Río de Janeiro.- La construcción de una carretera en el estado amazónico brasileño de Acre puede tener consecuencias imprevisibles, como el incentivo a actividades que desemboquen en la tala de millones de árboles, alertaron ambientalistas.
Por ello, organizaciones internacionales luchan por dar valor a los productos de la selva, con el objetivo de que sirvan de sustento económico a las comunidades, como ocurre con un proyecto de la organización ecologista WWF.
Hace un lustro, WWF inició un programa para valorizar los productos locales como el caucho, el açaí –fruta amazónica rica en antioxidantes- o la pesca de especies como el pirarucú, que podría entrar en los menús de la Villa Olímpica de Río de Janeiro en 2016.
“El objetivo era salvar un área crítica en el estado de Acre, en el que se había creado la carretera, porque estudios demuestran que esa infraestructura puede desembocar en deforestación”, explica por teléfono desde Río Branco, capital de ese estado, Ricardo Melo, coordinador de WWF en la región.
Explica que la historia del Amazonas refleja un aumento de la actividad ganadera, más lucrativa para las poblaciones locales que la explotación forestal, cuando se construyen infraestructuras, pero ello conlleva talar árboles para crear espacios de tierra cultivable.
“Nuestra estrategia internacional supuso movilizar y hacer campañas en Reino Unido para sensibilizar a la población y recaudar fondos, y aquí en Acre hemos trabajado sobre todo para ayudar a las poblaciones a valorizar sus productos y crear cadenas de suministro”, asegura.
Así, unas 60 familias viven hoy de la explotación del caucho –que es exportado internacionalmente y utilizado por una diseñadora de joyas londinense-, y otras 400 de la venta del açaí, que consiguen vender el fruto amazónico de forma regular a precios convenientes.
Otra de las iniciativas es la pesca y comercialización del pirarucú, un pez presente en ríos y lagos amazónicos, y que WWF espera que sea certificado como especie capturada de forma sostenible para que entre en los menús de los atletas que competirán en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
En total se estima que “más de mil millones de árboles” han sido preservados por este proyecto –denominado Rainforest Rescue- en una región de superficie superior a Bélgica y rica en especies como el jaguar, según WWF, que actúa en la región en asociación con el gobierno de Acre y el grupo mediático británico Sky.
Expertos estiman que el 80 por ciento de la deforestación en el Amazonas se debe al empuje de la producción agrícola y ganadera, cuyo crecimiento provocó que Brasil se convirtiera en una potencia exportadora mundial de alimentos, pero a coste de talar millones de árboles.
Datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) brasileño indican que, sólo entre febrero y abril de este año, 362 kilómetros cuadrados de bosque amazónico –el equivalente a dos veces la ciudad mexicana de Guadalajara- fueron deforestados, un 60 por ciento más que en el mismo período del año anterior.
Un estudio publicado el año pasado señalaba que Brasil perdió en tres décadas una superficie de bosques y florestas equivalente a todo Costa Rica, la mayoría en el Amazonas, como consecuencia de proyectos gubernamentales vinculados a la energía hidroeléctrica, la urbanización y el agronegocio.
En total, el país sudamericano perdió 5.2 millones de hectáreas de florestas entre 1981 y 2012, y 93 parques nacionales y otras zonas preservadas también fueron reducidas, el 75 por ciento de ellas en el Amazonas entre 2008 y 2012.