En la práctica de la profesión médica, ha habido cambios sustanciales en los últimos 15 años. Hoy les haré una exposición de algunos temas que eran verdaderos paradigmas y que han sido modificados por nueva información científica o han sido abandonados.
Un paradigma clásico que se ha derrumbado muy recientemente es aquél que rezaba: “Los alimentos fritos están prohibidos para los pacientes de angina de pecho o infarto”. La razón era obvia: si tenían placas de grasa en las coronarias, era una aberración que quisieran comer algo frito. Por muchos años, escuché a los pacientes decir que no podían más con la dieta, pues preferían morir a continuar comiendo “todo hervido o todo asado”.
Era obvio que tanto ellos como sus médicos estaban desinformados, pues desde hace unos cinco años se han desarrollado varios estudios epidemiológicos que han demostrado que el consumo de diversos aceites resulta muy favorable para evitar el desarrollo de un nuevo evento coronario, lo que llamamos prevención secundaria. Debido a que los aceites son muy ricos en ácidos grasos insaturados y no tienen colesterol, no sólo no dañan a las personas que los consumen, sino que resultan altamente benéficos.
Les pido que eliminen el exceso de aceite en sus alimentos fritos, pero eso es para que no engorden, pues cada gramo de aceite proporciona nueve calorías, a diferencia de cada gramo de carbohidratos como el azúcar que sólo les proporciona cuatro.
A esto, le deben agregar otra información muy útil, pues al consumir aceites y semillas oleaginosas, también consumen fitoesteroles, que son la grasa vegetal, que hace que se les baje el colesterol, tanto el que produce su hígado como el que se comen, pues los fitoesteroles que son como 50 diferentes moléculas de grasa vegetal, son muy benéficos e inhiben la absorción de casi el 80% del colesterol que consumen.
Ahora hay un aceite de canola adicionado con fitoesteroles, además de que pueden consumir esta grasa vegetal tan noble, en todo tipo de verduras, pimientos de todos los colores, hojas verdes, frutos y la mayoría de las raíces como zanahoria, nabo, rábano, etc.
Otro paradigma que cambió rotundamente es el relacionado con el consumo de camarones y otros mariscos, pues se han considerado siempre como muy ricos en colesterol, lo que hace que los médicos los prohibiéramos en pacientes con colesterol alto en la sangre, en diabéticos y en aquéllos con infarto o angina de pecho. Hay al menos tres estudios científicos que han echado por tierra esta prohibición.
El más reciente es del 2010, realizado en Texas con más de 5000 pacientes que fueron evaluados durante 5 años después de haber sufrido un infarto, divididos en dos grupos: a uno de ellos les permitieron comer 12 a 18 camarones dos veces a la semana y en el otro grupo mantuvieron la prohibición.
El resultado fue sorprendente, pues los que consumieron regularmente camarones tuvieron 3 veces menos mortalidad. Los médicos texanos atribuyeron este resultado al alto contenido de ácidos grasos omega 3 y 6 que tienen los camarones que supera su nivel de colesterol, que era la razón de haberlos prohibido. Un paradigma que cae, para deleite de los pacientes que gozan comer camarones.
Otro paradigma que cayó totalmente es el relacionado con el reposo prolongado después de la aplicación de un stent en el periodo postinfarto. Hasta hace unos 15 años, todo paciente que había llegado a tiempo a un hospital especializado, con un infarto de menos de 6 horas, era tratado con cateterismo cardíaco para abrirle la arteria tapada y para que no se le cerrara de nuevo se le aplicaba un stent, que consiste en una malla metálica dentro de la arteria.
Después se quedaba diez días en el hospital y regresaba a su trabajo 6 o más semanas más tarde. En la actualidad, usamos un doble esquema de medicamentos tomados y uno más se aplica junto con el stent para que no se tape de nuevo el vaso sanguíneo y el paciente se queda dos noches en hospital y regresa en 5 a 7 días a su trabajo, a excepción de que sea piloto o chofer de autobús de pasajeros, por la responsabilidad civil que implica.
Cuando le digo a mis pacientes con infarto, angina de pecho o enfermos de colesterol alto en la sangre, que pueden comerse tres piezas de huevo entero a la semana, quedan muy sorprendidos. La razón es que esta prohibición había sido tan estricta, que se hizo famoso el chiste de la persona que le pregunta a su compadre: “Oiga, compadrito, porqué entró con los ojos cerrados al vapor? Y el otro le contesta: “Es que me dijo mi doctor que los huevos ni verlos”.
Esto, no debe ser así. Cada huevo le proporciona solo unos 5 gramos de colesterol, que son parte necesaria para los requerimientos nutricionales básicos. Ya les he mencionado en otras columnas que el colesterol no es un villano, sino que es indispensable para la vida, solamente que debemos consumirlo con moderación.
Conozco un laboratorio farmacéutico transnacional que es multimillonario, gracias a la venta de vitaminas y suplementos alimenticios, otro paradigma muy añejo. Estoy formalmente en contra del uso indiscriminado de vitaminas en todas sus formas y más aún de suplementos para la alimentación. Están plenamente justificados en personas con enfermedades debilitantes como un cáncer, insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca terminal y otros más.
Pero no deben ser tomados de manera indiscriminada pues podrían provocar más problemas que beneficios. Confíe en el juicio de su médico de cabecera y no se automedique.
Otro paradigma que cayó rotundamente es la prescripción de estrógenos para las mujeres durante el climaterio.
En teoría, esta medicación les evitaba un infarto, les hacía más fuertes los huesos para que no se descalcifiquen y otros beneficios teóricos relacionados con los caracteres sexuales de la mujer.
Sigue en controversia el empleo de parches, inyecciones y tabletas para los dos últimos problemas y en cuanto al asunto de los infartos, hay suficiente información para definir que solamente las mujeres diabéticas en climaterio, resultan beneficiadas. Esto se desprendió de un estudio de más de 250 000 mujeres dedicadas a trabajar en problemas de salud en los Estados Unidos, analizadas cada 6 meses durante 10 años, por lo que los resultados no dejan lugar a dudas.
Espero que esta información les sea útil, amables lectores, pero de no ser así, les ruego contactarme por correo.
Hasta la próxima.