Buenos Aires.- La “Marcha del silencio” que se realizará en Argentina el próximo miércoles será multitudinaria y demostrará la polarización en la que quedó sumergido el país, tras la muerte del fiscal que acusó a la presidenta Cristina Fernández de pactar con Irán.
La división que marca la crisis política argentina fue resumida precisamente por la presidenta, quien en sus últimos discursos aprovechó para criticarlos a “ellos”, a los opositores y los organizadores de la marcha, y defender un “nosotros” en el que caben sus fieles militantes.
El problema de la posición “ellos” contra “nosotros” de Fernández es que deja fuera a un sector de la sociedad que intenta analizar la complejidad de la realidad sin someterse a los relatos paralelos construidos por el oficialismo y por la oposición.
La tensión comenzó el pasado 14 de enero, cuando Alberto Nisman, el fiscal que investigaba el ataque ocurrido en 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), denunció que la presidenta había negociado la impunidad de los iraníes implicados en el atentado.
Aunque la acusación carecía de pruebas firmes, provocó un escándalo que cuatro días más tarde se transformó en una verdadera crisis de Estado, ya que Nisman fue encontrado muerto en su departamento con un disparo en la cabeza.
A casi un mes de la muerte del fiscal, la justicia no ha podido concluir si fue un suicido o asesinato, pero la fecha fue aprovechada para promover una “Marcha del silencio” el próximo miércoles que irá desde el Congreso hasta Plaza de Mayo, y que se replicará en otras ciudades e incluso en el exterior.
El problema es que entre los convocantes hay fiscales que fueron impugnados por entorpecer la investigación del ataque a la AMIA, y opositores que se sumarán sólo para lucrar políticamente con la muerte de Nisman en un año en el que hay elecciones generales.
La oposición política y mediática ha construido hasta ahora un relato en el que valida las denuncias contra la presidenta, responsabiliza al gobierno de la muerte del fiscal, asegura que “la gente” quiere justicia y promueve la “marcha de los fiscales” que no es tal, porque no todos quieren adherirse a la movilización.
El oficialismo, en tanto, se victimiza y asegura que la marcha es en realidad parte de un “golpe blando” que pretende que Fernández no termine su mandato tal y como está previsto, el próximo 10 de diciembre.
Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz 1980, es uno de los personajes públicos que demostró que no todo se divide entre “ellos” y “nosotros”, ya que en su caso no participará de la marcha porque irán políticos que jamás defendieron los derechos humanos.
“Esta marcha en campaña electoral, con una oposición tremenda que ataca pero que no propone, es peligrosa”, aunque aclaró que “me parece bien que los fiscales recuerden a un colega que murió, no se sabe cómo, tiene que haber seguridad para ellos”.
Además, Pérez Esquivel criticó al gobierno por actuar con “bravuconadas” con las que responde a un momento de crisis política, en lugar de convocar a la serenidad y a la reflexión.
“Estamos en un momento muy difícil en el país, con mucho dolor, tristeza y desconcierto en la población, hay que tener mucho cuidado, más una jefa de Estado, que tiene que traer calma y no seguir con esta política de confrontación permanente”, advirtió.