Cuba lleva siete días de desasosiego tras las manifestaciones contra el gobierno de Miguel Díaz-Canel que reventaron el domingo pasado con gritos de “libertad”, ataques a unidades móviles de la policía, enfrentamientos entre uniformados y civiles, asaltos a comercios, apedreo de hospitales públicos, y constantes llamados a la sublevación por las redes sociales.
De aquel domingo a este, el presidente Díaz-Canel ha hablado a la nación casi todos los días para argumentar que lo que ocurre en el país es resultado de un plan “de golpe suave” orquestado por Estados Unidos con el apoyo de sectores políticos ultra conservadores y del gobierno federal del sureño estado de Florida, sede de la mayor parte del exilio cubano.
No obstante, en tres ocasiones el mandatario dejó entrever también la responsabilidad de su gobierno en los sucesos. “Nada de esto nos aparta de la necesaria autocrítica, de la rectificación, de la revisión profunda de nuestros métodos y estilos de trabajo que chocan con la voluntad de servicio al pueblo, por la burocracia, las trabas y la insensibilidad de algunos”, afirmó.
“Hoy vengo a reiterar el compromiso de trabajar y exigir por el cumplimiento del programa que nos hemos dado como gobierno y como pueblo, revisando a la luz de los posibles errores de estos años de presiones intensas”, agregó el sábado Díaz-Canel ante una multitud de seguidores, congregados a pocos metros de la embajada de Estados Unidos en La Habana.
El detonante
La pequeña localidad de San Antonio de los Baños, situada a unos 30 kilómetros de La Habana, fue el detonante de este acontecer cuando más de 300 habitantes del poblado se lanzaron el domingo pasado a las calles en protesta por una semana de apagones, cada día desde las 00:00 a las 06:00 horas, y una aguda falta de alimentos, según vecinos del lugar.
Díaz-Canel se presentó de inmediato en esa localidad y a la tarde dijo a la televisión nacional que entre las demandas contaban “necesidades insatisfechas” de la población. Acto seguido llamó “a todos los revolucionarios a tomar las calles” del país, pero ya se habían expandido los gritos de “libertad” y la violencia por una treintena de localidades de la isla, reflejado todo en las redes casi en tiempo real.
El gobierno no ha precisado todavía la cantidad de personas detenidas y heridas en esos sucesos. Solo ha reconocido el fallecimiento en la tarde del lunes de Diubis Laurencio Tejeda, de 36 años, en un fallido intento de asalto ese día a una estación de policía en el sur-este de La Habana.
La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, solicitó una “investigación independiente, transparente y eficaz” de los sucesos. Human Rights Watch dio a conocer en tanto un listado de 400 personas, identificadas con nombre y apellido, de las cuales, afirma “se desconoce el paradero desde el comienzo de las marchas del pasado domingo en Cuba”.
Reacciones al interior de Cuba
En paralelo a todo esto, cada cubano en la intimidad de la familia, en los lugares de trabajo o en las redes sociales se preguntan “¿a dónde conducirá este desasosiego?”, mientras la prensa oficial solo refleja una parte del problema, centrada en el vandalismo que acompañó a las manifestaciones, y desde el exterior del país se multiplican los llamados a “la sublevación nacional para acabar con la dictadura”.
Entre intelectuales de renombre también han cundido las opiniones encontradas. Israel Rojas, voz líder del popular grupo Buena Fe afirmó en Facebook tras una andanada de críticas por su respaldo a la posición oficial ante la crisis lo han insultado.
“Me entristecen los insultos y las rabias de los demás. Y no tanto por mí, se los juro, sino porque quisiera de todo corazón, poder curar y hacer sentir alegría, amor, algo de paz. ¿Paz? No la paz que se quería que era la de los corredores humanitarios, que es la antesala de la paz de los sepulcros y las fosas comunes”.
Por su parte, el más laureado director cubano contemporáneo de cine, Fernando Pérez, apuntó entre los antecedentes de esta crisis política la falta de respuesta del gobierno a reclamos de diálogo real de parte de sectores juveniles.
“Cuando el 27 de noviembre un grupo de jóvenes artistas se reunió frente al ministerio de Cultura y surgió el 27N dije y luego escribí: En esta acción pacífica percibo el inicio de un nuevo lenguaje que la hace falta a la cultura y a este país (…) Ha pasado el tiempo y las puertas han continuado cerradas, sus voces no encontraron espacios, sino desconfianza, linchamientos mediáticos, manotazos, silencio”.
(milenio.com)