Su nombre no está asociado a ningún delincuente que tenga impacto mediático: Lluvia Rocío Méndez. No es hija de algún narcotraficante famoso, no tiene un apellido típico de la zona norteña conocida como el Triángulo Dorado, tampoco apila un largo historial delictivo. Y todo esto le ha beneficiado pues esas circunstancias se conjugan para que ella, buscada por diversas autoridades, se las haya arreglado para no ser detenida.
Aunque no siempre fue así de escurridiza. Por ejemplo, en 2010, las autoridades del Departamento de Justicia de Estados Unidos conocían sus movimientos. Lluvia tenía apenas 23 años, pero ya era parte de una organización que traficaba toneladas de drogas desde Ciudad Juárez hasta Texas, Estados Unidos, y compartía responsabilidades con su hermana, Melina, con 25 años cumplidos.
En ese entonces los agentes de la justicia estadunidense sabían que las hermanas Méndez se dedicaban a cambiar el dinero del narcotráfico –de dólares a pesos– para enviarlo limpio; y que también ayudaron, años más tarde, a transportar las ganancias de drogas de Estados Unidos a México. Incluso entre sus deberes estaba el pago a los mensajeros y a los traficantes de poca monta.
Lluvia solo era una pequeña pieza de la organización encabezada por Luis Enrique Loya Alcaraz, un narcotraficante que era parte del Cártel de Juárez. Ahí era conocido como El Güero, que con sus contactos alcanzó a tener influencia en entidades lejanas a la frontera como Carolina del Norte y del Sur, Kansas, Nueva York, Ohio y Florida.
A sus escasos 23 años se involucró con rapidez en los negocios del Cártel de Juárez, pero su participación no estuvo exenta de altos riesgos.
Informes revelan que, de hecho, estuvo a punto de morir en 2008, cuando se transportaron 23 kilogramos de cocaína a Burlington, Carolina del Norte. Por esa entrega la organización cobró 300 mil dólares, que luego fueron trasladados a El Paso, Texas, donde Lluvia los recibió.
Pero, al intentar trasladar ese dinero desde el vehículo que traía maletines repletos de dólares, Lluvia fue interceptada y asaltada por un grupo de hombres armados y encapuchados que la amenazaron. Ese día, en ese paraje texano, Lluvia iba acompañada de su hermana Melina. Y fue ahí cuando se perdió el rastro de las jóvenes mexicanas.
En la Corte de Texas se admite que aún no ha sido detenida, mientras que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, la DEA, reveló que existe una orden de captura en su contra, añadiendo un dato por demás relevante: la última ubicación conocida por ellos era Chihuahua, Chihuahua. El rastro de Lluvia desapareció en México.
Luis Enrique El Güero Loya murió en mayo de 2013. Fue encontrado en un predio en Chihuahua, con las manos atadas y asesinado de un tiro de gracia con una calibre .38. Pero todo apunta a que Lluvia, hasta ahora, logró evadir a las autoridades internacionales desde hace más de una década.
Una investigación de MILENIO, con base en reportes de la DEA y expedientes judiciales de Estados Unidos, revela que la agencia antidrogas le perdió el rastro a 83 miembros de bandas narcotraficantes como Lluvia. Algunos de esos informes ubican como último domicilio conocido a alguno ubicado en varios estados de México.
Delincuentes de bajo perfil
Una de las características de estos delincuentes es que en su mayoría no son narcotraficantes mediáticos, que gocen de fama o sean protagonistas de corridos o narcoseries. Más bien suelen ser traficantes cuya identidad casi nunca se ha revelado públicamente, pero que sí figuran en investigaciones federales.
El problema de su discreción o bajo perfil es que existen muy pocas fotografías de ellos y ellas, en otros casos las imágenes son muy antiguas, y con frecuencia ni siquiera hay un retrato hablado de ellos.
Pero todos los informes coinciden en una característica: de la gran base de datos de personas más buscadas por la DEA, los que están en esta lista fueron vistos por última vez en algún domicilio en territorio mexicano, principalmente en Chihuahua, donde radica la última pista sobre 22 narcotraficantes ilocalizables.
Le siguen Baja California (7), Tamaulipas (6), Sinaloa (5), Jalisco (4) y Michoacán (4). En el caso de 21 narcotraficantes, sólo se sabe que están en algún rincón del territorio mexicano.
Eran narcotraficantes de perfil discreto, pero cuyo papel era medianamente significativo en las bandas o cárteles y por quienes ahora se despliegan búsquedas e incluso se ofrecen recompensas a quien brinde información para dar con su paradero. Los perseguidos suelen ser facilitadores y traficantes de cocaína, fentanilo, metanfetamina, o lavadores de dinero, entre otras actividades ilegales.
Si bien en la base de datos de la DEA y en los informes de las dependencias de búsqueda de narcotraficantes aparecen algunos criminales tristemente célebres como Ismael El Mayo Zambada, los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán que aún siguen en libertad o Nemesio El Mencho Oceguera, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), en este caso la mayoría de los traficantes a los que les perdieron el rastro son desconocidos para la prensa.
Una de las tantas y recientes inclusiones en la lista, revela nombres como el de Aarón Mahanaim Orozco Sandoval, un hombre blanco, sin cabello y barba de candado, y que en México nadie había escuchado de él.
Le llaman La Garra o El Compa, es un traficante de heroína a quien no se le ubica colaborando para algún cártel en específico pero hasta hace poco estaba en la lista de los más buscados por la DEA. La última ubicación que se le conoció fue Tlajomulco, en Jalisco. Ahí se esfumó para las autoridades.
La DEA también le ha perdido el rastro a hombres cercanos al Cártel de Sinaloa, como Adelmo Núñez Molina, conocido como El señor de la sierra, un hombre mayor que habría proporcionado asilo a Rafael Caro Quintero en las montañas sinaloenses durante el tiempo que este estuvo prófugo de la justicia. A Adelmo se le ubicó en el poblado de Bacayopa, Sinaloa, cuya población es de unos cuantos cientos de habitantes.
Un artista del escape
Las fichas y los informes de la DEA y del Departamento de Justicia también revelan que hay casos donde se ha extraviado la pista de algunos a quienes incluso las autoridades mexicanas los tenían bien identificados. Uno de esos personajes es otro Núñez: el narcotraficante Amado Núñez Meza.
A este hombre se le identifica en Chihuahua como líder de la pandilla conformada por sicarios y narcomenudistas llamada Los Artistas Asesinos, quienes, según información de las autoridades mexicanas, responden a una facción del cártel de Sinaloa, específicamente a Los Chapitos, hijos del conocido capo.
Amado Núñez Meza, alias M11, es el cabecilla del grupo al que en octubre de 2020 se le achacó el asesinato de Arturo Alba, periodista en Ciudad Juárez.
La banda protagonizó uno de los motines más mortales en la historia del país: el 4 de marzo de 2009, integrantes de Los Artistas Asesinos se enfrentaron con los Mexicles –otro grupo también ligado al Cártel de Sinaloa– en el Centro de Reinserción Social Estatal Número 3, en Ciudad Juárez. Este motín dejó como saldo 20 muertos y diez heridos y tuvo que intervenir directamente el Ejército.
Sólo existe una fotografía de Núñez que la DEA exhibe en sus informes: un hombre que en ese entonces era relativamente joven, de piel brillosa, con corte a ras de pelo, una ceja depilada con una raya que mira de frente.
Este diario tuvo acceso a su expediente en Estados Unidos, que aún guarda párrafos enteros bajo secreto, ya que aún no ha sido capturado. Se revela que se le busca en Estados Unidos por transportar dólares desde ese país hacia México, dinero derivado de las ventas de drogas en la Unión Americana. En total Núñez suma 12 cargos relacionados con actos ilegales de ese tipo y junto a él otras seis personas comparten cargos criminales semejantes.
Sobre Núñez las autoridades estadounidenses revelaron que su último domicilio fue en Durango. Al igual que Lluvia Rocío Méndez, su búsqueda inició por allá del 2010, sin que los mexicanos o estadunidenses hayan logrado dar con él.
Chihuahua, el gigante donde desaparecen narcos
Según la base de datos creada a través de las fichas de la DEA, la entidad donde fue ubicada por última vez la localización de gente que era vigilada o perseguida, es Chihuahua. En este estado, territorialmente el más grande de México, fueron vistos 22 narcotraficantes. Esto representa el 26 por ciento del total de los criminales que han desaparecido en México.
Aunque para las autoridades de la Agencia Antidrogas son objetivos prioritarios e incluso se ofrecen fortunas a cambio de la información para dar con su captura, hasta ahora, al parecer, ni allá ni en México han podido dar con su paradero.
Un caso peculiar es el de Julio Estrada Montaño, también conocido como Yael Navarro Osuna. A pesar de que las autoridades solicitaron la extradición para llevarlo a una corte estadounidense, luego de ser detenido por las corporaciones mexicanas y encarcelado en el Reclusorio Sur, en Xochimilco, Ciudad de México, también desapareció cuando se fugó del penal.
Eso sucedió en 2020, apenas unos meses después de su detención. Y no se fue solo: otros dos reos peligrosos lo acompañaron en la fuga. Julio Estrada trabajaba entonces para Joaquín El Chapo Guzmán y, al igual que su patrón, logró escapar del reclusorio en una camioneta oficial. Así que la búsqueda ha vuelto a empezar.
(milenio.com)