Grecia votó mayoritariamente en contra del plan de austeridad que le habían ordenado el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, para mantener el apoyo financiero.
No hay, por el momento y hasta el cierre de ese espacio, un comportamiento de catástrofe en las bolsas de valores de los países asiáticos, que han registrado bajas que se pueden considerar moderadas, quizá a la espera de los resultados de la reunión que hoy por la tarde sostendrán la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés, François Hollande, para determinar las acciones a seguir.
Se espera que sea convocada una reunión urgente de todos los países de la eurozona, probablemente para mañana, en la que se decidirá qué ocurrirá con Grecia.
Para los “nacionalistas”, la victoria del NO se trató del “triunfo de la dignidad de un país” y del “rescate de su soberanía”, sin que se contemplen las consecuencias de esa decisión.
En realidad, el NO ya estaba decidido desde que el primer ministro griego Alexis Tsipras había anunciado que no pagarían el préstamos de 1,500 millones de euros al Fondo Monetario Internacional.
El plazo para pagarlo se venció hace una semana y aparentemente no hubo consecuencias porque la “troika” esperaba los resultados del referéndum.
Cualquiera de las dos opciones para los griegos –aceptar el programa de la troika o rechazarlo, como fue el caso-, significaba un salto al vacío con la esperanza de que apareciera por ahí un ángel de la guarda y les regalara –o financiara- un paracaídas.
Los griegos tuvieron que decidir entre recortes salariales y al sistema de pensiones, recortes a las inversiones en servicios como salud y educación, y otro recorte a las plantillas laborales así como un aumento de impuestos para mejorar la recaudación o lo mismo, pero esta vez con el peligro real de que ninguno de los países que son sus socios les puede prestar siquiera para pagar la luz o el agua.
Decidieron por la segunda opción, alentados por un discurso populista de Tsipras que descargó en la población la responsabilidad de un acto que debió ser solo del ejecutivo como cabeza del país.
Los griegos quizá recuperaron dignidad, como les dijo ayer su líder que al final fue el principal ganador del lance: le vaya como le vaya al país, él podrá decir que fueron los griegos los que le ordenaron.
Y eso no tiene precio (ni madre).
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En el 2010 Grecia fue rescatada por la troika –el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea-, con una inyección de 240,000 millones de euros.
Para recibir esos recursos, Grecia tuvo que aplicar un durísimo programa de austeridad que ha dejado en este momento una tasa de desempleo del 25% y la reducción de salarios de hasta el 50% en algunos casos, así como la reducción drástica en servicios públicos de salud, educación y transporte.
Rescatar a Grecia nuevamente ya no es opción porque ha quedado demostrado que el país y sus líderes son incapaces de generar siquiera los ingresos propios para pagar los intereses de la deuda que tan alegremente contrataron y que hoy no pueden pagar.
Lo malo del asunto es que, en un mundo globalizado, lo que ocurra con Grecia le pegará a la economía mundial.
¡Gulp!
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Como dice el “Divo de Juárez”, pero qué necesidad.
El senador del PRI por Jalisco, Jesús Casillas, se sacó la puntada de anunciar que propondrá que la sala de prensa del Senado de la República lleve el nombre del fallecido periodista Jacobo Zabludovsky, “en homenaje a su trayectoria”.
Zabludovsky fue ave de tempestades; muchos líderes mexicanos lo siguen viendo como “el soldado del PRI” que alguna vez dijo Emilio Azcárraga Milmo, en detrimento de la objetividad y el derecho a la información en por lo menos tres décadas.
¿Tenía Casillas que revivir la polémica? ¿Y por qué no proponer que la sala se llamara Julio Scherer o Vicente Leñero? ¿Porque siempre criticaron al PRI?
Esa es la cuestión, senador.