Mañana estarán juntos en la cumbre de la APEC en San Francisco, en una reunión muy solemne a la que presentan como una oportunidad para discutir temas polémicos —comercio, seguridad, Taiwán, etcétera— y también para estabilizar las relaciones entre los dos países. Parece que muchos directores ejecutivos importantes también se darán cita allí.
Sin duda, Joe Biden y Xi Jinping tienen muchas cosas que discutir, incluida la crisis del fentanilo en Estados Unidos y el papel de China en el comercio de este narcótico altamente adictivo, un tema que Financial Times cubrió en un maravilloso artículo gráfico, y que además abordé en mi columna de ayer. Tal vez lo más importante es que los dos países buscan restablecer las comunicaciones militares para evitar conflictos accidentales.
Pero si bien se verán muchos aspectos alegres en torno a la reunión, los temas centrales entre los dos países no se están volviendo más fáciles. Recientemente le pregunté a un funcionario de la Casa Blanca si podía imaginarse a las dos naciones colaborando en algún aspecto de la transición a la energía limpia, por ejemplo, algo en lo que todos tienen interés. Esta persona, que no tiene una posición de línea dura contra China, comenzó a hablar sobre cómo era imposible imaginar algún tipo de cooperación allí, dadas las décadas de robo de propiedad intelectual por parte de Pekín. ¿Había algún tema global en el que los dos países pudieran trabajar juntos? Respuesta: tal vez en el alivio de la deuda de los mercados emergentes, pero eso lo voy a creer cuando lo vea, ya que la nación asiática tiene que lidiar con sus propios problemas de una enorme deuda interna, así como con las amortizaciones de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Es cierto, las cosas no serán más fáciles si Donald Trump es elegido como presidente de Estados Unidos, algo que muchos analistas políticos ahora ven como una gran posibilidad (ya es un candidato seguro para la nominación republicana), pero incluso si suponemos que no habrá ningún arancel estadunidense de 10 por ciento sobre los productos chinos, ni habrá algún conflicto en torno a Taiwán, las agendas económicas centrales de las dos naciones simplemente no funcionan bien juntas en este momento.
China y Estados Unidos se están desvinculando, pero eso no significa que la economía china se esté reequilibrando lejos de la fabricación hacia un mayor gasto de consumo. De hecho, la participación del producto interno bruto (PIB) de fabricación en el país está aumentando, no disminuyendo, a medida que traslada a las fábricas el estímulo fiscal que solía distribuirse al sector inmobiliario. Eso significa que la economía china estará más impulsada por el Estado y más orientada a la inversión, en un momento en que EU y Europa también invierten más estímulo fiscal en sus propias regiones. Esto constituye una verdad incómoda, no todos los países pueden hacer crecer su sector de fabricación al mismo tiempo (lea lo que escribió el economista Michael Pettis sobre este tema en Financial Times).
La administración Biden dejó en claro que si China intenta introducir más productos baratos en el mercado estadunidense, utilizará aranceles para impedirlo. Se podrá decir lo mismo y más si llega Trump 2. Incluso los europeos se están enfrentando al problema del dumping chino, con una nueva investigación sobre los vehículos eléctricos chinos baratos. Las conversaciones sobre acero limpio entre Estados Unidos y la Unión Europea comenzarán de nuevo a finales de año, lo que puede brindar una oportunidad para que las dos regiones se unen en cadenas de suministro compartidas que crearán más sinergias y reducirán la replicación y la inflación en el mercado transatlántico de tecnología limpia, pero eso no resolverá el problema principal, que es que China no ha sido capaz de estimular su propio gasto de consumo, y sigue dependiendo de ser una fábrica para el mundo, aunque en bienes de mayor margen. Todo esto me parece una receta para más guerras comerciales el próximo año.
Ed, me volví un poco más optimista sobre la posibilidad de que ambos países puedan evitar una guerra caliente, pero menos optimista sobre la posibilidad de una mejora de los desequilibrios económicos de EU o de China. ¿Estás de acuerdo? ¿Y qué esperas, si es que esperas algo, de la reunión de la APEC de esta semana?
Lecturas recomendadas
-Anya Schiffrin, catedrática de la Universidad de Columbia, y otros académicos publicaron un nuevo artículo bastante sorprendente sobre cuánto tendrán que pagar plataformas como Google y Meta a las editoriales de noticias si se aprueba la Ley de Competencia y Preservación del Periodismo (JCPA, por su sigla en inglés): entre 11 mil 900 y 13 mil 900 millones de dólares al año. Pensemos en cuánto más trabajo periodístico se podrá hacer si las editoriales pudieran recuperar ese dinero, que procede de la monetización desleal de su contenido original.
Financial Times publicó muchos artículos interesantes esta semana. Aquí comparto algunas recomendaciones:
-El ensayo en Weekend FT de mi colega Simon Kuper sobre los oligarcas es una lectura obligatoria en la era de Musk y Putin.
-Y para rematar la oscuridad, lean a Martin Wolf sobre lo que significará un segundo mandato de Trump para el mundo.
-Me interesó este artículo de The Economist sobre cómo los gigantes de tecnología de Silicon Valley permiten el ascenso en EU de enormes grupos chinos de fast fashion (moda rápida) como Shein y Temu. La industria textil estadunidense recientemente se quejó de que estas empresas eluden las restricciones impuestas a los productos fabricados con mano de obra forzada (una buena parte del algodón chino procede de Xinjiang, donde estas condiciones son endémicas) aprovechando las normas de minimis. Estas reglas permiten que pequeños paquetes ingresen a Estados Unidos sin ser rastreados y contabilizados como los grandes envíos.
Edward Luce responde
Rana, creo que Biden ha hecho un trabajo eficaz desde el verano para estabilizar las relaciones entre EU y China, como escribí en una columna hace un par de semanas. Aunque es poco probable que se produzcan avances espectaculares, no debemos subestimar el valor de un periodo más tranquilo en esta importantísima relación. Aparte de reanudar su conversación con Xi, el objetivo más realista de Biden en San Francisco será restablecer las comunicaciones entre militares, lo que proporcionará cierta seguridad de que el error y la confusión no llevarán a los dos gigantes a un error de cálculo catastrófico al estilo de la Primera Guerra Mundial. Biden también querrá que Xi le ayude a contener a Irán y a sus aliados en Líbano y Yemen. China puede perder tanto como Estados Unidos con una guerra más amplia en Medio Oriente en términos de aumentos de los precios del petróleo y disrupciones económicas.
La desaceleración económica de China —en concreto, su incapacidad para recuperarse de la pandemia— es la otra razón por la que los lazos bilaterales están mejorando. Xi Jinping no puede darse el lujo de añadir una crisis de política exterior al malestar interno de China. Dudo que Joe Biden quiera ayudarle en esto último. Por primera vez en la historia, la inversión extranjera directa en China alcanzó un saldo neto negativo, ya que las empresas repatrian cada vez más sus ingresos, en lugar de reinvertirlos en sus operaciones en China. Llámese desvinculación o reducción del riesgo, creo que la pauta está marcada. Obvio, esto será aún más cierto en una administración Trump altamente proteccionista, de lo que es bajo el gobierno de Biden. Se suponía que la APEC tenía que ver con la integración económica multilateral. Es una extraña ironía que su único uso real en la actualidad sea servir de tapadera para una cumbre bilateral entre Estados Unidos y China.
(milenio.com)