Debido a que el 14 de Febrero se festeja en todos los países el Día Mundial de las Cardiopatías Congénitas, me pareció muy adecuado revisar para ustedes la información relacionada con la Persistencia del Conducto Arterioso (que en adelante mencionaré como PCA). Las cardiopatías congénitas son un problema muy grave en todo el mundo pues 10 a 12 niños de cada mil nacidos vivos, tienen una cardiopatía congénita, por lo que es la segunda causa de muerte en los niños menores de cinco años.
Se trata de una lesión muy común en México, al grado de que la PCA es la lesión cardiovascular más frecuente en nuestro país. Le siguen la Comunicación Interauricular y la Comunicación Interventricular que analizaremos en otra ocasión. La PCA se presenta en uno de cada 2000 nacidos vivos en nuestro país, por lo que uno de cada cuatro niños que nacieron con una cardiopatía, padecen de una PCA.
Puesto que la tasa de natalidad mexicana es cercana a 20, cada año nacen más de dos millones de niños, así que una cuenta aproximada revela que tenemos unos 1500 nuevos casos de PCA cada año.
Hay varias teorías para explicar la alta frecuencia de la lesión en México y las dos más aceptadas se refieren a la gran altitud del macizo central en nuestro país, que provoca algunas alteraciones en la oxigenación de los bebés al nacimiento y la segunda se refiere a los hábitos alimenticios de las madres.
Todos los humanos tenemos el conducto arterioso abierto y funcionando mientras estamos en el vientre materno, ya que es totalmente necesario que permanezca abierto mientras no hemos nacido. Esto se debe a que toda la sangre del bebé necesita oxigenarse, pero como todavía no respira, será la mamá quien reciba esa sangre en la placenta para brindarle el oxígeno necesario y la devuelva al niño a través del cordón umbilical. Por lo tanto, toda la sangre que debería viajar hacia los pulmones, regresa a la circulación general a través del conducto arterioso que es un vaso sanguíneo de un centímetro de diámetro, pues los pulmones todavía no se inauguran y no pueden recibir toda esa sangre sin oxigenar.
Todo esto quiere decir, que en el momento del nacimiento, con el primer llanto, el niño respira y dado que la presión sanguínea del pulmón se vuelve más baja, se colapsa el conducto y queda cerrado. Este cierre se hará totalmente efectivo con el paso de los meses, al grado que este vaso sanguíneo se convierte en un cordón fibroso, una especie de cicatriz alargada, por lo que en los adultos lo llamamos ligamento arterioso.
Los bebitos con PCA pueden estar muy graves o totalmente asintomáticos. Esta enorme variabilidad se debe a los diferentes tamaños del conducto, de tal manera que poco después de nacer, los niños pueden caer en insuficiencia cardíaca y requerir un tratamiento urgente que les cierre el conducto. Esto es lo menos frecuente, ya que los corazones de los niños toleran bastante bien el exceso de trabajo. De tal manera que un 80% de estos niños llegan a la edad escolar y a veces a la edad adulta, sin molestia alguna.
Sin embargo, hay un axioma en Cardiología: “conducto arterioso diagnosticado, conducto que hay que cerrar”. Esto es porque al permanecer abierto hasta la edad adulta, provoca una enfermedad vascular pulmonar irreversible. Esto ocasiona una lesión cardíaca muy grave, pues el corazón del lado derecho encuentra una barrera para poder enviar la sangre a los pulmones y este exceso de trabajo, lleva a la insuficiencia cardíaca y finalmente a la muerte de los pacientes. La enfermedad es conocida como Cor Pulmonale Crónico que literalmente quiere decir Corazón Pulmonar, que no tiene tratamiento definitivo y lleva a la muerte prematura, con pésima calidad de vida durante los últimos años del paciente.
Insisto en que es una muerte prematura, pues el 70% de los pacientes con este problema habrán muerto antes de un año de haber iniciado con los síntomas de la enfermedad, a pesar del tratamiento médico.
Por esto, es imperativo resolver esta enfermedad en cuanto se diagnostique, lo cual es muy sencillo para el cardiólogo, porque provoca un soplo muy peculiar, que es similar a un tren de vapor, que no es producido por ninguna otra enfermedad cardíaca y que es conocido como soplo de Gibson. Hay otros datos muy característicos para el diagnóstico, que ya no analizaré pues rebasan los objetivos de esta columna.
El tratamiento definitivo es el cierre del conducto, para lo cual los pacientes necesitaban una cirugía del tórax, que si bien tenía una mortalidad baja, menor al uno por ciento, ha sido abandonada porque aparecieron varios dispositivos hechos con nitinol, que aplicados mediante un cateterismo cardíaco, resuelve el problema y desde hace 20 años, no se han reportado pacientes fallecidos con esta técnica de tratamiento y las personas quedan curadas.
Sin duda, es uno de los procedimientos de la Cardiología Intervencionista más nobles que podemos ofrecer a nuestros pacientes.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com
Hasta la próxima.