Brasilia.- Enfrentando un cúmulo extraordinario de problemas dentro de Petrobras luego de la dimisión de Gracia Foster y la llegada de Aldemir Bendine a la presidencia de la compañía, la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, presumió de conocer la capacidad, competencia y seriedad de la mayoría de sus trabajadores y directivos.
“Hay quienes, como la señora Foster, dedicamos la vida no sólo a la empresa, sino a todo lo que hemos hecho como brasileños de bien”, dice Armando Días Lópes, trabajador pensionado que, desde 1963, laboró en algunas de las 134 plataformas petroleras operadas por la empresa de participación estatal.
En ello coinciden muchísimos empleados que, de ese modo, defienden a quienes –pese al escándalo de corrupción en el que están inmiscuidos empresarios, políticos y exdirectivos- figuran al frente de un consorcio que, desde 2010, dejó de ser la tercera petrolera del mundo en valor de mercado.
“Hay que superar las cifras -228 mil millones de dólares-, a la quinta en 2011 -156 mil millones de dólares-, con producción a la baja, para dar continuidad y ampliar todas las conquistas de Petrobras”, exigió Dilma Rousseff al dar posesión a Aldemir Bendine como nuevo presidente de la empresa el 6 de febrero de 2015.
Hace tres años, Gracia Foster tomaba posesión de la presidencia de Petrobras con saldos y resultados financieros negativos y decepcionantes que heredaba de Sergio Gabrielli, su antecesor, cuyo gran reto, dijo, había consistido en revertir esas tendencias sin lograrlo.
Gracia Foster, además, debía administrar las inversiones que, hasta 2015, pretendía realizar la empresa en los yacimientos descubiertos en las costas de Brasil en 2007, detenidas debido a la investigación que llevan adelante ocho fiscales nombrados por el magistrado Rodrigo Janot en apoyo del juez Sergio Moro.
El diario británico Financial Times consideró a Gracia Foster una de las mujeres de negocios más importantes del mundo, con una vida privada discreta y una familia compuesta por una hija médica de su primer matrimonio, y un hijo periodista de su actual marido, el consultor en telecomunicaciones de origen británico, Colin Foster.
Hoy abatida por una despedida inevitable de la empresa en que inició su vida profesional en 1981, conserva su apariencia de abuela apacible –lo es de una adolescente que solía acompañarla a su oficina- quien, sin embargo, supo enfrentar con decisión y entereza los problemas generados por la corrupción que la llevó a renunciar a Petrobras.
Uno de ellos es que, por orden suya, dos grandes constructoras presuntamente culpables de sobornar a funcionarios de la empresa petrolera –Odebrecht y Andrade Gutiérrez-, están en la “lista negra” que dejó a Bendine, entre aquéllas con prohibición temporal para firmar nuevos contratos.
Foster tuvo que soportar las presiones de los abogados de la constructora Camargo Correa, cuyo presidente ejecutivo, vicepresidente y presidente del Consejo de Administración fueron encarcelados en noviembre de 2014.
En marcha el juicio en contra de quienes resulten responsables y, tras las detenciones de una treintena de empresarios, de corruptos y corruptores, la presidencia de Petrobras prometió transparencia y operatividad por parte de su nueva Dirección de Gobernabilidad, “súper contraloría interna” que debe amarrar las manos a los funcionarios ladrones.
Existe la opinión generalizada de que la nación brasileña pone a prueba sus instituciones, algunas de ellas encabezadas por un “matriarcado” del que habían formado parte Dilma Rousseff –ya sin Gracia Foster- y Kátia Abreu, la ministra-latifundista de Agricultura, quien escenificó la primera disputa del cuatrienio gubernamental.
La presidenta Rousseff tuvo que enfrentar las presiones de la transición ministerial y la desconfianza sobre su liderazgo, puesto en duda por la propia organización que lanzó su candidatura, el Partido de los Trabajadores (PT).
A mediados de noviembre, la entonces ministra de Cultura, Marta Suplicy, dejó su cargo e hizo pública una carta de renuncia en la que pedía a la mandataria un equipo económico independiente que, finalmente, acabó por encabezar el ortodoxo Joaquim Levy.
La enérgica y nada condescendiente jefa del Estado brasileño tiene ante sí la división del PT y el conflicto ético en Petrobras, cuya titular había sido considerada “leal entre los leales”, encontrando genuino apoyo de quien la llamó a resolver problemas y no a crearlos.
“Los planes de expansión e inversión para incentivar la producción deberán diferirse ante la mala actuación de incontables corruptos, cuyas consecuencias las está recogiendo Aldemir Bendine; pero de inmediato debemos pasar esta página negra en Petrobras”, pide Armando Días Lópes, el jubilado para quien es preferible ejecutar acciones y no dar sólo discursos: “Solamente así saldremos adelante”, concluyó.