Ciudad del Vaticano.- Los poderosos del mundo, quienes concentran más recursos económicos y políticos, parecen concentrarse en enmascarar los problemas y ocultar los síntomas del cambio climático, denunció el Papa.
En su encíclica “Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común”, un esperado documento del magisterio pontificio difundido este jueves por el Vaticano, lamentó los intentos por reducir la percepción pública sobre algunos impactos negativos del cambio climático.
En el documento, de 192 páginas, Francisco entró de lleno en el debate sobre el cambio climático y estableció claramente su convicción de que el calentamiento global se encuentra en curso y sus consecuencias “podrán ser cada vez peores” si el mundo continúa con los actuales modelos de producción y de consumo.
“Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático”, indicó en el capítulo uno bajo el subtítulo “Contaminación y cambio climático”.
“En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular”, añadió.
Estas palabras fueron incluidas en la encíclica sin importar las campañas críticas preventivas que pretendieron evitar que el líder católico se pronunciase sobre el cambio climático, lanzadas especialmente por grupos conservadores estadunidenses y de otras partes del mundo.
Además, Jorge Mario Bergoglio ignoró la presión de la industria del petróleo y en su documento calificó de “urgente e imperioso” el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable.
“La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan”, estableció.
Aunque reconoció que otros factores como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar son causas del cambio climático, insistió que numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitidos sobre todo a causa de la actividad humana.
Precisó que esta contaminación se ve potenciada por un patrón de desarrollo basada en el uso intensivo de combustibles fósiles, corazón del sistema energético mundial, y por el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agricultura.
Más adelante, Francisco entró al análisis de las consecuencias indirectas del cambio climático sobre recursos imprescindibles como el agua potable, la energía, la producción agrícola de las zonas más cálidas y la biodiversidad del planeta.
“El derretimiento de los hielos polares y de planicies de altura amenaza con una liberación de alto riesgo de gas metano, y la descomposición de la materia orgánica congelada podría acentuar todavía más la emanación de anhídrido carbónico”, abundó.
“A su vez, la pérdida de selvas tropicales empeora las cosas, ya que ayudan a mitigar el cambio climático. La contaminación que produce el anhídrido carbónico aumenta la acidez de los océanos y compromete la cadena alimentaria marina”, añadió.
Estableció que si la actual tendencia continúa, este siglo podría ser testigo de “cambios climáticos inauditos” y de una destrucción sin precedentes de los ecosistemas, con graves consecuencias para todos.
Por eso consideró que el cambio climático es un problema global con “graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas”, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad.
Además estableció que la mayoría de los afectados por las consecuencias de este cambio serán los pobres, que viven en lugares particularmente afectados y cuyos medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales como la agricultura, la pesca y los recursos forestales.
Sostuvo que los cambios del clima originan migraciones de animales y vegetales que no siempre pueden adaptarse, y esto a su vez afecta los recursos productivos de los más pobres, quienes también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos.
“Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna”, constató.
“Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil”, apuntó.
Lamentó que sea todavía sea exiguo el acceso a energías limpias y renovables en el mundo, urgió a desarrollar tecnologías adecuadas de acumulación, aunque reconoció significativos avances que “están lejos de lograr una proporción importante”.
En la encíclica, el Papa también alertó sobre el exagerado uso del agua y la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza “niveles inauditos”.
Insistió en que ya se han rebasado “ciertos límites máximos de explotación del planeta”, sin que se haya resuelto el problema de la pobreza y la calidad del vital líquido para los más necesitados.
Advirtió que mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado.
Pero ponderó que el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
“Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”, estableció.
“La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes”, apuntó.