La felicidad que Raquel sentía por haber cumplido el sueño de viajar a Colombia se ensombreció de golpe. Las ganas de conocer otro país, su cultura y sitios turísticos se disiparon y dieron paso a la irritabilidad, el enojo, la tristeza, la sensación de ahogo, sentir que le faltaba el aire y finalmente las lágrimas. No logró disfrutar el viaje que durante meses había planeado, se sentía frustrada y parecía una espectadora de sus vacaciones, más no la protagonista.
La falta de interés en actividades cotidianas, la pérdida en la capacidad de disfrutar las cosas, un estado de ánimo bajo, sentirse inútil, tristeza profunda e incluso paralizante, así como el insomnio, sensación de derrota, falta de energía, indecisión, cambios de apetito y pensamientos suicidas, son algunos de los síntomas que pueden presentar los pacientes diagnosticados clínicamente con depresión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la depresión como un trastorno de salud mental caracterizado por una tristeza persistente y falta de interés o placer en actividades que previamente eran gratificantes y placenteras. Además, puede alterar el sueño y el apetito, y es frecuente que concurra con cansancio y falta de concentración.
Raquel, Marcela y Misael han padecido cinco o más de los síntomas referidos por más de tres semanas, lo que les convierte en pacientes clínicamente diagnosticados con depresión. Ya forman parte de las estadísticas del 2o Diagnóstico operativo en salud mental y adicciones, realizado recientemente por la Secretaría de Salud. En dicho documento se menciona que en México existe una prevalencia de un 5.3 por ciento de casos de depresión, lo que se traduce en los 3.6 millones de mexicanos diagnosticados con ese mal, de los cuales 1.9 millones son casos graves. El Diagnóstico operativo también refiere que siete de cada 10 mexicanos que padecen depresión, no reciben atención médica.
En México, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), 34.8 millones de personas han experimentado algún episodio depresivo en sus vidas. En el mundo, según datos de la OMS, más de 300 millones de individuos padecen este trastorno.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estima que, de los porcentajes registrados de personas con depresión, solo 1.63 por ciento toma antidepresivos.
Pese a que hay más de tres millones de mexicanos que requieren servicios de atención a la salud mental, se enfrentan a la poca oferta y mala distribución de profesionales en los estados. El promedio nacional se ubica en menos de un psiquiatra (0.959) por cada 100 mil habitantes, mientras que en América el promedio es de 1.4 psiquiatras por 100 mil personas, según el Atlas de Salud Mental de las Américas.
Al comparar el número de profesionales de salud mental disponibles en América y en México, encontramos que el país dispone proporcionalmente de menos psiquiatras (7.6 por ciento) y psicólogos (32.5 por ciento) que la media continental. El indicador nacional en México de psicólogos es de 3.1 por cada 100 mil habitantes, cuando en América la media es de 5.4 psicólogos.
El psiquiatra Juan Manuel Quijada Gaitán, director general de Servicios de Atención Psiquiátrica y Coordinador de la Reestructura de Salud Mental y Adicciones de la Secretaría de Salud, señala en entrevista con MILENIO que, con la pandemia, se registró un incremento de entre un 10 y 15 por ciento en la prevalencia de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, aumento que afecta principalmente a jóvenes de 15 a 29 años, edades en la que se encuentran los pacientes que más solicitan servicios de salud mental.
Diagnóstico y medicación
Raquel empezó a ir a terapia psicológica tras la muerte de su padre en 2018, y al cabo de unos meses la dejó. En 2021 retomó el apoyo psicológico, en ese momento se sentía estancada laboralmente pues llevaba casi dos años siendo becaría, y no era contratada. A sus 26 años ya había ganado un premio de periodismo, aunque su trabajo posterior al galardón no le satisfacía lo suficiente. En agosto de 2022 le dieron el diagnóstico de depresión, su psicóloga le explicó que lo que le había ocurrido en Colombia era un ataque de ansiedad y le recomendó acudir a un psiquiatra.
“Sentí paz al saber el diagnóstico de depresión, gente como yo necesitamos tener la certeza de lo que nos ocurre para poder tratarlo”, señala Raquel.
La falta de ingresos hizo que Raquel pudiera asistir con el psiquiatra hasta diciembre del 2022. Le recetaron pastillas para dormir y antidepresivos. La joven periodista tenía miedo de tomar el medicamento indicado pero un Tik Tok fue la respuesta a su temor: en el video un joven decía que no quería tomar antidepresivos, pues podría perder su brillo y chispa, pero en la siguiente imagen del video, en su cuarto, no existía ese brillo, todo era desorden. Raquel se identificó con el video y fue entonces que decidió recuperar su ánimo y fuerza. Lleva pocas semanas con el medicamento, pero asegura que se siente mejor y más animada.
De acuerdo con un estudio realizado entre el Consejo Nacional de Población, VoCes-19 y el Instituto Mexicano de la Juventud, en el país tres de cada cinco jóvenes tienen depresión.
Datos de epidemiología de la Secretaría de Salud (SSA) señalan que entre un 15 y 20 por ciento de la población de jóvenes tienen algún trastorno mental.
Estrategia de acompañamiento
Como parte de una estrategia para dar un acompañamiento psicológico a los jóvenes durante la pandemia, se creó el programa Contacto Joven, un servicio gratuito, confidencial, que se brinda a través de WhatsApp creado gracias a la alianza entre el Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), la SSA y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef.
Carmen Anaya Jiménez, subdirectora de Equidad y Servicios a Jóvenes en Imjuve, explica en entrevista para MILENIO que de junio del 2020 a diciembre del 2022 ha atendido a 71 mil 353 casos en Contacto Joven; un robot toma los datos generales y luego se despliega un menú con seis etiquetas que son: estrés, situaciones de crisis, manejo de emociones, consumo de sustancias psicoactivas, situaciones de violencia y pensamientos suicidas o daño autoinfligido. El objetivo es que el usuario identifique el motivo de la petición de apoyo.
Las tres primeras etiquetas son atendidas por voluntarios y prestadores de servicio social que han sido previamente capacitados por especialistas en salud mental y primeros auxilios. Las respuestas que se le dan a los usuarios son hechas por sus pares, es decir personas jóvenes que responden a través de mensajes escritos.
Las etiquetas restantes las atienden jóvenes profesionistas en salud mental por medio de un directorio de instituciones especializadas en el tema. A los usuarios se les canaliza a una institución cercana a su domicilio.
Carmen Anaya explica que los tipos de casos por los que las y los jóvenes buscan más a la plataforma son: estrés (38 por ciento); manejo de emociones (27 por ciento, en este rubro entra la depresión y ansiedad); situaciones de crisis (13 por ciento); consumo problemático de sustancias (3 por ciento), violencia (3 por ciento), y por pensamientos suicidas y daño autoinfligido (16 por ciento).
Un dato alarmante que han identificado en el programa es que en sus inicios el pensamiento suicida y daño autoinfligido ocupaba un 8 por ciento, y ahora se ha duplicado. Eso significa que más jóvenes están buscando ayuda debido a que son acosados por pensamientos autodestructivos.
Contacto Joven estima que un 98 por ciento de los usuarios que son canalizados a servicios psicológicos y psiquiátricos acuden a las instituciones a las que se les refiere. Esto llena de satisfacción a Carmen Anaya, quien destaca que el programa es único en su tipo en el país y es una alternativa de atención psicológica mucho más cercana a la población juvenil.
Diagnósticos tardíos
Marcela Vargas ha vivido casi la mitad de su vida con episodios de depresión. Pero, paradójicamente, no lo sabía por un diagnóstico, sino que fue hasta sus 32 años de edad que de manera clínica le informaron de su condición. Lleva dos años tomando antidepresivos, asegura que le han mejorado la calidad de vida y le permiten mejorar su relación con quienes la rodean.
La apatía y el deseo de no hacer nada, descuido de su arreglo personal, el insomnio, las pesadillas y los pensamientos suicidas fueron las alertas que, durante dos meses, acosaron a Marcela.
El 2020, debido al curso de la pandemia, fue un parteaguas en la salud mental. Las dinámicas de aislamiento social y la incertidumbre fueron el detonante de padecimientos mentales, y Marcela fue una de sus víctimas. La depresión severa llegó luego de tres semanas de permanecer sola en su casa y paralelamente realizar investigaciones periodísticas sobre salud mental. Pero con el diagnóstico también llegó la paz mental. “El saber que no tengo la culpa de los cambios drásticos y constantes de mis emociones y que simplemente así funciona mi cabeza me ayudó mucho”, comparte Marcela.
Hacer público el diagnóstico de depresión es un reto que Marcela cumple en todo momento: lo expone en sus redes sociales, lo comenta en su trabajo, con su familia y amistades. Ella trata de visibilizar las enfermedades mentales a la menor provocación y considera que solo de esa manera se podrá combatir el estigma y será posible prevenir casos de suicidio. En su familia un primo, que era soldado en Estados Unidos, se quitó la vida. Fue hasta su muerte que se supo se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico, por lo que su Marcela estima que de haber hablado en familia y sin prejuicios, quizá se habría prevenido esa muerte.
El psiquiatra Juan Manuel Quijada Gaitán explica que las causas de la depresión son multifactoriales: algunas acciones que pueden causar una predisposición de depresión son una mala alimentación, una pobre actividad física y de manera social problemas laborales o desintegración familiar. Otro factor que puede detonar una depresión severa es recibir un diagnóstico de una enfermedad degenerativa, como cáncer o VIH.
Misael Muñoz, de 32 años, activista en pro de la comunidad LGBTIQ+, lleva seis años viviendo con VIH. Al inicio de su diagnóstico serológico sufrió negligencia médica, lo que ocasionó que desarrollara SIDA. Su caso es atípico, pues a pesar de que el deterioro de su salud física fue muy severo al momento de recibir el diagnóstico de VIH, lo que lo lanzó a un cuadro de depresión, asegura que su posterior recuperación al punto de que la enfermedad llega a ser indetectable, se lo debe a la atención que le puso a su salud mental.
Sostiene que muy particularmente las personas homosexuales deben de cuidar de su salud mental de manera prioritaria, debido a que todo el tiempo enfrentan la hostilidad de la sociedad. Después de años de terapia y lectura, entendió que desde adolescente sufrió episodios de depresión, pero fue hasta los 22 años que empezó a tomar terapia psicológica y en el 2021, a lo largo de ocho meses, tomó medicamentos indicados por un psiquiatra.
Al preguntarles a Raquel, Marcela y Misael qué les significa vivir con depresión, sus respuestas fueron diversas.
Raquel considera que la población joven está pidiendo ayuda para tratar su salud mental y combatir el estigma que existe contra estos padecimientos. “La depresión no es sinónimo de muerte”, apunta la joven.
“Con la depresión he aprendido que necesitamos ser más gentiles con los demás, pues no sabemos lo que vive la otra persona”, comparte Marcela Vargas.
Para Misael tener depresión y VIH “significa encontrar un nuevo sentido del autocuidado y hacer todo lo que esté en mis manos para estar bien de salud mental y físicamente”.
(milenio.com)