Buenos Aires.- El exgeneral Luciano Benjamín Menéndez se convirtió, a sus 87 años, en el represor argentino con el mayor número de condenas por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar (1976-1983).
El exmilitar ya acumula una decena de fallos en los que se le ha considerado culpable de secuestros, torturas, asesinatos, desapariciones o robo de bebés nacidos en cárceles clandestinas.
Pero los juicios en su contra continúan, ya que recién la semana pasada comenzó un proceso en el que se le acusa de los homicidios de tres militantes de la Juventud Universitaria Peronista ocurridos en junio de 1976.
Además, también están en marcha otros dos juicios en las provincias de Córdoba y San Luis, los cuales podrían culminar durante este año con nuevas condenas en su contra.
Menéndez, quien está preso en una cárcel común, es uno de los personajes más emblemáticos de la última y más sangrienta dictadura que dejó un saldo de decenas de miles de muertos y desaparecidos.
Desde su cargo como comandante del Tercer Cuerpo del Ejército, ubicado en Córdoba, Menéndez operó el terrorismo de Estado en esta región y representó uno de los sectores más radicales del régimen militar.
En 1988, cinco años después de que terminó la dictadura, el represor fue acusado de más de 50 asesinatos, pero los casos quedaron impunes gracias a que quedó amparado en las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, mejor conocidas como leyes de impunidad.
Los problemas judiciales jamás terminaron para Menéndez, quien a fines de los 90 incluso terminó detenido por el fusilamiento de presos políticos, aunque, otra vez, logró ser liberado.
Su suerte terminó en 2004, cuando se anularon las leyes de impunidad y se multiplicaron los juicios por los crímenes de lesa humanidad en un país que, por fin, la larga lucha de los organismos de derechos humanos tuvo resultados.
En julio de 2008 enfrentó su primera pena a cadena perpetua por el secuestro, tortura y asesinato de cuatro miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores, y apenas un mes después otro tribunal lo condenó por la desaparición de un senador.
Desde entonces, los juicios en su contra se fueron sucediendo en procesos en los que fue obligado a sentarse en el banquillo de los acusados para escuchar detalladas imputaciones de lesiones graves, desapariciones sistemáticas y secuestros seguidos de desapariciones.
Entre sus víctimas se encuentran los curas Carlos Murias y Gabriel Longueville y el obispo Enrique Angelelli, quienes padecieron torturas físicas y sicológicas y terminaron asesinados en operativos encabezados por Menéndez.