Después de dos milenios, el acto de la consulta médica ya no es el mismo. Son muchos los factores que han modificado esta relación entre los pacientes y los médicos, de tal manera que me pareció importante analizar en La Corazonada de hoy, el estado actual de la consulta médica, pues tiene aspectos positivos para ambas partes, pero también tiene aristas muy negativas que perjudican exclusivamente a ustedes, los pacientes.
Las redes sociales, la difusión del conocimiento científico a través de bibliotecas digitales , el correo electrónico que permite a los pacientes contactar a sus médicos en todo momento y la recepción-envío de imágenes o resultados de laboratorio desde los hospitales y gabinetes hacia los pacientes y los médicos, son sólo algunos de los elementos que la Internet ofrece y han modificado para siempre la relación entre médicos y pacientes.
Uno de los ejemplos mas recientes de esta difusión desmedida de aspectos médicos es el desarrollo de medicamentos para la disfunción eréctil. Infinidad de pacientes con este problema llegaron a los consultorios solicitando sildenafil (Viagra) para volver a lograr una erección, antes de que los médicos hubiéramos tenido la oportunidad de conocer el medicamento de manera precisa, sobre todo un mayor conocimiento sobre sus efectos indeseables y no tengo duda de que eso influyó en algunas muertes de enfermos del corazón, que usaron el medicamento junto con fármacos vaso dilatadores como la nitroglicerina, antes de que el propio laboratorio que produce el sildenafil pusiera una nota de alerta, que después fue reproducida por los laboratorios que desarrollaron medicamentos similares al Viagra, en el sentido de que estaba formalmente prohibido usar nitroglicerina y medicamentos similares, junto con estos productos que favorecen la erección.
Los pacientes llegan a la consulta con información detallada sobre lo que creen que es su padecimiento, así como sobre su posible tratamiento, basados en la interpretación que hicieron de sus molestias o de un resultado de laboratorio que solicitaron como un chequeo. Algunas anécdotas ilustran las dificultades resultantes de este tipo de situaciones, como el caso del paciente que me consultó por tener muy alto el colesterol pues le encontraron en su examen de laboratorio 208 mg (para un normal de 200) y angustiado por tener 67 mg de colesterol-HDL pues su laboratorio decía que el normal era > de 45 mg y el paciente interpretó mal el símbolo (>) pues pensaba que era exactamente al contrario. Su conclusión fue entonces que tenia mucho colesterol HDL y eso era malo, cuando en realidad su resultado mostraba que se encontraba muy bien pues su colesterol protector era completamente normal. Peor aun, ya había iniciado un tratamiento que encontró por Internet.
Vale la pena insistir en que a mí me parece muy bueno que el paciente llegue a la consulta con una nota donde anotó sus molestias o preguntas que quiere plantear a su médico. En Medicina esto se llama el “signo del papelito de Charcot”, en referencia a que este ilustre psiquiatra aseguraba a los médicos “que si el paciente se presentaba con un papelito donde había anotado sus síntomas, era un hipocondriaco sin duda alguna”. Esto cambió en los años noventa, cuando varias sociedades médicas se replantearon que esto no podía ser cierto pues existen muchos pacientes muy cuidadosos y otros de edad avanzada que no quieren olvidar lo que le desean plantear a sus médicos durante una consulta y por eso llevan ese “papelito” o ahora llevan varias notas electrónicas y eso no los califica de hipocondriacos.
Por supuesto, esto obliga a los médicos a mantener una actitud muy cuidadosa para no confundir a un paciente cuidadoso, con otro que estuviera inventando sus problemas por alguna ganancia secundaria. El extremo de este tipo de pacientes manipuladores son las personas que padecen el “síndrome de Munchhausen”, que inventan enfermedades de manera tan bien estructurada, que confunden a sus médicos en un afán de obtener una ganancia secundaria, como la atención de su familia por sentirse abandonados y que con frecuencia lo logran.
Con esta columna, quiero insistirles en que es muy importante que se enteren de su padecimiento, una vez que su médico los haya diagnosticado y no antes. Que también se enteren de su tratamiento cuando ya se les haya hecho una prescripción razonada y no antes.
Los médicos hacemos nuestras prescripciones y les damos indicaciones y consejos, basados en el conocimiento y la experiencia. Los pacientes deben valorar las acciones de sus médicos para poder confiar en ellos pues salvo contadas excepciones, las personas no profesionales de la Medicina, no están capacitadas para interpretar sus síntomas, sus exámenes de laboratorio y mucho menos una imagen de resonancia magnética nuclear, de tomografía, ecocardiografía o del muy complejo cateterismo cardiaco.
Les aconsejo que se informen, que pregunten a sus conocidos, a sus contactos de redes sociales, a sus amistades y contactos de correo electrónico, pero por encima de todo, elija bien a su médico y confíe en que sus consejos son lo mejor para usted.
Hasta la próxima.