Uagadugú, Burkina Faso.- Después del derrocamiento del presidente Blaise Compaoré, quien permaneció 27 años en el poder, Burkina Faso está pasando página poco a poco.
Este pequeño y pobre país de África Occidental quiere dejar a un lado la corrupción, los abusos y la violencia, y lo quiere hacer siguiendo los ideales heredados de su padre fundador: Thomas Sankara, considerado por muchos como el Che Guevara africano.
Thomas Sankara, militar, político y revolucionario, fue, sin duda, uno de los líderes más carismáticos de todo el continente africano. Fue él quien cambió el nombre de Alto Volta, impuesto por los colonos franceses, por Burkina Faso. Se convirtió en el primer presidente del país (1983-1987), y se distinguió por una amplia serie de reformas encaminadas a erradicar la pobreza.
Murió el 15 de octubre de 1987, cuando un misterioso comando atacó el palacio presidencial de Uagadugú. Los pocos supervivientes cuentan que Sankara les dijo a sus compañeros: “No opongáis resistencia, es a mí a quien quieren”. Alguna ráfaga de disparos, unas granadas, y el cuerpo de Thom Sank, como también se le conoce, cayó al suelo sin hacer ruido, como los héroes homéricos.
Y como en un poema griego, detrás del brutal asesinato se escondía el hermano con hambre de mandar, ese Blaise Compaoré con quien Sankara ha crecido y que lo releva en el poder, bajando el telón a cuatro años de gobierno ilustrado.
Compaoré siempre ha negado, en vano, su participación en el atentado. Ha intentado, por todos los medios, hacer caer en el olvido a su predecesor, cuya figura está envuelta por un aura mítica.
Sankara plantó una semilla en la tierra de los Hombres Íntegros (el nombre de Burkina Faso fue inventado por Sankara combinando dos términos en moré y dioula, las dos principales lenguas del país, que juntos significan “el País de los Hombres Íntegros”). Esa semilla se ha convertido en un árbol que en octubre pasado echó al tirano Compaoré y que pide justicia y elecciones libres.
El viejo Louis tiene una paradita en el centro de Uagadugú. Vende pósters de los grandes de la historia: de Fidel Castro a Muamar el Gadafi, pasando por Martin Luther King y Nelson Mandela.
En un altar así no podía faltar el Capitán Sankara: “Con Compaoré tenía las fotos de Thom debajo de la mesa. Me convocó en varias ocasiones la policía secreta, que amenazaba con arrestarme por cargos de conspiración. Hoy, sin embargo, soy libre para exhibir los retratos de Sankara a la luz del sol”.
En todo Burkina Faso se respira un aire fresco, vivo. La pesadilla de Compaoré se está desvaneciendo, pero no es sólo eso. La semana pasada Mariam Sankara, la viuda de Thomas, volvió a casa después de 27 años de exilio en Francia. La acogió una multitud de gente que gritaba: “óFeliz vuelta a casa, Première Dame!”.
Al bajar del avión pronunció las siguientes palabras, retransmitidas cientos de veces por todas las televisiones locales: “Estoy contenta y orgullosa de ver una vez más al pueblo de Burkina Faso. Es gracias a su coraje y a su espíritu de lucha que el régimen de Compaoré ha sido derrocado. Por fin puedo volver a casa. Y por eso les estaré eternamente agradecida”.
En la inquietud democrática resultante de la insurgencia popular en octubre han surgido varios partidos nuevos y viejos, asociaciones de la sociedad civil y listas independientes. En esta jungla de siglas hay una decena que se proclaman abiertamente “sankaristas”.
En primera línea está la Unión por el Renacimiento del Partido Sankarista (UNIR/PS), dirigido desde 2009 por Stanislas Bénéwendé Sankara (no tiene ningún parentesco con Thomas), un militante sankarista destacado y abogado de la familia del ex presidente.
“Necesitamos una figura fuerte como Mariam para convencer a todos los partidos sankaristas para que se unan en torno a un solo candidato y a un solo partido, como querría la base revolucionaria del país”, dice.
Aunque la misma Mariam ha desmentido los rumores que apuntan a su posible candidatura en las presidenciales, su presencia en el país puede ser de gran ayuda en una fase delicadísima de la transición democrática, en la que las reformas institucionales van de la mano de huelgas laborales y algunos ataques arbitrarios contra miembros del antiguo régimen.
Pero la razón principal de la visita de la viuda Sankara en Burkina Faso está en realidad ligada a la reapertura del largo proceso judicial sobre el asesinato de su marido.
“Ya llevamos 18 años de proceso legal con el expediente de Sankara, ya son 18 años que luchamos contra todas las jurisdicciones que se han ido declarando incompetentes. Incluso estuvimos en la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2006. Hacía falta la revuelta popular para dar un giro a este proceso”, dice Stanislas.
El abogado tiene una visión absolutamente sankarista de la rebelión: “El levantamiento popular fue una consecuencia directa de la forma en que Blaise Compaoré ha manejado el poder después de asesinar a su hermano y amigo el presidente Sankara. Desde el asesinato del presidente Sankara, el 15 de octubre del 1987, hemos vivido un régimen del terror, los asesinatos políticos se han sucedido.
“En 1991 Compaoré se vio obligado a adoptar una Constitución como fachada que limitaba a tres los mandatos presidenciales. Pero él ha ganado siempre todas las elecciones, como Stalin.
“La paradoja es que Burkina Faso era presentado como el país en el que todo va bien, las instituciones funcionan, hay una prensa pluralista, hay crecimiento económico. Pero ¿quién se beneficiaba de este crecimiento? Menos del 10 por ciento de la población. El Partido-Estado que gobernaba en la sombra en todo Burkina Faso”.
Su oficina, el corazón de la del UNIR/PS, es una especie de altar dedicado a Thom Sank: hay una estatua de oro del Capitán detrás del escritorio, al lado de cuadros, estandartes e imágenes suyas. En el centro del patio de la sede del partido destaca un enorme busto pintado a mano.
“Bajo Compaoré nos habíamos convertido todos en esclavos. Pero Sankara enseñó a su pueblo que el esclavo que no organiza su propia rebelión no merece ninguna compasión por su destino. Ahora que los habitantes de Burkina Faso se han liberado de sus cadenas tienen que organizarse para tomar las riendas de su propio destino. Esto es lo que nos enseñó Sankara, atreverse a reinventar el futuro, ser dueños de nuestro destino y seguir adelante”.
Se espera que la deposición de la viuda Sankara acelere la exhumación de los restos del Capitán Sankara, que serán sometidos a las pruebas de ADN para verificar su autenticidad, ya que la tumba fue confiscada por el juez de instrucción en abril.
La familia Sankara siempre ha puesto en duda que los restos de su ser querido estén en el mausoleo de Uagadugú, y asegura que el ex presidente fue arrojado a una fosa común junto con sus compañeros.
Estas y otras escenas de la historia podrían aclararse ahora que, al menos aparentemente, existe la voluntad política de llegar al fondo del proceso. “Finalmente, puedo decir que creo en la justicia de mi país”, dijo Mariam en una rueda de prensa, con lágrimas en los ojos.
También ha ido a rendir homenaje a las tumbas de los mártires de la sublevación de octubre. A su alrededor, un pueblo enfervorizado que ha desafiado el miedo del tirano y ahora, además de los alimentos y la dignidad, reclama también la verdad sobre su mito nacional.