Hace más de un siglo, en la ciudad estadounidense de East Lansing se inició uno de los experimentos de mayor duración en la historia de la ciencia. Cada 20 años, los científicos lo controlan. Después de un retraso provocado por la pandemia, este mes se ha reiniciado el proceso, informa The New York Times.
En 1879, el botánico William James Beal llenó 20 botellas con una mezcla de arena y de semillas de una variedad de plantas y las enterró boca abajo (para evitar que entrara agua) en un lugar secreto en lo que ahora es el campus de la Universidad Estatal de Michigan.
¿Cuánto tiempo seguirían brotando las malas hierbas?
El objetivo era determinar si las semillas germinarían después de permanecer en ese estado durante largos periodos de tiempo. Antes se desenterraba una de las botellas cada cinco años y se plantaban las semillas para ver si crecía algo, pero actualmente, ese procedimiento se lleva a cabo cada dos décadas.
Esta reserva vegetal se conoce como banco de semillas. Beal esperaba comprender mejor cuánto tiempo podrían durar las plantas en el suelo y qué factores desencadenan su crecimiento. Probablemente, estaba tratando de ayudar a los agricultores locales, frustrados por el deshierbe constante pues querían saber cuánto tiempo seguirían brotando las malas hierbas debido a las semillas que ya están presentes en la tierra.
Un secreto muy bien guardado
El botánico le entregó el experimento a un colega en 1910 y, a lo largo del tiempo, los intervalos en los que se desenterraba una botella se extendieron a cada 10 años y luego a cada 20. Para evitar perder el hilo de las pruebas con el paso de los años, se ha desarrollado una especie de grupo de cuidadores de semillas en el estado de Michigan, en el que cada generación de botánicos pasa la ‘posta’ de los ensayos a sus colegas más jóvenes.
Los herederos del legado de Beal toman la seguridad del experimento muy en serio. Para evitar que los vándalos o los curiosos encuentren las botellas restantes, su ubicación es un secreto muy bien guardado. Las excavaciones ocurren en la oscuridad de la noche, con palas y antorchas.
Otra botella, una de las cinco restantes de las 20 originales de Beal, tenía que ser recuperada del suelo en 2020, pero el experimento tuvo que ser pospuesto debido a los cierres del campus relacionados con el covid-19.
El envase tuvo su momento de gloria retrasado el pasado 15 de abril por la madrugada, cuando el equipo de cuidadores de semillas, dirigido por el profesor Frank Telewski, lo sacó del lugar secreto. Las semillas recuperadas se colocaron en una mezcla para macetas y se llevaron al laboratorio.
Más desafiante que simplemente no olvidar
Telewski, que ahora tiene 60 años, ha seleccionado a tres miembros de la facultad más jóvenes para que lo ayuden con la excavación y continúen con el acceso al lugar oculto del enterramiento de las botellas restantes. Todo el equipo siente la responsabilidad como custodios de un experimento que se ha convertido en un motivo de orgullo universitario, donde uno de los miembros lo describe como “una línea directa a la historia”.
Continuar con el inusual experimento incluye mayores desafíos que el hecho de no olvidar su ejecución con el paso de los años. Por ejemplo, cualquier plan de la universidad para construir o excavar en el lugar donde se encuentran las botellas de Beal debe ser abordado sin revelar la ubicación exacta.
Bajo el ciclo de 20 años, las botellas de Beal se agotarán en 2100, es decir, 221 años después de iniciar el experimento. Hace siete años, un estudio sobre la viabilidad bacteriana a largo plazo, posiblemente inspirado en el trabajo de Beal, se propuso más del doble de tiempo, con la ambición de durar 500 años.
(actualidad.rt.com)