La vida es muy caprichosa, aún en el ámbito profesional y nos lleva por caminos no esperados. Estos caprichos se relacionan muchas veces con personas que se cruzan con uno en la vida y fue así que yo llegué al servicio de Rehabilitación Cardíaca en el Centro Médico Nacional al principio de los noventa, por capricho del entonces director Argüero.
Sin embargo, esta experiencia me resultó muy enriquecedora pues me mostró una faceta de la Cardiología que yo no había cultivado y a la que no se le había dado la importancia que merece. Efectivamente, los programas de Rehabilitación Cardíaca no eran funcionales y estaban casi abandonados, con gran perjuicio para los miles de pacientes que el hospital estaba tratando todos los días.
Por eso, quiero describirles en la columna de hoy las bases principales de estos programas y los beneficios que los pacientes obtienen al cumplirlos.
La rehabilitación cardíaca debe iniciarse desde el momento que la enfermedad se manifiesta. Como les he dicho siempre a mis alumnos: “la reparación se inicia en el mismo momento que la lesión se presenta”. Este concepto es muy importante, pues las primeras fases de la reparación se ven influenciadas de manera favorable por una buena rehabilitación o se provocará mayor lesión por permitir que ocurran cosas inadecuadas al inicio de la enfermedad.
Por ejemplo, un paciente infartado que no inicia rehabilitación el primer día, estando todavía en la terapia intensiva, tiene cinco veces más riesgo de que se le rompa el corazón si no le enseñan como debe afeitarse, lavarse los dientes, las posiciones más adecuadas para estar encamado y muchas cosas más. No seguir estas sencillas instrucciones, puede llevarlos a una ruptura del corazón, una complicación que es mortal. Su rehabilitación requiere unas ocho semanas, tiempo que tarda en cicatrizar un infarto.
Con los pacientes recién operados del corazón ocurre lo mismo, pues hay que enseñarlos como deben toser, estornudar, como hacer ejercicios respiratorios y adoptar las posiciones más adecuadas en cama, para no complicarse. No seguir estas instrucciones puede hacer que una sutura se rompa, una sonda se descoloque, se le desprenda una canalización y tenga un sangrado terrible, complicaciones todas que me ha tocado ver en pacientes operados.
Los grupos más grandes del servicio de Rehabilitación Cardíaca en los hospitales especializados son estos que acabo de describir, los infartados y los operados. Pero no son los únicos, pues después de un cateterismo diagnóstico y terapéutico, así como en pacientes en insuficiencia cardíaca y en los que padecen angina de pecho la rehabilitación tiene un papel muy importante.
Hay programas generales para rehabilitar a las personas, pero deben ser individualizados, pues las condiciones de los pacientes son muy variadas. Simplemente partamos de la edad, de las condiciones del trabajo que cada quien tiene, donde viven los enfermos y si hay apoyo familiar o no lo tiene.
No se puede aplicar el mismo programa de rehabilitación a un infartado de 82 años que a otro con 40; se buscará un adecuado retorno al trabajo para quien desarrolla actividades intelectuales o de oficina, en tanto que a otra persona que hace labores manuales muy pesadas, le deberemos valorar el puesto de trabajo y quizá lo tengamos que cambiar de actividad. En este punto, el rehabilitador y el médico especialista en Medicina del Trabajo tienen una gran responsabilidad, particularmente en pacientes que tengan un trabajo con responsabilidad social, como son taxistas, pilotos aviadores, choferes de transporte público de todos los tipos que existen y otros más, pues imaginen que no sean bien rehabilitados y valorados antes de permitir el regreso a trabajo, eso podría costar muchas vidas.
La parte más importante de la rehabilitación es la actividad física, mental y sexual de los pacientes, pues reciben instrucciones relacionadas con estas tres esferas de su vida. Sin embargo, en los últimos 15 años, se le ha dado una gran importancia para que sea este servicio el que haga la prevención secundaria, que son labores de asesoría, tratamiento farmacológico y manejo no farmacológico de los factores de riesgo que llevaron al paciente a enfermarse, como son el colesterol alto en la sangre, el tabaquismo, la diabetes mellitus y demás circunstancias que permitieron el desarrollo de la enfermedad.
Toda la actividad física ha sido evaluada para poder indicársela a los pacientes, de tal modo que sabemos cuanta energía se gasta en la caminata, al bañarse, en un acto sexual, al subir una escalera y demás, con lo que se busca darle indicaciones adaptadas al grado de lesión de cada paciente. Esto lo calculamos en mets que es una medida de la cantidad de oxígeno que gastamos por kilogramo de peso por minuto.
Por ejemplo, caminar a paso normal, en lo plano, durante diez minutos consume 3 a 4 mets, que es una actividad leve, en tanto que hacer un hoyo de un metro con una pala, consume 10 a 11 mets. Un acto sexual, con su pareja habitual, consume 5 a 6 mets, por lo que los pacientes reciben nuestro consejo, acerca de cuando iniciar su vida íntima de nueva cuenta.
Así pues, aplicando programas de ejercicio físico adaptado a cada persona y programas de consejería, capacitación y educación médica sobre la enfermedad que cada paciente está padeciendo, los ayudamos a que se recuperen y a que eviten una complicación o un nuevo evento que los pueda llevar a la muerte.
Hasta la próxima.