En Costa Rica se está construyendo una embarcación libre de emisiones que pretende revolucionar el transporte marítimo con un velero que será el primero de carga con motor eléctrico en el continente americano.
El sector de la aviación es uno de los sectores que produce más emisiones que contribuyen al calentamiento global de la temperatura. No obstante, según datos de la Organización Marítima Internacional, el tráfico marítimo genera el 15 por ciento de las emisiones globales por la actividad del hombre.
Para romper con esta tendencia, en Costa Rica se está gestando un proyecto que pretende marcar el nuevo paradigma del transporte marítimo internacional. Se trata de la construcción de Ceiba, el primer velero con motor eléctrico del continente para el servicio de transporte de carga marítima 100 por cien libre de emisiones.
Con apariencia tradicional, el velero integra tecnología puntera en el diseño de motores eléctricos, elaborados por una empresa alemana, y de dos cabinas con paneles solares. Asimismo, cuenta con tres grúas en los mástiles que pueden descargar 270 toneladas de carga, y pretende ahorrar 1.000 toneladas de dióxido de carbono al año al 100 por cien de carga (calculadas en 25 años).
De esta manera, Ceiba pretende facilitar la exportación internacional de productos que elaboran los pequeños productores locales y cubrir la huella de carbono del transporte de productos orgánicos y de comercio justo hasta su destino final.
La iniciativa es el primer proyecto de construcción de barcos Danielle Doggett, una joven canadiense que cuenta con más de 15 años de experiencia en veleros tradicionales. Apasionada por la navegación desde la adolescencia, ha instalado en la localidad de Punta Morales-Puntarenas, el astillero donde Sailcargo, la empresa que dirige, está construyendo este ambicioso proyecto.
Cerca de 200 personas se han implicado desde el inicio del proyecto que cuenta con una plantilla conformada por un 50% de mujeres.
Un proyecto que entusiasma a mayores y jóvenes
Para poder arrancar la construcción de Ceiba, con un coste de 4.600.000 dólares, Doggett, puso en marcha una campaña de micromecenazgo. Con esa iniciativa, “hemos alcanzado más de un millón de dólares”, dijo a DW Dogget, apuntando que, tras esta operación inicial, actualmente, “la financiación es en forma de inversiones”, agregó.
Dichas aportaciones proceden de particulares de diferentes lugares del mundo, como es el caso de Steve Abbott. “Soy un pequeño inversor desde hace cuatro años”, relató a DW este jubilado canadiense. “Desde el inicio estoy siguiendo el proyecto”, explicó Abbot, quién decidió participar porque “quiero ser parte del éxito”. “Realmente creo en ello”, recalcó este entusiasmado por la navegación, que siente una fuerte preocupación ambiental.
“Nuestro objetivo para 2021 es poder conseguir el 100 por cien del financiamiento, asegurando el futuro del proyecto”, recalcó la directora de Sailcargo. Por este motivo, “actualmente estamos buscando el millón (de dólares) restante”, apuntó a DW Lea Tunney, responsable de las relaciones con inversiones de Sailcargo desde el pasado mes de enero.
“A medida que aumenta la solidez de nuestras relaciones con los inversores y el reconocimiento internacional, es totalmente posible lograr este objetivo”, consideró Dogget.
“Me hace muy feliz ver el creciente interés mundial en el transporte limpio en el mundo”, declaró Tunney, detallando que “el 14 por cien de las inversiones son de alemanes”.
Esta joven, originaria de Coesfeld, en la región de Norte-Renania-Wesfalia (Alemania) empezó a trabajar en el proyecto en mayo de 2019, tras recibir una invitación de Dogget para incorporarse al equipo después de una visita al astillero en el que estaba trabajando un amigo suyo. “Ser capaz de dar forma a la empresa y contribuir con mi trabajo con algo con un impacto tan importante fueron las principales razones por las que quise unirme a Sailcargo”, explicó.
El impacto de la pandemia
“El hecho de que este proyecto haya sobrevivido a la pandemia habla por sí solo: el mundo quiere una revolución de transporte limpio”, aseguró Dogget. “Cuando se produjo la pandemia, tenía tanto miedo de que las inversiones dejaran de llegar o de que tuviéramos que cerrar el astillero por motivos de salud”, agregó, recalcando que “las inversiones no dejaron de llegar”. Igualmente, ”no tuvimos que detener las operaciones ni por un día”.
“Hemos sido muy cuidadosos desde el inicio de la pandemia, cerramos nuestro astillero para visitantes y cada nuevo miembro del equipo extranjero que llega tiene que ponerse en cuarentena antes de ingresar a Punta Morales”, puntualizó la joven alemana.
Al contar con un equipo integrado por más de 25 nacionalidades, las restricciones debidas a la pandemia del coronavirus tuvieron consecuencias. “Las fronteras de Costa Rica estuvieron cerradas durante aproximadamente seis meses y los carpinteros que planeaban unirse a nuestro equipo no pudieron ingresar a Costa Rica”, lamentó Tunney.
No obstante, “no tuvimos que reducir el tamaño de nuestro equipo: nadie perdió su trabajo, de hecho, nuestro equipo creció”, aseguró la directora de Sailcargo. “Contratamos a mucha gente localmente el año pasado, pero dado que Costa Rica no tiene tradición en la construcción de barcos de madera, todavía dependemos de traer expertos extranjeros”, recordó la joven alemana.
A pesar de ello, el proyecto apuesta por la contratación de mano de obra local. Marvin Jiménez López, que vive a 3 kilómetros donde se ubica el astillero, se integró al equipo hace dos años. “Alguien me dijo que estaban buscando trabajadores de carpintería”, explicó a DW. A pesar de que se trata de una experiencia distinta a la que está acostumbrado, pues normalmente “trabajo en artesanía y también sobre vidrio”, se siente feliz de compartir esta experiencia con personas de otros países.
Misael Ledesma, que vive a 12 kilómetros del astillero, se incorporó un par de meses antes que su compatriota, pero al igual que él no tenía experiencia en el sector. “Yo era pescador, pero me llamó la atención el velero y quería ser parte del proyecto”, declaró a DW.
La crisis sanitaria mundial ha retrasado en seis meses las previsiones iniciales de la finalización de la construcción de Ceiba, que se estimaba a finales de este a finales de 2021, así como la navegación del mismo para mediados de 2022.
(dw.com)