Tengo un gran motivo para revisar algunos aspectos de la relación médico-paciente para todos ustedes: la celebración de la Nochebuena del día de hoy y la Navidad que celebraremos mañana.
He escuchado tantas veces que los médicos somos insensibles ante el sufrimiento y la muerte de los pacientes, un comentario que muchas personas hacen basadas “en que nos acostumbramos a ver sufrir a la gente”, que me siento obligado a hacer la aclaración de que nuestra esencia humana no se transforma al grado de hacernos insensibles. Sé que no puedo hablar por todos mis colegas, pero infinidad de veces he presenciado actos de verdadero dolor, en médicos que han perdido un paciente por el que lucharon de manera denodada.
He acudido al sepelio de varios de mis pacientes y hace apenas tres días perdí a una muy querida paciente, de quien fui su médico más de veinte años y de nueva cuenta hice acto de presencia con verdadero dolor en mi corazón. Desde esta tribuna, envío mi más sentido pésame a los familiares de Doña Elenita Martínez Aguirre viuda de Arteaga, por quien ya no pudimos hacer más, al tener falla múltiple de órganos vitales.
Apenas en agosto perdí a otra muy amada paciente, a quien traté por más de 30 años, desde mi época de residente y a quien amaba como a mi madre, por ella misma y porque creó a mi esposa, el único amor de mi vida. El 7 de agosto falleció Doña Altagracia Rojo Camacho viuda de López, que logré llevar hasta sus ochenta años a pesar de tener una lesión aórtica congénita.
Es tan fuerte el lazo hacia muchos de mis pacientes, que cuando los siento en riesgo, soy yo quien les marca por teléfono, para verificar que se han estabilizado. Lo hago poco, para no vulgarizar una situación tan especial, pero siempre estoy a disposición de mis pacientes para que me llamen.
Le pongo verdadero interés personal a cada uno de mis pacientes, durante el acto profesional de la consulta médica, pues es un acto de confianza mutua sumamente importante. Repito que no puedo hablar por todos mis colegas, pero me consta que muchos sufren al perder a sus pacientes, sobre todo entre cardiólogos, pues el corazón es muy traicionero, como les he mencionado en otras dos columnas previas.
Como parte de esta situación de sensibilidad especial hacia el sufrimiento de mis pacientes, les comento que hace muchos años, cuando tenía que decidir sobre la rama de la Cardiología a la que quería dedicarme el resto de mi vida, no pude quedarme como especialista en enfermedades cardiológicas de niños, pues como les mencioné hace una semana, el grave problema de los “niños azules” impide ofrecerles una verdadera solución a sus enfermedades y eso no pude soportarlo.
De tal modo que en la actualidad también me consultan con niños enfermos del corazón, pero el grueso de mi trabajo es con adultos, con los que tengo un lazo muy sensible, pero muy diferente al que me unía con niños tan gravemente enfermos, que no me permitió continuar estudios en este tipo de problemas del corazón.
Esto está relacionado con la actitud que debemos mantener con los pacientes. Una actitud confiada, relajada y comprometida con sus padecimientos, para permitirles tener confianza en nosotros. Reflexionen lo importante que es la confianza entre pacientes y médicos: ponen su salud y su vida en nuestras manos, ¡lo más valioso que poseen! Imaginen la enorme responsabilidad que recibimos.
Esto nos obliga a prepararnos constantemente, a estudiar mucho, acudir a congresos y seminarios, a investigar, publicar libros y artículos científicos en revistas, a dar clases a personal médico y paramédico. Nos obliga a cumplir con el juramento hipocrático en cada uno de nuestros actos y a anteponer los intereses de los pacientes a los propios. El profesional de la Medicina que no esté de acuerdo con esto, será todo, menos un médico.
Así que les reitero que la sensibilidad de los médicos está intacta ante el dolor de sus pacientes y está intacta ante la muerte de ellos. Comprendemos que no es posible salvar a todos, pero les aseguro que hacemos el mayor de los esfuerzos para intentarlo.
Feliz Navidad para todos y ojalá alcancen resignación quienes perdieron a un ser querido.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com
Hasta la próxima.