Doris Sánchez barre las hojas caídas al suelo al pie de un arbusto de hojas rojizas. A su lado cuelga una foto de su amada beagle, Lolita, que murió de un ataque al corazón en 2019. La planta, una Eugenia, es más que un recuerdo de su difunta amiga de cuatro patas.
El arbusto es uno más entre una docena de árboles jóvenes agrupados alrededor de un gran invernadero en la cima de una colina a poca distancia de Medellín, Colombia. El jardín se emplea para producir abono orgánico con los cuerpos de animales domésticos. Estos se depositan en compartimentos individuales llenos de tierra y virutas de madera.
“Es un poco triste venir aquí porque todavía la echamos de menos”, cuenta Sánchez. Pero el jardín conmemorativo, con vistas a la cordillera de los Andes, es también un lugar para la reflexión. “Me consuela ver cómo crece este árbol y cómo los restos de Lolita están ahora generando vida”, aclara.
En la mayoría de países, los dueños de mascotas pueden hacer que sus animales fallecidos sean cremados o enterrados. Pero desde 2017, en Medellín, existe una de las pocas empresas en todo el mundo, Pleia, que fabrica abono a partir de mascotas muertas y emplea los restos para el cultivo de árboles y plantas. Es una forma de tratar con la muerte que podría ser mejor para el medioambiente y que pronto estará disponible para algunos restos humanos.
Un cliente de Pleia visitando el invernadero de la compañía para informarse sobre el compostaje de mascotas. Los cuerpos son enterrados por separado en montículos de tierra y astillas de madera.
Un final respetuoso con el medioambiente
“Cuando se incinera un cuerpo, se queman combustibles fósiles y se emite carbono a la atmósfera”, explica Daniel Correa, cofundador de Pleia. Además, “cuando entierras un cuerpo puedes contaminar las fuentes de agua subterránea”.
Diversos estudios han demostrado que los entierros humanos pueden contaminar el agua subterránea con bacterias patógenas y productos químicos como el formaldehído. Asimismo, algunos ataúdes también contaminan el suelo con barniz.
El compostaje, sin embargo, significa que los restos mortales pueden dar lugar a “una fuente de nutrientes para alimentar un nuevo ciclo de vida”, señala Correa. Lo esencial del concepto de Pleia es cambiar la actitud hacia la muerte, a no “percibir el cuerpo como algo de lo que hay que deshacerse”.
Para ahorrar en costes de eliminación, así como por razones ambientales, granjeros de Estados Unidos y Europa llevan varios años fabricando abono con el ganado muerto. Para ello, lo entierran entre grandes montones de madera o tierra durante varias semanas hasta que los restos se descomponen.
Sin embargo, el compostaje es todavía nuevo entre las empresas funerarias de mascotas. Pleia, llamada así por una constelación de estrellas, es la única compañía en Colombia que ofrece este servicio.
Bacterias, astillas de madera y calor
Las mascotas muertas son enterradas por separado en pilas rectangulares de tierra y virutas de madera de unos 90 cm de largo. Para acelerar la descomposición, los cuerpos son primero rociados con un líquido transparente que contiene bacterias cultivadas en las propias instalaciones de Pleia.
Las astillas de madera ayudan a absorber los fluidos corporales, según Correa, y el calor dentro del invernadero y el suelo permite a las bacterias “hacer su trabajo”.
El suelo también evita que se generen malos olores. Los trabajadores revisan de vez en cuando las pilas para comprobar lo rápido que se descomponen los cadáveres. Un perro o un gato tarda unos dos meses en convertirse en abono.
Daniel Correa y Melissa Naranjo, fundadores de Pleia en 2017. Colaboraron en una tesis doctoral que investigaba formas sostenibles para deshacerse de los cuerpos de animales muertos.
De mascota a planta de maceta
Correa fundó Pleia con su colega veterinaria Melissa Naranjo. Ambos colaboraron en una tesis doctoral que investigaba opciones sostenibles para deshacerse de los cadáveres de animales.
“Este fue nuestro proyecto de tesis en la universidad, pero queríamos darle un uso real”, explica Correa, quien se graduó en medicina veterinaria en la Universidad CES de Medellín en 2015.
La empresa tiene ahora diez empleados y recoge unos 200 animales cada mes en Medellín, cobrando a los clientes entre 50 y 150 dólares por el compostaje. Los precios varían según el tipo de servicio y el peso de la mascota.
Los clientes pueden hacer que los restos de sus mascotas se utilicen para cultivar árboles en el jardín conmemorativo de Pleia, el Jardín de la Vida; o bien pueden comprar plantas en maceta, fertilizadas con los restos de su mascota, que se entregan en sus casas.
La segunda opción es la más popular. De modo que hasta ahora, el pacífico jardín tan solo alberga una pequeña colección de árboles. No obstante, también se celebran sesiones de terapia de grupo para los dueños de mascotas en duelo, dirigidas por Jorge Zapata, psicólogo especializado en duelo.
“Las mascotas se han convertido en miembros cada vez más importantes de las familias”, dice Zapata. “Lo que intentamos es proporcionar a estas mascotas una despedida que refleje la importancia que tuvieron para estas familias durante sus vidas”.
Listo para entregar: en las oficinas de Pleia, cada maceta lleva el nombre de la mascota, cuyos restos fertilizan la planta.
Compostando a la abuela
El compostaje pronto podrá ser una opción para algunas personas. En 2019, Washington se convirtió en el primer estado de EE.UU. en legalizar el compostaje humano, también conocido como “reducción orgánica natural”. Según Recompose, una empresa pionera en el proceso, con este proceso se ahorra alrededor de 1 tonelada de CO2 en comparación con el entierro o la cremación.
Recompose cobra alrededor de 5.500 dólares por su servicio de compostaje humano y ofrece a los clientes el pago a plazos mientras viven. El precio incluye la entrega de los restos descompuestos de los clientes a sus familias o a una reserva natural en el estado de Washington, donde se destinan para el cultivo de árboles.
300 personas ya se han inscrito para un plan de compostaje, según Recompose. La compañía es una de las tres que ofrecerán el servicio en Washington a finales de este año. Las autoridades de Colorado y California también están considerando una legislación que permita el compostaje humano.
Correa cree que la práctica también será posible algún día en Colombia. Pero por ahora, Pleia planea expandir el compostaje de mascotas a dos ciudades más el año que viene. La empresa espera también ampliar el servicio a otros países latinoamericanos.
“Creemos que podemos hacer del mundo un lugar mejor con estas prácticas sostenibles”, señala Correa. “Y queremos dar a nuestras mascotas la oportunidad de crear vida, incluso después de que se hayan ido”, concluye.
(dw.com)