» El dinero no va a alcanzar

Esta nota fue creada el domingo, 22 enero, 2012 a las 22:45 hrs
Sección: La corazonada

Hace un año, Don Jesús tuvo un infarto del miocardio que lo obligó a estar hospitalizado dos semanas. Se complicó con angina de pecho residual por lo que le aplicaron dos stent y fue egresado. En apariencia su evolución era buena, por lo que había estado recibiendo consulta en una institución pública cada 3 a 4 meses, pero nunca recibió rehabilitación por lo que permaneció sedentario y no había notado que su capacidad de esfuerzo se le había ido deteriorando.

En la actualidad, sentía importante falta de aire en forma progresiva, hasta llegar a sentir asfixia incluso mientras se bañaba por lo que me consultó.

En este paciente, el diagnóstico era muy sencillo: cursaba con insuficiencia cardíaca por daño miocárdico secundario al infarto de hace un año, que no recibió tratamiento adecuado integral y su vida corría tanto riesgo como cuando le dio el infarto.

Imaginen: el 70% de los pacientes que caen en insuficiencia cardíaca, pueden morir en los siguientes seis meses de haber caído en ella. Así de grave es el problema.

Las enfermedades cardiovasculares ocasionan 18 millones de muertes cada año en todo el mundo y se calcula que se presentan otros 52 millones de infartos que provocan daño en el corazón de grado variable.

Los corazones más dañados se volverán insuficientes con el paso del tiempo, ya que al tener muchos gramos de músculo perdido por el infarto, que es un estado de muerte de las células del corazón, los pacientes tendrán falta de aire en forma progresiva, hasta ser incapaces de hacer una vida normal; como le pasó a Don Jesús que ya había caído en insuficiencia cardíaca cuando me consultó.

En mayores de 50 años que requieren de una hospitalización, la insuficiencia cardíaca es el diagnóstico más frecuente en todo el mundo. Su tratamiento conlleva gastos muy fuertes, pues requieren hospitalización periódica con un alto consumo de medicamentos, a veces en terapia intensiva, por lo que se consumen abundantes recursos tecnológicos y económicos que son costosos para los sistemas de salud.

Junto con esto, la insuficiencia cardíaca provoca incapacidad laboral, la mayor parte de las veces en forma permanente. Los recursos tecnológicos que ofrecemos a pacientes en insuficiencia cardíaca son muy costosos, ya que se emplean bombas de infusión de medicamentos, aparatos de apoyo ventricular y balones de contrapulsación en su estancia en terapia intensiva para sacar adelante a estos pacientes cuando han tenido un período de agudización de su insuficiencia cardíaca, con el tremendo problema de que habrán de recaer la mayor parte de ellos pocas semanas más tarde.

Este problema está alcanzando proporciones epidémicas desde hace dos décadas, por lo que se deben implementar políticas públicas para evitar que ocurra un colapso económico en nuestro país, pues este problema de salud sigue creciendo y si no se atiende, como dije en el título de la columna de hoy: el dinero no va a alcanzar para atender a los pacientes.

Puesto que no tenemos una solución definitiva para resolver este problema, el tratamiento médico es primordial, pero sobre todo necesitamos políticas públicas que privilegien la prevención.

La medicina preventiva siempre será la medicina más barata, pero en nuestro país no se practica en relación a los infartos, a pesar de tantos pacientes que mueren y tantos que quedan con insuficiencia cardíaca.

Algunos de ustedes, amables lectores, podrían pensar que mi afirmación de que no hay una solución definitiva para los pacientes con insuficiencia  cardíaca es incorrecta, puesto que desde hace 24 años se practica el trasplante cardíaco en nuestro país.

Pero no. No estoy equivocado, ya que la realidad es que el trasplante cardíaco no es ni remotamente la solución a este problema. En promedio cada año se practican 12 trasplantes de corazón en todo México, tanto a nivel público como privado, pero las listas de espera son enormes y de todos modos son incompletas.

España realiza en promedio 200 trasplantes de corazón por año, con menos millones de habitantes y Estados Unidos ha llegado a publicar 2000 por año.

Así que estamos lejos de esas cifras, tanto por recursos económicos como por la pobre oferta de donadores. Me ha llamado mucho la atención, la publicidad que los medios están dando a casos de trasplante de corazón en las últimas semanas, ya que esto es injustificable en un país con otras muchas prioridades y me resultó patético ver a un coordinador de trasplantes tropezar con un contenedor que llevaba un corazón.

Esto debe terminarse, ya que se está usando a los trasplantes como medios de publicidad personal y eso desvirtúa todo el quehacer médico.

El tratamiento médico de los pacientes con insuficiencia cardíaca requiere de mucha educación hacia los pacientes y hacia los médicos de primer contacto, para que detecten a tiempo a estos pacientes y eviten que lleguen a fase terminal de la insuficiencia cardíaca.

Esto es muy importante, pues si los pacientes que han sufrido un infarto grande, son cuidados con esmero, el corazón no se va dilatando progresivamente y se evitará que lleguen a hospitalizarse por su deterioro, pues les repito que el 70% de estas personas estará muerta en los siguientes seis meses.

Es claro entonces, que debemos luchar porque los pacientes no lleguen al infarto; debemos luchar porque los pacientes que ya se infartaron no lleguen a la insuficiencia cardíaca y debemos tratar a los que ya cayeron en ella, con todos los recursos a nuestro alcance para evitar que se nos deterioren tanto que lleguen a morir en seis meses en promedio, como ya ocurre en la actualidad.

Por lo menos hasta que el dinero nos alcance.

Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com





           



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