Todos los personajes de las películas parecen estar muy bien definidos, por lo que los villanos son malos, más que la carne de puerco.
En la vida real, todos tenemos rasgos múltiples en nuestra personalidad y biológicamente, las sustancias que componen nuestro cuerpo, que son miles, tienen un lado bueno y otro malo. Hoy vamos a analizar “al malo de la película”: el colesterol.
De entrada, esto es falso. Tanto, que sin el colesterol no podría existir la vida, ya que las grasas son absolutamente necesarias para que surja la vida y pueda mantenerse.
Es verdad que los niveles muy altos de colesterol total, correlacionan con la enfermedad arterial obstructiva, a lo que llamamos enfermedad ateroesclerosa. Se le llamó así desde hace 600 años, ya que en los primeros estudios anatómicos en cadáveres, se observaban lesiones blanquecino-amarillentas y que al tratar de eliminarlas con los dedos, eran semisólidas, por lo que se le comparó con el atole o con una papilla (ateros es entonces atole o papilla), en tanto que “escleros” quiere decir “duro, fibroso”, por lo tanto de manera literal del Latín, la ateroesclerosis quiere decir “estado o enfermedad por placas duras de atole”.
Sin embargo, no todos los pacientes con ateroesclerosis tienen el colesterol total en niveles muy altos; de hecho, sólo lo observamos elevado en seis de cada 10 pacientes con infarto, de acuerdo a varios estudios que desarrollamos en Centro Médico.
Así que lo primero que debemos establecer, es que la angina de pecho y el infarto, que son la primera causa de muerte en México y en el mundo, se debe a múltiples factores y no sólo al hecho de tener el colesterol total muy elevado.
Estas situaciones clínicas y enfermedades que favorecen la muerte de las personas por enfermedad cardiovascular, los llamamos factores de riesgo para ateroesclerosis y los dividimos en no modificables (edad, género y herencia familiar) y modificables mayores y menores. Los modificables mayores son cuatro: dislipidemia (colesterol y triglicéridos alterados), diabetes mellitus, hipertensión arterial sistémica y tabaquismo.
Los modificables menores son una serie de al menos dos decenas de situaciones de vida diaria que se asocian a la enfermedad cardiovascular, como el sobrepeso y la obesidad, el sedentarismo, la menopausia, el estrés, el consumo de alcohol y otros, así como alteraciones biológicas como niveles elevados de fibrinógeno y de homocisteína en la sangre, un análogo del aminoácido cisteína.
Nuestro hígado produce todo el colesterol que necesitamos para vivir, por lo que un alto consumo de grasa saturada es una de las principales causas de que tengamos dislipidemia por exceso de colesterol en la sangre. La palabra dislipidemia quiere decir “niveles de grasa en la sangre, diferentes a lo normal”.
Así pues, también podemos tener dislipidemia por niveles muy altos de triglicéridos en la sangre, por consumir carbohidratos complejos en mucha cantidad, como las sopas de pasta, las conservas y mermeladas, así como todo tipo de productos elaborados para su consumo a largo plazo, como chocolates, galletas, pasteles y demás cosas ricas que el diablo nos pone enfrente para el pecado de la gula.
Debemos aclarar que estos dos problemas también pueden tener un origen genético, puesto que hay incidencia familiar de estas enfermedades y su herencia es una situación bien conocida.
Lamento mucho la muerte de Raúl, un paciente con dislipidemia familiar, cuyo primer infarto se lo atendí a los 17 años y quien habría de morir a los 34 años a consecuencia de la dislipidemia que heredó.
Quiero destacar entonces, que el colesterol es absolutamente necesario para la vida y que por lo tanto no es el malo de la película. Es el exceso de colesterol, por una deficiencia en su producción en el hígado y/o por el alto consumo de productos que lo contienen, lo que produce la enfermedad cardiovascular y convierte al colesterol en un factor de riesgo.
Esto correlaciona muy bien con el hecho de que tanto el tabaquismo, como la hipertensión arterial y la propia diabetes mellitus, provocan niveles elevados de colesterol en sangre y la diabetes en particular provoca niveles exagerados de triglicéridos circulantes en la sangre.
En la actualidad aceptamos niveles máximos de colesterol total de 200 mg por cada 100 ml de sangre y 150 mg de triglicéridos por la misma cantidad. El colesterol en la sangre siempre se encuentra asociado a las proteínas lo que constituye moléculas que llamamos lipoproteínas, que son su forma de transportación para llegar a todas las células, ya que es una molécula absolutamente necesaria para la vida. Hay unas lipoproteínas que tienen baja densidad (llamadas colesterol-LDL, por sus siglas en inglés) cuya acumulación en las paredes de los vasos sanguíneos son lo que provoca las lesiones por ateroesclerosis y las moléculas de alta densidad (llamadas colesterol-HDL, por sus siglas en inglés) que son la forma protectora del colesterol.
Una vez más les repito, el colesterol no es el malo de la película. Las hormonas tiroideas, las hormonas sexuales, las membranas de todas nuestras células y otras muchas sustancias, como los ácidos biliares, sin los cuales no podríamos digerir las grasas de la comida, necesitan colesterol para su formación.
El problema es que si hay exceso de colesterol, las células no pueden utilizarlo eficientemente y se empieza a acumular en las paredes de los vasos sanguíneos, sobre todo el colesterol asociado a las LDL por eso lo llamamos el colesterol malo, en tanto que el colesterol-HDL, recoge todo el colesterol circulante que no ha sido usado por las células y lo devuelve al hígado para que sea metabolizado y por eso lo consideramos el “colesterol bueno, el protector”.
En una próxima entrega les comentaré cómo debe tratarse la dislipidemia, tanto desde el punto de vista dietético como los fármacos que deben usarse, pues esa información es suficiente para otra entrega en esta columna.
Hasta la próxima.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com