La expansión de la industria de gas natural licuado (GNL) preocupa a algunos vecinos de la costa del Golfo de Estados Unidos, debido a que la guerra hace estragos en Ucrania y hace que aumente la necesidad de combustible de Europa.
A Travis Dardar le preocupa una imponente terminal de exportación de GNL próxima a construirse cerca de su hogar. Se trata de una enorme instalación que recibe y licúa el gas de los gasoductos y luego lo transfiere a los barcos para su exportación.
”Nos quitaron la vida”, dice desde la puerta de su casa rodante sobre la terminal que los obligará a él y a su esposa a mudarse.
En esta pantanosa región costera entre Texas y Luisiana, la proliferación de proyectos de terminales de exportación de GNL ha inquietado a los residentes, que consideran que las plantas son una amenaza para su costa, su serenidad y su estilo de vida.
Se prevé la construcción de otra planta en el lugar donde pesca Dardar, poniendo en peligro su negocio de camarones y ostras.
“No sabemos lo que van a hacer después. Sabemos una cosa: no podemos vivir aquí”, asegura.
Consecuencias de Ucrania
En marzo, tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el presidente estadunidense, Joe Biden, se comprometió a aumentar las entregas de GNL a Europa, tradicionalmente muy dependiente del gas ruso.
Los proveedores estadunidenses han exportado 44 mil 600 millones de metros cúbicos de GNL a Europa en lo que va de 2022, lo que supone un fuerte aumento respecto a los 26 mil millones de 2020, según el Centro de Gas Natural Licuado, un grupo comercial con sede en Washington que representa al sector.
Estados Unidos se ha convertido en el mayor exportador mundial de GNL, una industria concentrada en el Golfo de México, rico en energía por sus infraestructuras y su ubicación estratégica.
Allí se encuentran cinco de las siete terminales de exportación estadunidenses activas y 22 de los 24 proyectos presentados a las autoridades para su construcción.
Esta actividad aporta muchos puestos de trabajo, promete Charlie Riedl, director ejecutivo del Centro de Gas Natural Licuado. Siempre que los proyectos de construcción de terminales cumplan los criterios medioambientales, el gobierno debería “autorizarlos sin demora”, afirma.
Ruido, luz y emisiones
Pero algunos residentes ven las costas de Luisiana y Texas como “zonas de sacrificio”, dice John Allaire, otro residente.
“Tienes el ruido, tienes la luz, tienes la contaminación del aire. Y tienes el hecho de que han convertido cientos de hectáreas de humedales en una gran plataforma de concreto allí”, añade desde su barco, señalando la nueva terminal de exportación de GNL cerca de su casa.
Abatido, este jubilado de 66 años observa las olas provocadas por los enormes buques de GNL que erosionan la costa. Los lodos del dragado cubren su playa.
Y le preocupa la fauna, pues el proyecto previsto para los terrenos de su propiedad se encuentra en un humedal, hogar de un ave en peligro crítico.
“Es realmente horroroso ver a esta administración que llegó pregonando la justicia ambiental y la crisis climática (…) aprobar este tipo de instalaciones”, dice Kelsey Crane, responsable de políticas públicas de la asociación Earthworks, en referencia al gobierno de Biden.
Altas tasas de cáncer
Al otro lado del río Sabine, en Port Arthur, Texas, muchas instalaciones petroquímicas son ya visibles.
Cerca de la terminal de Cheniere Energy, que el año pasado pagó casi 1,5 millones de dólares en multas por grietas en sus tanques, el activista John Beard dirige un “tour tóxico” por la zona, acompañado por otros ecologistas.
En junio, una explosión provocó el cierre temporal de la terminal de GNL de Freeport, más al sur, recordando a los residentes los riesgos inmediatos que suponen las plantas.
Pero Beard, director de la Red de Acción Comunitaria de Port Arthur, además denuncia los efectos a largo plazo sobre la salud de los residentes, en su mayoría minorías.
En Port Arthur, la población es predominantemente afroestadunidense o hispana, y una cuarta parte de ella vive por debajo del umbral de la pobreza, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.
El condado tiene una tasa de mortalidad por cáncer un 25 por ciento superior a la del resto del estado, según el Registro de Cáncer de Texas.
Para Beard, la industria del gas no escogió esta zona por casualidad: “Toman el camino de menor resistencia y eso es con los pobres y los que no tienen acceso a abogados, y que no tienen tanta educación o conocimiento”.
(milenio.com)