Kirkuk, Irak.- Su nombre de guerra es Pad, el mismo que utilizaba en su antiguo batallón. Dillon Hillier es canadiense, militar de profesión y ha hecho de la guerra su única razón para vivir. Esta vez la guerra la está librando lejos de casa, en el otro lado del mundo, en contra del grupo que se ha proclamado el nuevo enemigo jurado de Occidente: el Estado Islámico.
En su patria, Canadá, Dillon Hillier ha aparecido en las portadas de todos los periódicos. Con apenas 26 años, es un veterano de la Guerra de Afganistán, donde dicen que destacó por su valor en el campo de batalla.
En el país de los talibanes sus compañeros de armas le han puesto el apodo de Pad (en inglés, almohadilla), probablemente por su capacidad de solucionar las situaciones más críticas y difíciles.
En Canadá, Pad podría tener una vida acomodada. Hijo de un destacado miembro del Parlamento de Ontario, habría podido tener una carrera militar de prestigio. Sin embargo, prefirió tomar un avión e ir a combatir en Irak junto a los que considera sus nuevos hermanos y hermanas: las guerrillas de las Unidades de Protección Popular (YPG) y la Unión de Mujeres Libres (YJA-Star)*.
Hace casi dos meses que Pad se unió a las YPG. Está destinado a la base de Matara, pocos kilómetros al sur de Kirkuk, en el norte de Irak. No le gusta ser el centro de atención, pero es consciente de que es una distracción agradable para sus compañeros de equipo y una buena publicidad para la campaña lanzada por el PKK contra los yihadistas.
Nos encontramos en un pequeño depósito en el que se almacenan las armas de las tropas. Me recibe con una sonrisa y me pide que no lo fotografíe y que no grabe la conversación. “Lo siento, pero mi cara últimamente ha salido demasiadas veces en las portadas de los periódicos de mi país. Lo hablé con mis superiores aquí y llegamos a la conclusión de que conviene calmar un poco las aguas”, comienza Pad.
Con casi 1.85 metros de estatura, de complexión media, con el pelo rubio rapado y los ojos claros, Pad se muestra desde el primer momento extremadamente nervioso. No hace otra cosa que encenderse un cigarrillo tras otro, con la mirada perdida en el vacío, o juguetear con un cuchillo pequeño.
“La experiencia en Afganistán me impactó. Sabía que no sería un juego de niños, pero he visto y hecho cosas a las que nadie debería enfrentarse nunca. Cuando volví a casa, con mis seres queridos, ya nada era igual. Ir al cine o tomar una cerveza con los viejos amigos no me daba ningún placer”, dice el joven soldado.
Una vez abandonado el ejército canadiense, decidió embarcarse en una nueva aventura, la guerra contra el Estado Islámico:
“Si se piensa bien, mi vida no ha cambiado tanto. Sí, es cierto, ahora estoy del lado de hombres y mujeres que en diferentes partes del mundo son considerados terroristas. Pero nuestro enemigo es muy similar a Al-Qaeda y los talibanes contra los que luché en Afganistán. El Estado Islámico es una evolución de la organización fundada por Osama bin Laden, una especie de Al-Qaeda 2.0”, afirma.
La legislación canadiense permite a sus ciudadanos alistarse y luchar en ejércitos de otros países. Pero las tropas de las YPG, que en Irak refuerzan a los peshmerga*, no son un ejército regular:
“Técnicamente no soy uno de ellos, no me he alistado. De hecho, llevo un uniforme mío, distinto del suyo. Soy una especie de colaborador, un consultor externo. Me he informado bien, y cuando llegue a casa no voy a tener problemas con la ley. A fin de cuentas, no estoy haciendo nada diferente de lo que hicieron miles de mis compatriotas cuando fueron a combatir contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial”, argumenta.
Pad no parece demasiado interesado en la causa kurda. No quiere hablar de política, no va con él. A él le interesa sólo tener un enemigo al que derrotar:
“No existe en todo el mundo una organización más peligrosa y despiadada que el Estado Islámico. Abu Bakr al-Baghdadi y sus seguidores son los verdaderos terroristas, no los hombres con los que a día de hoy comparto la comida y arriesgo la vida en el campo de batalla”, explica.
“Es absurdo que los gobiernos occidentales pongan en el mismo nivel al PKK y al Estado Islámico. Por lo que respecta a mí, aquí no se hace política, aquí se lucha contra el mal. Es la cosa más hermosa que he hecho en mi vida. Esta es una guerra por el futuro de la humanidad”, refuerza su argumento.
Un número creciente de occidentales se ha unido a las fuerzas kurdas en la guerra contra el Estado Islámico. Varias decenas son también canadienses que han seguido el ejemplo de Pad, que ya es muy popular en su país:
“Estoy contento de que muchos de mis compatriotas hayan emprendido un camino similar al mío. Sé que en Canadá un ex soldado incluso ha fundado una organización que, gracias a una extensa red de contactos de confianza, ayuda a los que quieren luchar contra el Estado Islámico, o Daesh (el acrónimo árabe de Dawlat al-Islâmiyya fî al-Irâq wa s-Shâm, como también se llama el Estado Islámico), como lo llaman aquí.
“Creo que es una manera más segura de adentrarse en una guerra en el otro hemisferio. Yo lo conseguí gracias a Facebook, fue muy simple: un poco de investigación y unas horas charlando por chat, y aquí estoy. Ni siquiera he tenido que pasar ninguna prueba. Pero si hubiese tenido la ayuda de un servicio como el que hay hoy en Canadá me habría marchado con más seguridad”.
Pad debe irse. Le espera una asamblea y antes una llamada telefónica a sus padres en Canadá, con los que mantiene contacto diario. Cuando me alejo de él me lleva a un rincón Apo, un YPG de unos 20 años. Divertido, me muestra en su teléfono un par de vídeos y fotos que muestran a Pad en su nueva vida.
“¿Ves? Hace poco que está con nosotros y ya es una estrella. Todo este material lo he encontrado en internet. Todos lo admiramos mucho por su valor y su profesionalidad. Se enfrenta al enemigo como un león, dispara como si no hubiera mañana”, comenta Apo.
Y todavía, agrega, “cargó a uno de los nuestros, herido en la cabeza, no sé cuántos metros, y lo rescató. Con la ayuda de soldados como Pad y con armas más poderosas habríamos ganado la guerra contra Daesh hace quién sabe cuánto tiempo”.
*Juntos, las YPG y YJA-Star son el brazo armado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El PKK es un movimiento político clandestino armado de inspiración marxista-leninista que cuenta con el apoyo de las masas populares del sureste de Turquía, un área poblada por la etnia kurda. Inicialmente reivindicaba la fundación de un estado independiente en la región del Kurdistán, y luego optó por la adopción de una nueva plataforma política de confederalismo democrático. El grupo está acusado de terrorismo por muchos por sus métodos de lucha, y es considerado actualmente una organización terrorista por Turquía, los Estados Unidos, la Unión Europea e Irán.
**Los peshmerga (literalmente en kurdo “un guerrillero que tiene la intención de luchar hasta la muerte”) constituyen el ejército de la región autónoma del Kurdistán iraquí.