Almoloya de Juárez, Edomex.- En la celda 20 del Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) 1 del Altiplano, de dos por tres metros cuadrados, se observan los restos de tortilla que saciaban el hambre de Joaquín Guzmán Loera o que quizá, al hacerla en pequeñas bolitas, la utilizó para no perder la noción del tiempo.
También está una hebra de jabón para asearse, sobre el lavabo yacen tortillas desmoronadas y en el camastro de cemento, una colchoneta. A un costado se encuentra el escritorio, el banco y una repisa empotrada, también de cemento.
Sin embargo, en esta celda ubicada en el Área de Tratamientos Especiales, ya no está ninguna de las escasas pertenencias como las camisas que utilizó Guzmán Loera durante el año, cuatro meses y veinte días que permaneció en este lugar, desde su ingreso el 22 de febrero de 2014.
Tampoco está la pequeña televisión de 14 pulgadas que utilizaba para consumir sus días y noches en ese lugar, ni mucho menos el par de tenis blancos, las chanclas, la pasta de dientes y hasta unos cacahuates. Ni que decir del brazalete oscuro que portaba dentro del penal.
Permanece sin embargo como testigo de aquel sábado 11 de julio el conducto vertical de aproximadamente 10 metros de profundidad, habilitado con una escalera.
Más abajo se localiza la entrada al túnel con dimensiones preliminares de 1.7 metros de altura y entre 70 y 80 centímetros de ancho, que se extiende por una longitud de 1.5 kilómetro y que le sirvió de puerta hacia el exterior del penal.
Sobre el pasillo que conduce a la celda que ocupara el delincuente prófugo, se ubican también otros reos peligrosos, como el inquilino de la celda 16: Edgar Valdez Villarreal “La Barbie”, quien desde su cama observaba paciente y con los brazos cruzados, el ajetreo que hay en la que fuera la celda de Guzmán Loera.
Del boquete sale un olor a humedad, a tierra que por momentos impregna el lugar. Sobre la cabecera del camastro está una ventana de 30 por 30 centímetros semiabierta, de la cual se pueden ver los barrotes y la alambrada del penal, pero también la luz del sol, el cielo, único contacto hacia el exterior.
El movimiento se torna inusual en el Cefereso 1 del Altiplano: es el ir y venir de reporteros, fotógrafos y camarógrafos que invaden el lugar.
Divididos en grupos de diez, y tras mostrar la identificación oficial del medio de comunicación o la credencial de elector, inicia desde la mañana el peregrinar a uno de los lugares que en las últimas horas ha acaparado la atención nacional e internacional.
Para arribar al Área de Tratamientos Especiales, donde se ubicaba Guzmán Loera, hay que librar un total de 17 filtros y siete aduanas en forma de rombo.
Hay que pasar tres filtros principales: el ingreso al área de estacionamiento del penal, otro que conduce al inmueble central y, tras un recorrido en autobús, a la zona donde se ubican los reos más peligrosos del país.
Se deben pasar también varios arcos detectores de metal, las aduanas y obtener el sello invisible que se coloca sobre la muñeca izquierda del visitante y que sólo puede ser visto a través de rayos ultravioleta, pues es el pase de salida.
Están también las escaleras por las que hay que subir y tras caminar un pasillo de menos de cinco metros, descender para continuar el camino a lo largo del penal, alternando izquierda o derecha, cuyo objetivo es confundir al visitante.
Siempre se deberá mostrar la identificación al cruzar cada una de las aduanas. Mecanismo que se repite 14 veces, siete de entrada e igual número de salida. Sin contar otras tantas frente a otras cámaras colocadas estratégicamente a lo largo del penal.
Así, a lo largo del recorrido de salida que coincide con una ordenada fila de reclusos listos para recibir su cena y que por momentos cruzan la mirada con los representantes de los medios de comunicación, se puede leer en un pequeño cartel sobre uno de los muros: “Haz que la ley sea tu libertad”.
Mientras, en el exterior del penal, continúa la vigilancia por parte de la Policía Federal. Camiones de la corporación van y vienen durante las 24 horas del día. La noche cae sobre el Cefereso, pero la búsqueda de Guzmán Loera se mantiene por aire, mar y tierra, hasta dar con su paradero.