Las enfermedades del corazón son un reto para los médicos, debido a su difícil diagnóstico y tratamiento. Pero además, son un riesgo importante para la salud y la vida de quienes las padecen y se ven precisados a ser sometidos a una anestesia.
Los riesgos de pasar por una anestesia son múltiples, dependiendo del tipo de manejo anestésico que se requiere para una determinada cirugía. Les conviene saber que uno de cada 100 pacientes sometidos a una anestesia regional o general para una cirugía habitual como quitar la vesícula o el apéndice, se infartan durante la cirugía y su riesgo de muerte pasa del 1 al 78%.
Todos los pacientes deben ser evaluados antes de una cirugía y su anestesia, pero además, los enfermos del corazón requieren una valoración preoperatoria y preanestésica realizada por el cardiólogo.
La anestesia es de tres tipos: local, regional o general y los riesgos dependen del tipo de medicamento anestésico que va a ser usado para cada una de estas vías.
La forma local (llamada también tópica) es la que usamos para cirugías pequeñas, como quitar un lunar, una verruga, en la cirugía de ojos y es la que usan los dentistas.
La regional se usa para bloquear áreas grandes, por ejemplo, la mitad inferior del cuerpo para extraerle el apéndice o la próstata a un paciente. La forma más común de aplicación es la famosa “raquia”, que los médicos llamamos bloqueo epidural y que se logra al aplicar un medicamento anestésico inyectado en la espalda.
La anestesia general se caracteriza por la necesidad de intubar al paciente, ya que pierde el control de su respiración y es empleada en cirugías grandes, donde se requiere que el paciente esté completamente inmóvil. Siempre se aplica un tubo en la tráquea para poder respirar.
La ansiedad de la cirugía es un punto muy importante que debemos controlar, sobre todo en pacientes con arritmias y con aquéllos que padecen angina de pecho o han sufrido un infarto, situaciones en las que la angustia puede precipitar un problema, aunque la anestesia que se vaya a emplear sea local.
Un excelente ejemplo de esta situación, es la extracción de una catarata, que se efectúa habitualmente en pacientes de edad avanzada con anestesia local de manera exitosa, pero si el paciente es cardiópata y no es preparado de manera conveniente se puede complicar.
Los pacientes que padecen hipertensión son muy susceptibles a caer en una crisis de la enfermedad cuando van a ser operados. Por ello, recomendamos que sean sedados y que se use anestesia local o regional en alguna cirugía. Si se requiere anestesia general, se recomienda que no suspendan sus medicamentos para la presión.
Los hipertensos que ya tienen afectado su corazón (decimos comúnmente que les ha crecido su corazón) requieren cuidados especiales para que no se inunden sus pulmones de agua, lo que conocemos como edema pulmonar, pues generalmente tienen un corazón rígido, endurecido, que se llena con dificultad y por eso requieren un manejo muy cuidadoso de la cantidad y el tipo de líquidos que les aplicamos por las venas.
Un grupo de pacientes enfermos del corazón que es de alto riesgo, son los que padecen insuficiencia cardíaca. Si se encuentran compensados pueden recibir cualquier tipo de anestesia, con cuidados especiales cuando es de tipo general. Si se encuentran descompensados, no conviene someterlos a ninguna operación ni anestesia. La excepción a la regla es una urgencia quirúrgica que ponga en peligro la vida de la persona. A
veces nos enfrentamos con una urgencia cardiológica que obliga a una cirugía de corazón abierto, como cuando se les rompe una válvula, aunque el paciente se encuentre en edema pulmonar o en choque cardiogénico, que son las complicaciones más temibles del infarto del miocardio.
La razón de someter a cirugía y a anestesia a un paciente tan grave, es que la mortalidad en la cirugía es del 30%, pero sin cirugía, todos estos pacientes mueren
Los pacientes que padecen angina de pecho o que han sufrido un infarto, pero se encuentran estables, pueden ser operados y recibir cualquier tipo de anestesia, después de recibir la valoración preoperatoria de su cardiólogo y la preparación necesaria acorde a su enfermedad.
Aunque hay varios tipos de clasificación para la evaluación preoperatoria, las más empleadas son la de Goldman y la de la Sociedad Americana de Anestesiología (Clasificación de ASA, por sus siglas en inglés).
Las dos clasificaciones van del I al IV y la posibilidad de complicaciones es mayor al aumentar el grado. En general el grado IV lo reservamos para cirugía y anestesia de urgencia, donde la vida del paciente corra peligro por la enfermedad urgente.
Uno de los elementos más útiles para el cuidado del paciente que está siendo sometido a una anestesia, es el monitoreo continuo de la frecuencia y el ritmo cardíacos, la saturación de oxígeno y la tensión arterial. Permiten detectar a tiempo una posible complicación y actuar en consecuencia.
Si necesita pasar por una anestesia y una cirugía, les recomiendo que le pregunten a su médico de cabecera si el hospital en que ustedes serán intervenidos cuenta con estos controles, para disminuir su riesgo.
Espero haberles proporcionado suficiente información sobre el tema, pero si no es así, escriban a mi correo y con gusto les ampliaré el tema.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com
Hasta la próxima.