Berlín.- Escapan de países en guerra o de economías que apenas les ofrecen futuro y no cubre sus expectativas: los refugiados que llegan a Alemania están en el punto de mira mediático y político desde hace meses.
La Oficina Federal de Migración y Refugiados informó que en lo que va del año se presentaron 180 mil solicitudes de asilo, el doble que en los primeros seis meses de 2014. Para 2015 se estima que se presentarán 450 mil solicitudes de asilo.
El 30 por ciento de los solicitantes proviene de países en guerra, principalmente Siria, Irak y Afganistán.
Mientras que el 40 por ciento viene de países de los Balcanes, considerados como seguros por las autoridades alemanas.
Vienen huyendo de la pobreza y de la falta de perspectivas en su país. Pero la Convención de Ginebra para Refugiados no les reconoce el derecho de asilo.
En Alemania aumentaron en los últimos meses los ataques contra los albergues que alojan a los migrantes.
Las regiones y los ayuntamientos exigen más medios al gobierno federal porque dicen estar sobrepasados por la constante llegada de ciudadanos extranjeros pero, a menudo, los problemas a los que los refugiados se enfrentan pasan desapercibidos.
El Consejo de Refugiados de Berlín envió recientemente una carta al alcalde de la capital alemana para exigir que la administración cumpla con la ley de asilo.
Denuncian que la ciudad-estado desatiende sus obligaciones dejando a cientos de refugiados en la calle y sin otorgarles siquiera un nivel mínimo de subsistencia.
“Es el deber legal de Berlín acomodar y suministrar alojamiento a los solicitantes de asilo, pedimos que se deje de violar la ley y que los refugiados sean recibidos con humanidad”, declaró en rueda de prensa este miércoles Nora Brezger, del Consejo de Refugiados de Berlín.
Brezger aseguró que cuando un refugiado llega a la ciudad, las autoridades se limitan a entregarles un cupón que les da derecho a dormir en un hostal o pensión, pero no les brindan apoyo en el proceso de instalación en el país.
“No les acompañan, ni siquiera les dan ni una lista de hostales. Cuando llegan a los alojamientos algunos están llenos a causa del turismo y otros les dicen que no acogen a más refugiados porque la administración todavía no les ha pagado esas estancias”, destacó.
Según estimaciones del Consejo de Refugiados, en la actualidad son unos mil los que deben pasar al menos una noche en la calle en Berlín.
“Hay en teoría mil 800 personas que son alojadas en un hostal, pero en realidad sólo hay acordadas 600 plazas con estos lugares, así que hay que preguntarse dónde están los mil 200 restantes”, puntualizó.
Anaz Sharaf-Aldin, un refugiado sirio que reside desde hace un año en Alemania, reconoce que las administraciones están desbordadas y que se enfrentan a un gran reto, pero entiende que los servicios que prestan las autoridades del país no se adaptan a las necesidades de los refugiados.
“La situación va siempre a más, cada día hay una larga fila delante de las oficinas sociales para realizar una petición de asilo, pero se necesitan nuevas reglas y leyes, si no la situación va a ser peor. Yo quiero ayudar a otros compatriotas sirios pero no puedo porque el sistema va en nuestra contra”, aseguró Sharaf-Aldin.
Este ingeniero que había trabajado para Siemens en su país vivió más de 10 meses en un albergue para refugiados en Berlín.
Llegó a Alemania de la mano de su hermano gracias a un programa del estado alemán pensado para la acogida de refugiados.
Con la perspectiva que le da el año de estancia en el país centroeuropeo dice que en la problemática que afecta a los refugiados no es cuestión simplemente de dinero, “sino de oportunidades”.
“A mí me dispararon dos veces en mi país y fui detenido, pero mi historia no es de las más trágicas. Me sorprendo cuando el gobierno alemán habla de integración y no se da cuenta del gran estrés y de la situación de depresión en la que llegan muchos refugiados”, insiste Anaz Sharaf-Aldin.
En su opinión es imposible lograr que los refugiados se integren en la sociedad alemana cuando el único contacto que tienen durante meses con personas del país es a través de los asistentes sociales, la administración y la oficina de empleo. “Estamos totalmente aislados”, recalca.
A las dificultades de vivir en un país desconocido cuya lengua no hablan y cuya burocracia les desborda, se une en algunos casos el rechazo social por parte de grupos de extrema derecha, a quienes se les acusa de haber incendiado albergues para refugiados en distintos puntos de Alemania en los últimos meses.
“La situación es grave, observamos desde hace tiempo un aumento de violencia racista en Brandeburgo y de ataques contra los refugiados. Nadie les pregunta si son refugiados pero su aspecto no responde a los cánones que se reconocen como típicos de Alemania”, dijo Joschka Fröschner, miembro del centro de asesoramiento para víctimas de violencia racista y de extrema derecha “Opferperspektive”, con sede en Brandeburgo.
A su entender, la política no está siendo lo suficientemente activa en este campo.
De hecho, considera que algunas manifestaciones de los representantes públicos ayudan a echar más leña al fuego porque acaban por imponer una retórica en la que hay “refugiados buenos”, procedentes de países en guerra, y “refugiados malos”, aquellos que vienen de países como Rumanía o Bulgaria.
“Este es un discurso que ahonda en la discriminación porque a algunos refugiados se les acusa de abusar del sistema social”, destacó Fröscher.
Los episodios de violencia contra los migrantes siguen habitualmente los mismos patrones. Los refugiados son atacados o insultados por grupos de neonazis en plena calle y, a menudo, de camino a sus albergues, que suelen estar en lugares apartados que les permiten cierto anonimato a los violentos.
Aún así, Fröscher insiste en que también es importante destacar que en la mayoría de lugares en los que se instala un albergue para refugiados también existen iniciativas de bienvenida por parte de la sociedad alemana, a diferencia de lo que ocurría en los años 90.
La continua llegada de refugiados constituye uno de los principales retos de Alemania.
De cara al futuro, tanto las asociaciones que trabajan con ellos como los propios migrantes esperan que se produzcan avances que permitan una mayor integración de estos ciudadanos extranjeros en la sociedad civil porque insisten en que el conocimiento mutuo entre alemanes y asilados tiene siempre un efecto positivo.