Buenos Aires.- La muerte del fiscal que acusó a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de pactar con Irán la impunidad de presuntos terroristas desató un clima de confusión, especulaciones e incertidumbre en un año electoral.
Alberto Nisman, el fiscal que investigaba el ataque terrorista sufrido en 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), murió de un disparo en la cabeza el domingo por la tarde, cuatro días después de haber hecho una denuncia que provocó un escándalo internacional.
La primera versión oficial fue que el cuerpo del fiscal había sido hallado tirado en el baño de su departamento, ubicado en uno de los barrios más lujosos de Buenos Aires, con las puertas de acceso cerradas por dentro, y a su lado había una pistola calibre .22 y un casquillo de bala.
El secretario de Seguridad, Sergio Berni, se presentó al lugar durante la madrugada del lunes y por la mañana anunció, antes de que se hubieran concluido los peritajes, que todo apuntaba a un suicidio.
La fiscal designada al caso, Viviana Fein, descartó el mismo lunes por la tarde que hubiera habido una tercera persona en el departamento, con lo que prácticamente confirmó la teoría de que Nisman se suicidó.
Sin embargo, las sospechas sobre la muerte del fiscal han crecido en las últimas horas, sobre todo porque no se encontraron restos de pólvora en sus manos, prueba contundente cuando alguien se quita la vida.
Además, en su mesa de trabajo se encontró una lista de compras que su empleada doméstica debía realizar el lunes, lo que no tendría sentido si pensaba suicidarse el domingo.
En el mismo sentido apunta la última foto que mandó Nisman desde su teléfono y en la que muestra una mesa colmada de papeles de trabajo, ya que el lunes debía comparecer ante una comisión de la Cámara de Diputados para fundamentar su denuncia contra la presidenta.
La investigación ya comprobó que Nisman le pidió el sábado la pistola calibre .22 a un colaborador, pese a que él mismo tenía dos armas a su nombre que podría haber utilizado.
Este miércoles trascendió, además, que los investigadores descubrieron que había una tercera puerta de acceso a su departamento, en donde hay huellas que ya son analizadas.
El papel de Berni, en tanto, está bajo cuestionamientos porque pese a ser el secretario de Seguridad no tenía nada qué hacer en el departamento de Nisman, a donde, según él mismo declaró, llegó dos minutos antes que el juez y una hora antes que la fiscal designada para el caso.
Por otra parte, en la noche del domingo hubo dos llamadas al Servicio de Atención Médica de Emergencia para que acudieran al departamento de Nisman, pero en ambos casos, cuando llegaron los médicos, se les negó el ingreso.
La exesposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo, ya advirtió que no cree en la hipótesis del suicidio, aunque aclaró que por el momento no puede hacer conjeturas y debe esperar el dictamen de la justicia.
El caso de la muerte de Nisman alteró por completo el escenario del último año de gobierno de Fernández de Kirchner, quien ya refutó las denuncias del fiscal y apuntó a una conspiración en su contra promovida por espías inconformes por la limpieza que intenta hacer de los servicios de Inteligencia.
La conmoción provocada por las denuncias y el fallecimiento del fiscal también impactó en las campañas de los precandidatos presidenciales que en las elecciones generales del próximo 25 de octubre intentarán convertirse en el sucesor de la presidenta.