeda, Osama bin-Laden, se refugió en una ocasión de los ataques estadounidenses en el sistema de túneles.
El Isis-K surgió originalmente de los islamistas paquistaníes del grupo Tehrik-e Taliban Pakistan (TTP). Habían huido a través de la frontera con Afganistán debido a la presión de la persecución en Pakistán y habían jurado lealtad al Estado Islámico bajo Baghdadi, el líder del EI fallecido en octubre de 2014.
En la primavera de 2015, el EI anunció su expansión en Asia Central, bajo el cuño de Isis-K. En ese momento, el EI estaba en la cúspide de su poder en Irak y Siria. Y podía apoyar financieramente y con personal a su filial en Afganistán. Este apoyo se ha agotado en gran medida. Sin embargo, según expertos de la ONU, la cúpula del EI en Siria e Irak, que ha pasado a la clandestinidad, sigue manteniendo contacto con el Isis-K.
(dw.com)