Brasilia.- “En Brasil no solo fallan la política y la economía, sino hasta las predicciones meteorológicas”, reclaman los responsables de diagnosticar y prevenir las condiciones climatológicas de una nación de dimensiones continentales que atraviesa la peor sequía en un siglo.
Tan grave es la situación en el sureste del país, que no solamente hay una crisis hídrica, sino que el mundialmente célebre Carnaval de Río de Janeiro –y también el de Sao Paulo y de otras ciudades-, aunque no se muestra explícitamente, enfrenta una situación preocupante.
Desde mediados de enero último se anunciaron racionamientos extremos si empeoraba la “seca”, como llaman los brasileños a la sequía, una época temible que, en el siglo XIX, provocaba migraciones catastróficas que movilizaban y mataban a miles de “retirantes”, principalmente en el nordeste.
Ante la falta de lluvias en el sur, lo cual es poco probable, parte de los casi veinte millones de habitantes del área metropolitana paulista -la segunda mayor ciudad de América Latina- tendrán que comenzar un drástico racionamiento de agua.
Ya se estudia traer el líquido de otros estados o de la cercana presa Billings, peligrosamente contaminada, en vista de que la sequía que impide el abastecimiento normal de agua en un 25 por ciento del territorio nacional ha dejado a importantes urbes sin su Carnaval.
Al menos seis importantes municipios informaron desde fines del mes pasado que se cancelaban las celebraciones de la fiesta más importante del calendario nacional, más relevante que el 7 de septiembre, día de la Independencia, y el 15 de noviembre, efemérides de la Proclamación de la República.
Son Cordeirópolis y Oliveira, en Sao Paulo; Itapacerica, Formiga, Arcos y Sao Gonzalo do Pará, en Minas Gerais, además de que la escasez afecta al Carnaval de Río -que inició el viernes 13 con la estruendosa e inigualable alegría brasileña-, cuyos desfiles musicales callejeros reúnen a decenas de miles de cariocas disfrazados de todas las fantasías imaginables.
André Filho -integrante de la directiva de la escola de samba Mocidade Independente del Padre Miguel, uno de los grandes y más afamados conjuntos carnavalescos de la capital fluminense-, siente morir de tristeza ante algo que jamás había ocurrido en ella.
“El agua es necesarísima para refrescar la fiesta, debido a un calor superior a los 40 grados en esta temporada de verano”, dice este personaje, quien también forma parte de los grupos de animación del club de futbol Botafogo, que comparte fama con el Flamengo, el Fluminense y el Vasco da Gama, adorados en Río de Janeiro.
En Sao Paulo, el director de la Compañía de Saneamiento Básico, Masato Yoshimoto, dice que, para ganar más de lo que ya economizaron en un día, sería necesario un racionamiento de dos días con agua y cinco días sin agua a la semana.
Desde diciembre último, Yoshimoto ordenó la baja de presión en las llaves no sólo de la ciudad, sino de todo el estado, el más poblado de Brasil, donde ya es común ver camiones cisternas abasteciendo diversos barrios, sin agua varias horas por día.
Pese a que el país está en plena temporada de lluvias -que va de diciembre a marzo-, las precipitaciones no aparecen, lo que convierte a éste en el segundo año en que no llueve lo suficiente.
Camilo Santana, gobernador de Ceará, uno de los estados históricamente más castigados del país por una pobreza secular, con los de Pernambuco, Bahía, Sergipe y Maranhao, suspendió por decreto la transferencia de fondos para el Carnaval en la capital de una entidad con 176 localidades en emergencia por falta de agua.
Recife, que tiene cuatro de cada diez habitantes con problemas de suministro, dispuso un esquema de racionamiento para proteger el Carnaval del municipio vecino de Olinda, cuya temperaturas estivales llegan a los 44 grados centígrados sobre cero.
Cincuenta millones de brasileños –la cuarta parte de la población del país- sufre esos calores infernales, creciendo la posibilidad de que se multipliquen los cortes de energía debido a que los sistemas de represas que proveen de agua potable a Sao Paulo están en sus mínimos históricos.
El sistema de Cantareira -abastece a 8.1 millones de personas-, cayó al nivel del 5.2 por ciento, mientras que el del Alto Tietê, que suministra agua a 3.1 millones, bajó al 10.4 por ciento, y el de Guarapiranga, que aprovisiona a 3.8 millones de paulistas, tiene una reserva del 39.4 por ciento.
De continuar el ritmo de decrecimiento de febrero, normalmente el mes más lluvioso del año, para abril la megaurbe brasileña estará sin agua, con las autoridades locales tan preocupadas, que el gobernador paulista, Gerardo Alckmin, viajó a Brasilia para hablar del angustiante tema con la Presidenta Dilma Rousseff.