Brasilia.- La plana mayor del gobierno de Brasil llegó el lunes 13 de febrero de 2012 a Río de Janeiro para asistir a la toma de posesión de la nueva presidenta de Petrobras, María das Graças Silva de Foster, Gracia Foster, como le gusta que la nombren.
En medio de nuevos testimonios que pretendieron involucrar a la presidenta Dilma Rousseff en el esquema de corrupción de funcionarios y empresarios -cuya investigación a directivos de la empresa petrolera inició oficialmente con la “Operación Lava Jato” en 2014-, la primera mujer en dirigir al gigante estatal en su historia de más de seis décadas, dejaría su cargo casi tres años después.
Fue relevada por el exbanquero Aldemir Bendine, después de escalar a puestos de responsabilidad, culminando así una carrera dentro de la empresa que le dio oportunidad de comenzar su carrera profesional, para acreditar desde muy joven su servicio social y de pasante de la carrera de ingeniería química.
“Hace más de treinta años que mi credencial de empleada de Petrobras y yo andamos juntas. Aquí, todos los días, registro un capítulo más de mi historia, que ya cuenta con muchos capítulos”, señaló Gracia Foster, prendiéndose su gafete de identificación de la empresa, a la que ingresó el 8 de octubre de 1981.
La alta funcionaria jamás imaginó que, luego de recoger cartón usado y latas vacías para sobrevivir a una infancia pobre en una favela carioca, desde la primera fila del auditorio principal de la empresa en la antigua capital sería aplaudida ese 13 de febrero de 2012 por Dilma Rousseff.
Los ministros de Economía y Energía, los presidentes de las Cámaras de Diputados y Senadores, gobernadores y un numeroso grupo de empresarios, acompañaban a la mandataria en una ceremonia que causó expectación.
Amiga personal de Gracia Foster, la presidenta de Brasil resaltó que su nombramiento para suceder a Sergio Gabrielli fue por “absoluto merecimiento”, dado que conoció Petrobras como la palma de su mano, en la que –hasta el pasado 3 de febrero- había tenido una trayectoria marcada por el rigor profesional y la disciplina administrativa.
Conocida hasta hace unos meses como “la Dama de Hierro” del petróleo brasileño en los medios financieros internacionales, Silva de Foster ganó temprano buena fama como empleada y funcionaria, luego de nacer en un hogar pobre en Caratinga, Minas Gerais.
En 1955, con dos años de edad, su madre, doña Tereza, se mudó a Río de Janeiro con ella y su hermana Rita para rehacer sus vidas, unos meses después del suicidio del presidente de Brasil, Getúlio Vargas, fundador de Petrobras, cuyo lema desde entonces había sido “O petróleo é nosso” (“El petróleo es nuestro”).
Doña Tereza, Rita y Gracia se establecieron en la favela del morro do Adeus, hoy integrado al inmenso y peligroso Complexo do Alemão, donde las hermanas vivían de la recolección de cartones y latas para ayudar a su madre a pagar los gastos escolares.
Estudió ingeniería química en la Universidad Federal Fluminense, en Niteroi, mientras tomaba clases de teatro y, apenas se graduó, tuvo posibilidad de hacer su servicio social como becaria en Petrobras.
Una actuación seria y profesional la ayudó a forjarse un temperamento fuerte en un ambiente dominado por los hombres en casi todas las áreas.
A casi tres años de haber tomado posesión de su cargo como presidenta, no son pocos los directores de Petrobras que le temían cuando, sin previo aviso, ella los mandaba llamar a su oficina del piso 23 del funcional edificio de la empresa, ubicado en el centro de Río de Janeiro.
En sus oficinas, la señora Foster tuvo colgado un gran cronograma con fechas de entrega de obras y plazos para la presentación de informes que exigía cumplir sin excusa ni pretexto.
Incansable y disciplinada, llegaba en taxi a las 7:30 de la mañana y acostumbraba salir a las seis de la tarde, después de haber sido una de las primeras mujeres en trabajar en una plataforma marina en Brasil, supervisando numerosas áreas de prospección y explotación petrolera.
La proeza de haber llegado a la presidencia de Petrobras vio su fin el 3 de febrero de 2015 debido a una “situación insostenible” que Brasil y el ámbito petrolero mundial han conocido de sobra, sin más remedio que entregar la estafeta a Aldemir Bendine, quien debe observar con sumo cuidado el termómetro que evalúe la realidad corrupta de una empresa que no parece tener controles ni transparencia.