» Matanza de estudiantes en Kenia, vergüenza para la humanidad

Esta nota fue creada el sábado, 11 abril, 2015 a las 19:40 hrs
Sección: El mundo

Cynthia Cheroitich fue una sobreviviente de la espantosa masacre cometida por el grupo extremista islámico Al Shabab en la Universidad de Garissa, en Kenia. La estudiante, de 19 años, apareció dos días después del horrible hecho. La joven se mantuvo escondida en un clóset durante dos días a la espera de que el terror pasara.

Dentro de su pequeño espacio, escuchó los gritos de sus compañeros mientras los extremistas disparaban a quemarropa y hacían detonar cargas explosivas. Los terroristas tardaron más de 16 horas en su cometido y las autoridades jamás aparecieron…16 horas.

En su reclusión, Cynthia rezaba pidiendo a Dios que la protegiera. El saldo del hecho fueron 148 inocentes muertos, en su mayoría estudiantes universitarios. La mayoría de las víctimas eran también cristianos, como Cheroitich.

A esta joven solo lograron sacarla del armario después de que una profesora la convenciera de que todo había pasado y que podía abandonar su refugio, segura de que nada le sucedería. Eso sí, antes de salir del escondite preguntó a los policías que acompañaban a la profesora “¿Cómo sé que ustedes son, efectivamente, policías kenianos? ¿Cómo sé que no viene con ellos?”.

Los hechos ocurridos en la universidad keniana son los más atroces en cuanto a pérdida de vidas humanas desde 1998, cuando Al Qaeda dinamitó la Embajada de los Estados Unidos ubicada en Kenia, matando a más de 200 personas, 12 de las cuales eran de nacionalidad estadounidense.

La Universidad de Garissa fue atacada por hombres armados cerca de las 5:30 a.m. del 2 de abril, según se informó en los medios. Al Shabab, la organización armada islamista somalí reivindicó el ataque y publicó una declaración en su página web.

La magnitud del incidente se pudo conocer a medida que algunos sobrevivientes lograban escapar del predio universitario durante el transcurso de la jornada. Los hombres armados mantuvieron como rehenes a alumnos y trabajadores de la universidad durante casi una jornada. Sin embargo es de extrañar la ausencia de elementos de seguridad gubernamental por un lapso tan largo.

En un ritual macabro, los terroristas de Al Shabab separaron a los musulmanes de los cristianos y masacraron a estos últimos, en una interminable orgía de sangre.

Esa noche, el gobierno confirmó que 148 personas habían muerto y que la toma ya había concluido. El retiro de los cuerpos del edificio de la universidad donde estuvieron retenidos los rehenes se extendió durante la noche, y al 3 de abril el número de muertos ascendía a 170, conforme indicó una fuente independiente en Garissa.

Autoridades gubernamentales anunciaron que los cuatro hombres armados involucrados en el atentado habían sido abatidos por miembros de las fuerzas de seguridad kenianas y ofrecieron una recompensa de 215 mil dólares por la cabeza de Mohamed Mohamud, supuesto autor intelectual.

Lo relatado por residentes y por testigos del atentado sugiere que muchas de las víctimas habrían sido asesinadas indiscriminadamente, al menos al inicio del incidente.

Pero, hagamos un somero recuento de actos terroristas ocurridos recientemente: el 7 de enero de 2015, dos terroristas irrumpieron en la redacción del semanario francés Charlie Hebdo en París y asesinaron a 12 personas, entre ellos a dibujantes muy respetados a nivel mundial.

Este acontecimiento estremeció al mundo en rechazo hacia el grave atentado cometido contra la libertad de expresión, despertando una ola de solidaridad nunca antes vista hacia un medio de comunicación, y que reunió de inmediato a varios líderes mundiales.

El 18 de marzo siguiente: 3 terroristas de un grupo relacionado con el Estado Islámico irrumpieron en el Museo Nacional de El Bardo, en Túnez, y mataron a 23 personas, entre ellos a los colombianos Myriam Martínez y Javier Camelo Martínez.

La condena del mundo occidental no se hizo esperar con demostraciones de seguridad hacia Túnez, pequeño país del norte de África, en el cual comenzó, en enero de 2011, lo que hoy conocemos como la Primavera Árabe.





           



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