Ciudad del Vaticano.- Francisco se convirtió hoy en el primer Papa de la historia en entrar a un templo evangélico valdense y al visitar a la comunidad de ese credo en Turín pidió perdón por los malos tratos que la Iglesia católica les reservó en el pasado.
El pontífice comenzó su segundo y último día en esa ciudad del norte de Italia visitando a la comunidad valdense, que se separó del catolicismo en el siglo XII siendo muy hostilizada por los Papas de la época y que hoy forma parte de la comunión anglicana.
“De parte de la Iglesia católica les pido perdón. Les pido perdón por las actitudes y comportamientos no cristianos, incluso no humanos, que a lo largo de la historia hemos tenido con ustedes. En el nombre del señor Jesucristo, ¡perdónennos!”, dijo Jorge Mario Bergoglio en su discurso.
Constató que “por desgracia” ha ocurrido y actualmente sigue ocurriendo que los “hermanos cristianos” no acepten su diversidad y terminen por hacerse la guerra los unos contra los otros.
Recordando la historia, sostuvo que los católicos sólo pueden entristecerse ante los conflictos y las violencias cometidas en nombre de la propia fe, y pidió a Dios que les de la gracia de reconocerse todos pecadores y de saberse perdonar mutuamente.
“Es por iniciativa de Dios, el cual no se resigna jamás ante el pecado del hombre, que se abren caminos nuevos para vivir nuestra fraternidad, y a esto no podemos sustraernos”, añadió.
Durante su discurso, Francisco aseguró haber “aprendido mucho” de la comunidad valdense del Río de la Plata, con sede en Uruguay, que conoció en sus tiempos como arzobispo de Buenos Aires en Argentina.
De hecho, entre los invitados especiales se encontraba el “moderador” de la Iglesia valdense uruguaya, Oscar Oudrie, quien pronunció un saludo junto a los pastores Paolo Ribet, de la comunidad de Turín y Eugenio Bernardini, moderador de la Mesa Valdense.
El Papa destacó que en los últimos años se ha dado un “redescubrimiento de la fraternidad” que une a todos aquellos que creen en Jesucristo y han sido bautizados en su nombre.
“Esta relación no está basada en criterios meramente humanos, sino en el compartir la experiencia fundamental de la vida cristiana: El encuentro con el amor de Dios”, señaló.
“La unidad, que es fruto del espíritu santo, no significa uniformidad. Los hermanos, de hecho, estamos unidos por un mismo origen pero no somos idénticos unos y otros”, apuntó.